Reseña bibliográfica: Misoginia neoliberal. Explotación reproductiva, prostitución y pornografía (Ana Pollán)

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Este libro aborda tres objetivos cruciales en la agenda feminista presente: la erradicación de la explotación reproductiva, de la prostitución y de la pornografía. Las tres prácticas son el resultado del sistema patriarcal, esto es, del sistema que perpetúa la desigualdad entre los sexos y, en consecuencia, la explotación y opresión que las mujeres padecen, en base a su sexo. El patriarcado está presente en todo tiempo y lugar, aunque su expresión e incidencia se dé con intensidades, características y circunstancias diferentes.

En las sociedades abiertas, formalmente igualitarias y democráticas como (nos dicen) es la nuestra, se asegura que la igualdad es un hecho y no un espejismo, al contrario de lo que muchas sospechamos. Ciertamente, es incontestable que en las últimas décadas la situación de las mujeres ha mejorado sustantivamente. Negarlo supondría deslegitimar la importancia y capacidad transformadora del feminismo, que se mantiene en pie por más de tres siglos. No obstante, reconocer tales avances no exige ninguna ceguera respecto al hecho, igualmente cierto y tristemente desesperanzador, de que el patriarcado tiene capacidad de rearme y contestación ante las conquistas igualitarias.

Por eso mismo, es posible que al tiempo que nadie o casi nadie niega (bueno, vamos a ser sinceras: nadie o casi nadie se atreve a negar públicamente, al margen de lo que piense) la igualdad de derechos y de dignidad entre los sexos, la sociedad acepte que en su propio seno existan y operen con tranquilidad y sin esconderse tres sistemas criminales organizados. Lo hacen sin apenas repercusiones legales cuando no, dependiendo del país que queramos observar, con plena legitimidad y soporte jurídico. Me refiero, claro está, al sistema prostitucional, a la pornografía y a la explotación reproductiva.

El sustento de éstas tres prácticas de violencia contra las mujeres es, desde luego, el sexismo y la misoginia. Las mujeres son explotadas sexual y reproductivamente en base a su sexo. Ahora bien, no todas las mujeres y niñas tienen la misma probabilidad de ser víctimas de una (o varias) de estas prácticas criminales. La cuestión de clase no puede dejarse a un lado. Por el contrario, es determinante. A estas alturas, es muy difícil negar que el neoliberalismo, la presente y más despiadada etapa del capitalismo, tiene un papel esencial de soporte y refuerzo de estas prácticas deshumanizadoras. Todas ellas están perfectamente asentadas en el mercado global, y se encuentran claramente fortalecidas por la deslocalización, el extractivismo, la depauperización de territorios y sociedades, así como por el consumismo extremo, la exaltación del individualismo absoluto y la imposición de los deseos subjetivos frente a los derechos colectivos y el bien común. Tales fenómenos son esencialmente neoliberales y resultan la mayor y más triste garantía de que, por desgracia, a estas horrendas prácticas, se les atisba una capacidad de expansión y pervivencia tan espantosa como cierta.

Este libro, por lo tanto, pretende ser una herramienta para el análisis de la explotación reproductiva (tema central del mismo) y, por su estrecha relación con ella, también de la prostitución y la pornografía. Igualmente, es, ante todo, una llamada a no cejar en el empeño de erradicarlas, y hacerlo hoy mejor que mañana. Que nadie piense que es una utopía algo para lo que sólo es necesario coherencia y voluntad política: si nos hemos creído capaces de superar el esclavismo, demostrémoslo.

En su primer capítulo, se ofrecen algunas notas respecto al alquiler de mujeres para gestar: desde su definición precisa, la justificación de la denominación elegida hasta una descripción de sus aspectos técnicos, sin olvidar una referencia a la situación legislativa y el posicionamiento de los organismos estatales e internacionales, de los partidos españoles y otras asociaciones y colectivos relevantes, así como del movimiento feminista, unánimemente contrario a esta violencia misógina. En el segundo capítulo se ofrecerá una lista de argumentos favorables a esta práctica, seguidos de su refutación razonada. En el tercer capítulo, se presentará la prostitución, comenzando por su conceptualización y contextualización, para realizar un sintético repaso por los principales modelos ético-jurídicos existentes al respecto (el prohibicionista, el regulacionista, el alegalista y el abolicionista) y concluirá con un posicionamiento abolicionista argumentado. Por último, en el cuarto capítulo se revisa la cuestión de la pornografía, articulando su estudio en el repaso de las “guerras del sexo” y su reedición actual ante el fenómeno de la “nueva pornografía”.

Poco o nada hay en este libro que no haya sido defendido y expresado antes con plena lucidez por otras autoras y compañeras feministas. De hecho, su existencia está en deuda con todas ellas. No obstante, creo que es un libro oportuno, que ahonda en la importancia de la argumentación razonada, y que lo hace con un lenguaje accesible y asequible, no porque se le suponga al lector o a la lectora incapacidad para asumir otro más complejo, sino por la convicción de que el feminismo ha de transmitirse directamente y sin tapujos, pues la claridad de ideas es su mejor legado, al que estas páginas son sólo unas pequeñas notas al pie de los temas del presente.

Tal vez alguien eche en falta la cuarta pata de la misoginia neoliberal: el identitarismo generista. Hubiera sido demasiado ambicioso abordar todo de golpe. En todo caso, evitarlo no se debe a la despreocupación al respecto, sino a la convicción de que, si se comprende que estas tres formas de violencia son sufridas por las mujeres, por el hecho de serlo, en base a su sexo, parece muy difícil asumir después los cantos de sirena, los cuentos y las pseudoteorías que niegan la incontestable realidad de que el sexo es material e inmutable. No obstante, si alguien lo duda, que no me pregunte a mí al respecto, ni a autoras extranjeras de renombre mucho más rimbombante que el de esta simple escribiente: mucho más que yo sobre ese asunto sabe un putero cuando escoge a su víctima; una agencia de vientres de alquiler cuando ofrece su mercancía; una criminal productora de pornografía cuando “capta chicas”. Pregúntenles a ellos por “lo no binario”. Sospecho que no necesitan saber los pronombres de la “carne fresca” con la que se enriquecen. Tampoco para elegir quiénes son sus víctimas y quiénes los beneficiarios de su actividad.


Referencia bibliográfica completa: Pollán, Ana. Misoginia neoliberal. Explotación reproductiva, prostitución y pornografía. Granada: Comares, 2024.

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