¿Sueñan los ecohipócritas con coches eléctricos chinos?

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Las mentiras de la Unión Europea comienzan a no caber debajo de la alfombra y amenazan con aflorar sin necesidad de fracking. La última bola que pretenden hacernos tragar es sobre los coches eléctricos.

El pasado miércoles Von der Leyen anunció en el Parlamento Europeo que se iniciará una investigación sobre los coches eléctricos fabricados en China, que se venden a un precio más barato que los europeos y, lógicamente, son preferidos por los compradores en el mercado global.

Pero ¿qué taimada treta pergeñaron los chinos para abaratar su producto? ¿Acaso los fabricaron con chips de lavadoras?

No, algo mucho más retorcido. Abaratan su precio gracias a ¡subvenciones estatales! Semejante argucia ha dejado descolocados a los responsables del jardín europeo, que temen que sus grandes empresas automovilísticas queden desplazadas y abocadas a las pérdidas, así como ocurriera con las empresas europeas de la industria solar, incapaces de competir con las empresas orientales.

Observen que doña Úrsula lo dejó muy claro. En palabras literales: «Es una industria crucial para la economía limpia, pero los mercados globales ahora están inundados de coches eléctricos chinos más baratos. Y su precio se mantiene artificialmente bajo gracias a enormes subvenciones estatales».

Es decir, ayudar a las empresas mediante subvenciones del Estado -y no sobre cualquier producto sino sobre uno que tiene supuestos intereses ecológicos-, es una carrera a la baja y una distorsión del mercado (sic).

Ecohipócritas sin fronteras: Urtasun, portavoz de Sumar, apoyó como eurodiputado el bombardeo de Libia; ahora le echa la culpa al cambio climático y lo utiliza electoralmente. Mientras, el ecobelicismo alemán lo tiene claro: ¡más madera! ¡La dictadura de los planes quinquenales no puede vencer a la libertad de vender más caro!

Recordemos que los fondos europeos del plan Next Generation derramaron cientos de millones de euros sobre las empresas del Ibex 35, como Telefónica, Arcelor, Repsol, los bancos como Caixa o Bankinter, además de las energéticas, Iberdrola o Endesa, con la condición de realizar planes muy ecosostenibles y digitales.

Así pues, las ayudas de los organismos públicos para las empresas privadas es una estrategia que también ejecuta la UE, y también lo hace, en apariencia, con el benemérito objetivo del respeto al medio ambiente.

Luego, entonces, ¿dónde está el perjuicio de los fabricantes chinos? ¿No era una cuestión vital sustituir a los desfasados vehículos diesel aunque el precio de los eléctricos fuera inaccesible para un trabajador normal?

Malicio que el problema está en dos sentidos. Primero, que la famosa libertad de mercado está bien siempre que favorezca a las empresas de uno. Cuando desfavorece, ocurre como a los ateos que se acuerdan de Santa Bárbara al tronar, y llega el afán por los aranceles y las medidas proteccionistas.

Y segundo, pero no menos importante, un leve detalle: que las ayudas públicas europeas sirvieron para que las grandes empresas occidentales multiplicaran sus beneficios, mediante la subida de precios a los trabajadores, de manera que los trabajadores pagan más y las empresas recibieran doble premio. Mientras que esas empresas chinas del automóvil pretenden ofrecer productos de igual calidad a menos precio para cualquier comprador.

Una gran deslealtad, como pueden ustedes comprobar, que merece ser investigada. Será de enorme interés conocer los resultados de sus pesquisas.

Esperemos que a las potencias emergentes no se les ocurra alguna iniciativa similar sobre el gas o la gasolina, no sea que los europeos comiencen a preguntarse por qué comprar esos recursos a un precio más alto debido a la guerra y las sanciones. En ese caso, los resilientísimos trabajadores europeos pueden explotar como una olla a presión que se quedó ya sin jugo.

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