¿Son los africanos amigos de Putin?

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Es de vital importancia que a los españoles nos aclaren cuanto antes si países africanos como Níger, Burkina Faso o Mali son amigos de Putin.

Se trata de una cuestión trascendental, puesto que decisiones de enorme calado como la colaboración española en el conflicto de Ucrania (que aparte del horror de la guerra supone un gasto colosal) o las sanciones punitivas de la UE, se han dirimido bajo criterios del nivel de esa aplastante lógica: ser amigo de Putin (sic) es lo peor.

En su programa, Iglesias afirmó que Vox está patrocinado por Putin (según infería de los datos de un informe de la UE). Políticos de derecha e «izquierda» se lanzan mutuamente esa acusación, ser «amigo de Putin», como popularmente se tilda de «tóxica» a una persona.

Como sabemos, los militares que tomaron el poder en Níger han cancelado la exportación de oro y uranio a Francia. Mali y Burkina Faso, también Guinea, han mostrado su total apoyo al nuevo gobierno de Níger y han advertido que cualquier intervención de occidente (habitual cuando se trata del control de recursos) será considerada como un ataque a todos ellos. Representantes de Níger celebraron la expulsión de las estructuras francesas y manifestantes ondearon en las calles banderas rusas.

Esto se produce además tras una Cumbre Rusia-África en la que los participantes mostraron su voluntad de cooperar y prolongar las fructíferas relaciones mutuas, además de reafirmar su posición sobre la formación de un orden mundial justo y multipolar.

¿Cómo debemos interpretar esto desde nuestro país?

Borrell, máximo responsable de la diplomacia europea, en un reciente viaje a Níger, donde anunció una ayuda europea de 66 millones de euros en concepto de seguridad. Parece que no fue suficiente o se extravió.

Políticos como Yolanda Díaz, Alberto Garzón o Ione Belarra y tertulianos como Pablo Iglesias nos han advertido abundantemente de los peligros de Rusia, de sus aviesos intereses imperialistas, de la maldad reaccionaria de Putin, de los ataques producidos ahora y no desde el golpe del Euromaidán. ¿Qué nos dirán sobre estos movimientos en África?

Me refiero a ellos porque se definen a sí mismos como la izquierda, lo que quiere decir que deberían ser la voz referente de la clase trabajadora española. Deberían decir la verdad, en lugar de ocultarla, como hace la derecha. De momento desconocemos su opinión.

Por su parte, los medios nacionales parecen haber dictado ya sentencia. No es extraño. En su haber poseen la experiencia de décadas. Recordemos cómo han narrado las guerras de Siria, Libia o Irak y, en general, cualquier otro conflicto donde los intereses económicos de la Alianza Atlántica estuviesen en juego. En concreto los medios son y han sido especialmente críticos cuando se trata de países que pretenden tejer alianzas sin tener en cuenta los mandatos norteamericanos. No tanto en otras cuestiones africanas, como el asesinato de Thomas Sankara, Patrice Lumumba o Amílcar Cabral.

Es llamativo que, para esos medios, cuando un país pretende decidir su propio destino lo hace «inspirado por Moscú» (antes por la URSS), pero si se expolian sus recursos y se venden en Europa o EEUU, aunque su propia población muera de hambre, es democrático y está dentro del orden mundial deseable.

Hasta los medios supuestamente progresistas parecen lanzarse a la búsqueda de reparos en Níger, que nos traen recuerdos de aquel latiguillo de «Putin tampoco es santo», para intentar menoscabar el ánimo de los anti imperialistas de todo el mundo, que aguardamos como agua de mayo cualquier levantamiento contra el viejo orden mundial.

Fragmento del artículo «La larga sombra del viejo colonialismo… y del Kremlin», de Paco Audije, en Ctxt.es

¿Y nuestros adalides del progresismo y las libertades?

No seamos impacientes con Díaz, Garzón o Belarra. Deben estar de vacaciones u ocupados con la formación del Gobierno de Progreso, pues no han transmitido ningún mensaje, que tan cuidadosamente y puntualmente realizan en otras ocasiones gracias al riguroso escrutinio de los peligrosísimos riesgos del «imperialismo ruso o chino».

Aguardemos, pues quizás estén todavía valorando la existencia en estos países africanos de indicios de totalitarismos nostálgico-soviéticos, de represión a coloridas revoluciones, de fomento del cambio climático o persecuciones a minorías étnicas y sexuales.

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