Esperpéntico final del pacto de los parlanchines

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Vinieron a cambiar la vida de la gente y vaya si hemos cambiado.

Los bancos, grandes empresarios y fondos de inversión son hoy mucho más ricos. Los rentistas ganan más y sus inversiones están aseguradas. 

España es, hoy más que nunca, una colonia sumisa que ha vendido la poca soberanía que le quedaba. El dinero que no hay para pagar las pensiones o mejorar Sanidad y Educación, sí lo hay para comprar armas. Para las armas hay miles de millones. 

Colaboramos activamente en el genocidio del pueblo de Palestina. Colaboramos en el proyecto de guerra permanente de la OTAN contra Rusia, con riesgo de implicar a otras naciones y provocar una guerra mundial.

Y todo ello sin una sola huelga general. El sueño de la Patronal. Pero todo termina en la vida y hoy nuestro amor se acabó, decían las sevillanas. La parodia de estrategia política ha tenido un final de esperpento: Garzón deteniendo su firma por un lobby de ex ministros por las «presiones» del «ecosistema de la izquierda».

Si ridícula ha sido la excusa, más lo han sido las justificaciones de los palmeros. Les ha faltado decir que los puristas marxistas coartaron su derecho a la alegría.

Pero el espectáculo daba para más y Pablo Iglesias se unía a la fantasmada con sus críticas. Se olvida Iglesias -hoy escandalizado por la venta de armas a Israel-, que tuvo cartera en el Consejo de Ministros, fue vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 del Gobierno de España. 

Se olvida don Pablo que fue aupado a los medios para llegar a ello y que, después, se le ha montado una televisión, pagada por el empresario Jaume Roures, presidente de Mediapro, propietaria de Público y gestor para España de los derechos del Mundial de Qatar en exclusiva.

La ruptura hubiera sido motivo de jolgorio si no fuera porque el teatro va a seguir, toman el relevo otros parlanchines, actores del cambio cuya virtud es rellenar el silencio con obviedades y vacuidades expresadas con el rostro muy serio, como si estuviesen revelando al mundo la gran cosa. Yolanda Díaz, Ione Belarra, Íñigo Errejón, etc.

Conozco muy bien el percal y sé que los palmeros contestarían a estas palabras espetando alguno de sus manidos recursos de argumentario barato, como aquello de ¿y tú qué has hecho?

Pues bien, puede que no sea algo de mucho mérito, pero señalar la pantomima, el mayor engaño a la clase obrera que ha habido desde el joven Felipe González, es un acto necesario.

Una simple advertencia vale muchísimo más que toda la palabrería vacua de estos vendeobreros: desconfiad siempre de quienes niegan la existencia de clases sociales

Desconfiad de los que no señalan el imperialismo yanqui e incluso colaboran con sus sucursales, como la UE.

Desconfiad sobre todo de los anticomunistas.

Desconfiad de los mesías, los elegidos y los tribunos que personalizan en sí mismos un proyecto, y no en un programa.

Recordad siempre que la emancipación de la clase trabajadora debe ser obra de la clase trabajadora misma.

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