Una manada de fútbol

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Por Belén Moreno

Los simios que más se parecen al ser humano son los chimpancés. Compartimos con ellos más del 90% del código genético. En estudios realizados en 2014 se confirmó que los chimpancés tienen comportamientos violentos con las hembras en época de apareamiento, a veces incluso cuando no están en celo. Tanto es así que algunos estudiosos hablan de violencia sexual. Golpes, mordiscos, empujones o patadas no son tan extraños en los pulsos eróticos tanto de los machos alfa como de los machos guerreros de una manada. Los seres humanos nos diferenciamos de los animales en muchas cosas. Hemos adormecido nuestros impulsos más instintivos porque la racionalidad inunda todo nuestro comportamiento. Somos capaces de pensar, de discernir y elegir entre el bien y el mal porque nuestra capacidad de raciocinio nos permite diferenciarlos. Poseemos criterio para analizar y restringir o incluso anular aquellas acciones que nos perjudican como individuos, como miembros de una sociedad y como seres racionales. Pero como en todo hay excepciones. 

Esta capacidad de razonar nos permite dirimir si un comportamiento de otro de nuestra especie es deleznable o injustificable por mucho que esa persona lo presente como un “acto involuntario”. Involuntario es respirar o parpadear, es decir, son aquellos hechos físicos que no dependen de un pensamiento para ser realizados, nuestro cerebro los ejecuta de forma automática, porque son básicos para el mantenimiento de la vida. Sin embargo, todo lo que hacemos de forma consciente, pierde inmediatamente el carácter de involuntario. Besar, tocarse los genitales, abrazar a una reina con demasiada confianza o llevar a una mujer sobre un hombro, solo se hace si realmente se quiere hacer. Al menos, si tenemos las suficientes neuronas como para unir dos puntos de una línea recta. Nadie besa a otra persona si no quiere hacerlo ni lleva a cabo el acto de besarla, inmovilizando su cabeza de forma que no pueda escapar a la pretensión. 

Una agresión sexual se caracteriza por cometer un acto de índole sexual cuando la persona receptora no desea recibir ese trato. La violación es el máximo exponente pero antes, la escalada de agresiones empieza con un piropo, un beso, un arrinconamiento, la palpación de un seno, etc. Si una mujer no desea ser besada o levantada en alto y paseada por un campo de fútbol como un fardo de leña, y un hombre lo hace, la está agrediendo. Por mucho que señores archiconocidos en el mundo radiofónico aleguen la sana espontaneidad de quién por su cargo, su situación y su propia honorabilidad, debería contener. Resumiendo, nadie besa si no quiere hacerlo. Nadie toca una teta a una colaboradora si no es intencionadamente, por mucho que se haga mirando hacía el terreno de juego y como quién no quiere la cosa. Aprovecharse de una situación y de una posición de poder para llevar a una mujer a acatar los deseos o esos inventados impulsos irrefrenables de un hombre, es abuso y es crueldad. 

Estos días, tras la alegría infinita que ha supuesto para el deporte femenino que la Selección Nacional de Fútbol haya ganado la Copa del Mundo en Sidney, un hecho significativo ha rodeado la celebración, donde hemos presenciado comportamientos más propios de chimpancés que de un presidente de la RFEF o de un seleccionador nacional. Pero si el escarnio al que ese sujeto expuso a Jennifer Hermoso no hubiera sido ya suficiente, nos encontramos con un señor que, arropado por su manada de simios guerreros, resta importancia a unos hechos que le denigran como persona y como líder de un estamento que, aunque sea privado, representa a nuestro país en las competiciones internacionales. 

Luis Rubiales supo en el mismo instante que sucedieron los hechos que lo había actuado mal y que le iba a caer encima un país entero, sobre todo las que como estamos mu locas, solo queremos una sociedad donde los hombres no tengan el derecho a usarnos a su conveniencia. Y por eso trató, él y el seleccionador, de aleccionar a la jugadora para que se colocase a su lado y mitigase con sus palabras las tortas que le iban a llegar por todos lados. Inventaron un discurso, poniendo en boca de la jugadora palabras que no dijo y todo para salvar su culito de machirulo irresponsable y garrulo. 

