Arriba las manos, esto es una austeridad

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Buenos días, damas y caballeros: esto es un asalto, si nadie pierde la cabeza, nadie perderá la cabeza, anunciaba con grave templanza Geena Davis en su mítico personaje de Thelma.

Con la misma calma podría haber emulado aquella escena de la cinta de Ridley Scott la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, al declarar que reconocía que Europa se encuentra ante una inflación única que ni el mismo BCE fue capaz de prever.

«Hemos subestimado tanto la dinámica de la inflación como su persistencia», señaló la máxima responsable de los bancos europeos. Quién iba a pensarlo, ¿verdad? En una situación en la que la Alianza Atlántica conmina (léase azuza a sus subordinados) a dedicar parte del PIB de los Estados a nada más y nada menos que aumentar el gasto dedicado a comprar armas, para alimentar una guerra en territorio europeo y que amenaza con hacerse mundial. Todo ello bajo el paisaje de sanciones y gasoductos que explotan por actos de grupos independientes no identificados y que acaban resultando, casualmente, en un incremento de los medios para la producción y la sustitución de los recursos energéticos antes asequibles por otros más caros.

La solución que se les ocurre a nuestros máximos responsables es seguir la huida hacia adelante: seguirán aumentando los tipos de interés, con la excusa de estabilizar los precios. ¿No les gusta la inflación? Pues tomen dos tazas más.

Por si esto fuera poco, Bruselas anuncia que los países cuyo déficit público supere el 3 % del PIB (España, por ejemplo), «tendrán que acometer ajustes presupuestarios mayores que el resto y en caso de incumplimiento persistente se enfrentarán a multas cada seis meses que se acumularán hasta que adopten medidas efectivas». Se acabó la tregua del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE.

¿Qué supone esto?
Los que cuenten una edad ya tendrán la impresión de haber vivido esto en 2008. Por supuesto, serán los que están sometidos a la deuda quienes pagarán el pato, entre ellos quienes se encuentren hipotecados o padezcan créditos, y la inversión pública, que verá acercarse de nuevo la sombra de las austeridades. ¿Sanidad, educación, pensiones? ¿Quién lo sabe?

La relación entre precios y salarios ni se contempla en casos tan flagrantes como el español. Los precios siguen subiendo y los salarios disminuyendo, así como la necesidad de aumentar las horas trabajadas (y el aprovechamiento que hacen de ello las empresas para disimular el fraude laboral, hasta que forme parte del paisaje).

Mientras tanto, inversamente, las empresas del IBEX 35 continúan aumentando sus beneficios, en algunos casos alcanzando cotas de récord. Así, las energéticas han aumentado estos años sus ingresos. Es decir, se están sirviendo de la inflación para incrementar su capital.

Me pregunto dónde quedó aquella «pedagogía de la factura de la luz» que nos ofrecieron Alberto Garzón y lo que antes era Podemos, o Sumar, o como quiera que se llamen ahora.

Dicho en palabras sencillas: la guerra es una excusa más para exprimir a la clase trabajadora, esta vez ya sin careta, sin disimulo. Absorberán desde arriba hacia abajo toda la sangre que puedan, como los vampiros que comentaba mi tocayo Carlos Marx en El Capital. Pero ahora lo harán golpeando al pobre oprimido hasta que explote. Me refiero hasta que explote literalmente, no que explote de indignación, que eso gracias al Gobierno del Progreso parece que está controlado.

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