Dimite y déjanos en Paz

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Es irónico que la célebre ficción distópica de Orwell, 1984, haya resultado profética y no lo haya sido, precisamente, en el sentido en que nos decían, en cuanto al supuesto totalitarismo comunista, gris y opresor, sino en cuanto a la sociedad en que realmente vivimos, el brillante capitalismo, ese jardín de las delicias liberales y democráticas.

Si ustedes recuerdan, en la novela, Winston describía el gigantesco edificio piramidal del Miniver -Ministerio de la Verdad- que en su fachada mostraba las consignas: «la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza».

Pues bien. ¿Qué pensarían ustedes si en la cruda realidad, no en la ficción, un alto responsable hiciese declaraciones como «la censura es la libertad de expresión», «las protestas anticolonialistas son propias de ignorantes», «el gasto militar justifica los recortes» o «la guerra es necesaria para la paz»? ¿Creerían que es cierto si, además, ese alto cargo proviniera del «socialismo» progresista español?

Pues sí, existe y ocupa nada más y nada menos que los cargos de máxima portavocía en las relaciones exteriores de la Unión Europea y la vicepresidencia de esta entidad, de la mano de Úrsula von der Leyen: Josep Borrell.

En una sociedad normal y no distópica parecería cuanto menos llamativo que un altísimo cargo de tan elevada entidad manifestara (y ejecutara) semejantes incoherencias. Si no lo creen, les invito a ver el video realizado por la Coordinadora Contra la OTAN, con la etiqueta en redes #BorrellDejanosEnPaz y que, sin decir una palabra más alta que otra, lo pone de manifiesto, simplemente reproduciendo las declaraciones.

Por desgracia lo utópico aquí es exigir esta dimisión, en un país entregado por completo a la ideología dominante de los intereses imperialistas. Pero más pronto que tarde esas incoherencias harán abrir los ojos cada vez a más gente. Juzguen ustedes mismos si es pertinente y si debería conmover la actualidad nacional, repasando algunas de las declaraciones del señor Borrell y que pueden observarse en el citado video. Declaraciones que están tomadas no desde un aislado pasaje de acaloramiento sino desde serenos foros como la sede del Parlamento Europeo. Repasemos alguna de esas perlas:

«No me gusta la guerra, prefiero la paz. Pero tenemos que seguir armando a Ucrania porque para ganar la paz primero hay que ganar la guerra».
«Sí, preferiría gastar todo este dinero en el bienestar de la gente, dedicándolo a escuelas u hospitales, pero no tenemos elección».

«Las sanciones a Rusia son un veneno de acción lenta, como el arsénico, pero envenena y lo hace de una forma irreversible».
«Se difunde mucha información tóxica y el servicio de acción exterior europeo se puso a trabajar (censurando medios rusos); esto no es atacar la libertad de expresión, sino protegerla, por ello las sanciones (censuras) sobre los portavoces rusos».

«He visto imágenes de los africanos en las calles con carteles que decían ¡gracias, Putin, has salvado el Donbass y ahora nos salvarás a nosotros!, es muy chocante, estas personas no saben ni dónde está el Donbass y tal vez ni saben quién es Putin».

Así como se señala en el video de FAI, la actitud de Borrell sugiere una estrategia clara, que es la de someter a los gobiernos de los países europeos a cumplir las exigencias de la OTAN y que los ciudadanos sostengamos con nuestro esfuerzo la escalada bélica, prolongando la guerra de manera indefinida y bajo la amenaza del uso de armamento nuclear.

Como se ha advertido anteriormente desde este medio, el esfuerzo propagandístico y la enorme campaña mediática pretenden la normalización del estado de guerra (recordemos que Pedro Sánchez poco antes de unas elecciones generales anunció el envío de tropas españolas al «frente oriental»), dentro de la situación de guerra estructural de la OTAN ya vista en otros escenarios como Libia o Siria.

Esta prolongación de la guerra estructural, ahora enfocada en Ucrania, tiene una intención evidente que es la de supeditar el bienestar de la clase trabajadora europea a las necesidades de las empresas armamentísticas, con el objetivo de sostener la economía norteamericana, que se encuentra en claro declive frente a las potencias emergentes.

Es, por tanto, un abandono intencionado de las políticas que benefician a la inmensa mayoría, la clase trabajadora, en beneficio de intereses económicos de las grandes empresas que someten a las democracias occidentales, véase en España el IBEX (sanciones a los recursos energéticos más asequibles, encarecimiento de los procesos de producción, reserva de una parte importante de los presupuestos públicos a armamento, etc).

Señalar estas manipulaciones no es el arrebato airado de unos cuantos antiimperialistas, es una necesidad en la que nos jugamos nuestra propia soberanía. Preguntemos a nuestros hermanos en Latinoamérica, que han sufrido durante décadas las violencias e injerencias de quienes defienden los intereses norteamericanos.

La realidad material es tozuda y se empeña en continuar su imparable paso, que nos llevará a los trabajadores a un progresivo empeoramiento de nuestras condiciones, más combustible al fuego de la guerra, hasta donde los intereses económicos de la OTAN digan que debe arder. Necesitamos más que nunca organizarnos.

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