Esperábamos que diera un paso al frente y con cierta dignidad dejase un cargo que a todas luces le viene grande. Porque lo que se nos olvida muchas veces es que un puesto de responsabilidad no se consigue solo por unas cuantas aptitudes. Es exigible también muchas actitudes y Luis Rubiales ha demostrado que adolece de las más básicas e insignificantes, como son el respeto, la educación y el considerar que una jugadora no es una muñeca sin cerebro. Son mujeres con derechos y es vergonzoso tener que seguir poniendo sobre la mesa para recordarle a él y otros como él, que el hecho de que sean mujeres no es óbice para tratarlas como a ellos les venga en gana. Nadie ha visto al señor Rubiales plantarle un beso en la boca a un jugador profesional de fútbol. Sin embargo, sí que se ha atrevido a hacerlo con una mujer, porque esa es precisamente la razón. Es una mujer.

El señor, casi con el mismo gesto que usó en el palco a escasos centímetros de la infanta Sofía, usando los genitales como muestra de poder y de dominio, no ha dimitido. No ha sido tan valiente como para aceptar que ha sido un simio y asumir su culpa. Él no. Él está por encima de todos los valores que representa el deporte. Las chicas y las feministas somos todas unas locas feminazis que pensamos que su más que dudosa gestión, es solo la expresión de su forma de vivir, de ver y valorar a las mujeres y de comportarse con ellas como el macho alfa que un día soñó ser.

Las reacciones de sus allegados han sido tardías y escuálidas en sus argumentos. Y en hechos tan importantes hay que ser contundentes. Hay que exigir, no pedir. Hay que obligar, no insinuar. Hay que dar la espalda, no justificar.

El estado de derecho y el gobierno deben obligatoriamente poner en marcha la maquinaria necesaria para que Luis Rubiales y Jorge Vilda, por sus actos personales y de camaradería, de fratría futbolera, sean sancionados y lograr que esos dos señores, dejen el campo libre para personas que lleven el respeto y la dignidad de todas y todos los deportistas a lo más alto. Si no, serán CÓMPLICES. Estarán admitiendo que unas conductas totalmente indignas e inaceptables y más propias de siglos pasados y de hombres que no andan totalmente erguidos, se pueden dejar correr con unas hipócritas disculpas, que, analizadas sin mucha profundidad, no fueron tales. 

Las y los que nos negamos a que ese señor siga humillando a las mujeres, no somos idiotas, ni gilipollas ni nada parecido. No vamos a permitir que se trate a las mujeres de forma denigrante, se las humille o se las exponga. Las palabras de la que fuera Directora de Marketing y comercial de la AFE, que ya le denunció en 2016 por el constante trato vejatorio al que estaba sometida, son contundentes y cristalinas en cuanto a su comportamiento diario.  

El Mundial de Fútbol lo ganaron ellas. Lo jugaron ellas y fueron ellas las que se partieron el alma para conseguirlo. Es un triunfo de mujeres. Su tenacidad, su esfuerzo, su entrega y su amor por el deporte, luchando contra todo y contra todos, las ha llevado a lo más alto de sus carreras, teniendo que saltar obstáculos que solo la incultura, el machismo y el pensamiento más reduccionista del ser humano, las quería impedir lograrlo.

Ningún hombre puede decirle a una mujer que no puede hacer algo solo por ser mujer. NO EXISTE NINGUNA ACTIVIDAD QUE UNA MUJER NO PUEDA HACER si desea llevarla a cabo. Por el contrario, una mujer puede decirle a un hombre que no puede hacer muchas cosas. No puede besarla por mucha emoción que sienta, por muy contento que esté y por mucho que se sostenga los genitales en esa “preciosa” imagen que siempre incluye las elegantes palabras de “por mis cojones”. Porque, aunque a la manada se le olvide, por mis cojones no significa absolutamente nada. Son palabras huecas que solo tienen significado en cerebros vacíos de contenido racional. 

Nada puede ensombrecer el triunfo de la Selección Femenina de Fútbol. Nadie podrá nublar con sus vomitivas actitudes lo que ellas han logrado. Ahora la pelota ya no está en el terreno de juego. La mueve el gobierno porque los cobardes de la Asamblea General de la RFEF no se han atrevido a decirle a Rubiales que la puerta por la que tiene que salir es la pequeña, que la grande está ocupada por unas mujeres valientes que han demostrado que tienen más honor, más dignidad y más coraje que todos ellos juntos. Hay que sacar al indeseable de la manada. El beneficio de su marcha será para las deportistas, para las mujeres en general y siempre será mucho mejor que la vergüenza de seguir siendo… chimpancés.  

@belentejuelas

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