Cinismo occidental

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El viejo mundo hegemonizado por EEUU se muere, el nuevo mundo tarda en aparecer, y en ese claroscuro surgen los monstruos. En realidad, no es que surjan. Estaban ahí desde hace un siglo, solo que ahora la realidad material está iluminando sus verdaderos rostros.

La iniquidad del imperialismo norteamericano basa su tejido microscópico en la sociedad sostenida mediante la explotación de una clase social sobre otra y, en lo macroscópico, en la fase superior de las grandes empresas que expolian y manipulan a países enteros. Además, la experiencia histórica nos demuestra que para ello emplea sistemáticamente la mentira, la corrupción de la opinión pública y la violencia, planificadas en una situación global de guerra permanente.

El último y más sangriento episodio nos presenta un exterminio ya sin disimulos. Junto a sus aliados Reino Unido, Francia y Alemania, EEUU garantiza el «derecho de Israel a defenderse» y solucionar los 75 años de opresión y violencia indiscriminada, al modo como resuelven esas controversias: barriendo a bombas poblaciones enteras.

El claroscuro que vivimos está sacando a pasear el circo de los mayores monstruos, para los que términos como falsedad, hipocresía o cinismo se quedan cortos.

Hace apenas un año la Unión Europea se movilizaba en armas, escandalizada por la «invasión rusa» de Ucrania, ignorando los años anteriores en el Donbass o el golpe del Maidán. ¿Qué habrían pensado si Rusia arrasaba a bombas poblaciones enteras como está pasando en Gaza?

Poco después, Macron denunciaba la ayuda de Rusia y China a países africanos como Níger o Mali, y advertía del peligro de su colonialismo. ¡Qué escándalo, aquí se juega!, exclamaba el capitán Renault en la mítica Casablanca, mientras cerraba el café de Rick y un camarero le entregaba las ganancias del juego de esa noche.

Y mientras, con la excusa de la sostenibilidad y el ecologismo, nuestras grandes empresas energéticas (compradas por fondos de inversión anónimos que manejan capitales superiores a la producción anual de países) multiplican sus beneficios aumentando las facturas de los consumidores y sin dejar por ello de recibir ayudas de miles de millones de los fondos europeos.

Falsarios de los Derechos Humanos, hipócritas del ecologismo, comediantes de la igualdad, todos farsantes de doble moral que en el asunto de Palestina ya no pueden disfrazar su verdadera calaña.

La ideología dominante juega a lo que mejor sabe, a dividir a la opinión pública, mediante su tradicional juego de trampantojos y celadas identitarias. Llegan a explicarnos, como este artículo del diario Le Monde, que el detonante de la masacre de Palestina es que Israel «ha sido empujado por Hamas» a una «trampa moral», con la finalidad de ganarse la enemistad internacional.

Y la cosa no acaba aquí, en España tenemos a quienes, desde la supuesta izquierda, condenan «todas las violencias» y explican que la lucha nunca es una solución. Somos los españoles, según parece, unos expertos en este arte de situarse de perfil. Ni los egipcios o los suecos nos superan. Vean a nuestros ministros de la supuesta izquierda exigiendo que el Gobierno (ese mismo al que ellos pertenecen) se atreva a protestar. Con el mismo problema de doble personalidad, asisten al besamanos de Felipe VI y doña Leonor con el muy transgresor y rebeldísimo detalle de un pañuelo palestino.

¡No fueron capaces de hacer nada en la traición al pueblo saharaui, ¿debemos esperar alguna respuesta hacia el pueblo palestino?!

Por suerte, la ideología dominante es poderosísima pero no infalible ni eterna. Por mucho que nos bombardeen con su propaganda de guerra (llamada información en Occidente, mientras se gestiona la censura definitiva de los medios que se salgan de la línea), son miles y miles las personas que acuden a las llamadas de actos y movilizaciones en solidaridad con el pueblo palestino. No estamos solos ante los monstruos.

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