Y el Verbo era Patriarcado

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Por Elena Santana

Ya habíamos acordado que la acción es verbo y este verbo está creado por señoros. Pues bien, el género gramatical de las cosas tienen raíces mitológicas – para secreto de nadie las mitologías son misóginas- donde lo que los señoros consideraban propio de la mujer tendría género gramatical femenino, y masculino lo que estaba relacionado con la masculinidad. Sorpresa, musas del Parnaso,  que el lenguaje con el que tenemos que construir y destruir realidades es patriarcal. 

«En primer lugar existió el Caos. Después Gea la de amplio pecho, sede siempre segura de todos los inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo. En el fondo de la tierra de anchos caminos existió el tenebroso Tártaro. Por último, Eros, el más hermoso entre los dioses inmortales, que afloja los miembros y cautiva de todos los dioses y todos los hombres el corazón y la sensata voluntad en sus comercio.”

Hesíodo, Teogonía

¿Por qué os pongo el comienzo de la vida y del cosmos según Hesíodo en un artículo femenista? Para explicar el patriarcado en el lenguaje y el género gramatical. De sobra es conocido que no existe mitología (religión) que no sea misógina. Ya no tan solo por lo que dice, sino por la impronta que deja en el lenguaje que empleamos para construir la realidad. La primera cosa que existe es Caos, algo por formar y es masculino. Tras él llega Gea, algo femenino por tener la capacidad de crear y, como no, son los pechos la que delatan que es mujer: la de palabras que proceden de esta diosa. Véase en este simple párrafo que todo tiene que ver con nuestra capacidad de creación, sin embargo es el dios Eros -el del erotismo- la más bella creación. Claro, si lo leemos traducido no percibimos esa evolución de un dios/a a un objeto concreto en tiempos donde existía una declinación para las cosas. 

 ¿Sabéis de dónde procede la palabra venéreo? De la mismísima diosa Venus. Sí, como lo leéis. No procede del maltratador Zeus o Júpiter, no, o de Cupido. NO. Esta enfermedad tenía que proceder de una mujer, le tocó a Venus por ser la diosa del amor, la fertilidad y la belleza. Hasta Atenea tuvo que nacer de la cabeza de su padre Zeus, vaya a ser que la inteligencia de una mujer proceda de algo que no sea un hombre. ¿Vais uniendo la semántica y procedencia del género gramatical del lenguaje, con su correspondiente misoginia?

Ceres, en la mitología romana, era la diosa de la agricultura y la cosecha, equivalente a Deméter en la mitología griega, de ella procede la palabra cereal: los cereales. ¿Cuándo se convirtió al género masculino? A saber, pero procede de una diosa. Museo de las musas, nueve mujeres y la palabra se torna en masculino por ser quien recoge a estas musas (Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore, Urania). 

El español, como muchas otras lenguas romances, presenta la peculiaridad de asignar género gramatical a sus sustantivos, dividiéndolos en masculinos y femeninos. Esta distinción, aparentemente arbitraria, ha sido objeto de reflexión y análisis lingüístico a lo largo de los años. De este modo comprobamos cómo el sistema de género gramatical en español puede ser vinculado simbólicamente con la mitología griega y romana, revelando conexiones culturales y semánticas profundas. El género gramatical puede parecer aleatorio, y en muchos casos lo será, aunque creedme que procede de este arquetipo mitológico (hola, Jung).. Las lenguas han ido evolucionando con sus historias y contextos, construyendo la historia de nuestra realidad.

Esta dicotomía mitológica se refleja en la lengua española mediante la asignación de género a los sustantivos. Los sustantivos masculinos, como «el sol» o «el árbol,» pueden interpretarse como símbolos lingüísticos de la fuerza y la estabilidad, compartiendo similitudes con las características asociadas a los dioses masculinos de la mitología. Por otro lado, los sustantivos femeninos, como «la luna» o «la tierra,» pueden evocar la fertilidad y la conexión con la naturaleza, atributos que se asemejan a las divinidades femeninas. 

Además, cabe destacar que las lenguas romances, como el español, heredaron esta distinción de género del latín. El latín, a su vez, estaba influenciado por la cultura y la mitología romana, que compartía muchos elementos con la mitología griega. Así, la conexión entre el género gramatical y la mitología se remonta a las raíces mismas de las lenguas romances, añadiendo capas de significado histórico y cultural a esta estructura lingüística.

¿Quiero decir con esto que debemos cambiar ahora todo este embrollo? En la medida de lo posible, sí. La lengua española es machista porque sus hablantes lo son, las raíces de la misma también. Como feministas y hablantes de esta lengua romance tenemos el deber y la obligación de ir cambiando esta realidad para dejar de estar subordinadas, subyugadas, invisibilizadas. 

Para ir cerrando, ya en la mitología existía el género, siempre en el verbo del hombre -dado que la mujer no tenía apenas palabra-, por lo que el lenguaje se construye con el ideario del hombre y la fuerza que nos domina. Alea iacta est, sin embargo no todo está perdido. La lengua es del hablante, nosotras usamos la lengua, construimos realidades con ella. Por lo que os invoco, ¡oh Diosas feministas  mías del Olimpo! seamos amazonas de la lengua, destruyamos el mito con el lenguaje, escribamos nuestra realidad intruduciendo semántica -significado- feminista a las palabras, rompamos el género con la palabra para que, al final, el verbo sea también mujer y no tan solo hombre.

1 COMENTARIO

  1. Por favor, estas memeces nos desacreditan a las feministas. La señora Santana no sabe nada del género gramatical, ni de la historia del género gramatical en las lenguas indoeuropeas.
    También confunde la mitología con el idioma, sin saber que la lengua es anterior al relato mítico. También confunde las categorías gramaticales, porque el verbo no expresa género, excepto en formas de perífrasis de voz pasiva. ¿O usa «Verbo» en el sentido del evangelio de Juan?
    No caigamos en el mismo fetichismo de los queers con los pronombres: dejemos en paz el sistema de la lengua, y explotemos sus posibilidades léxicas y sintácticas para construir una visión del mundo feminista.

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