La izquierda sentida gana el concurso de gestor de la OTAN

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Las elecciones adelantadas en periodo estival dejaron un buen resultado par el Gobierno de Progreso, la coalición formada por PSOE y Sumar, antes Podemos, quienes tendrán que aunar a los partidos independentistas para formar gobierno, pero en todo caso lograron evitar el escenario previsto por los sondeos, que auguraba una victoria de la ultra derecha con apoyo de la ultra derecha más rancia aún.

El termómetro que, para bien o para mal, significa unas elecciones generales y que presenta una instantánea de la situación ideológica de un país, ha revelado una inquietante situación: los poderes económicos que rigen en la Unión Europea y en la Alianza Atlántica han bendecido a la falsa izquierda española y le han otorgado de manera definitiva la plaza de gestor de sus intereses.

Yolanda Díaz, en su comparecencia tras conocerse los resultados, se auto percibía ganadora, entre vítores de presidenta, y dedicaba su primer agradecimiento a los medios. No es para menos, pues más sorprendente que la veloz financiación, a través de donaciones anónimas, ha sido la espectacular campaña publicitaria dedicada a Sumar. La persistente presencia de Díaz en televisiones, radios y prensa de las últimas semanas ha recordado los años en que los primarios de Podemos aparecían hasta en la sopa.

Pese a la sobreactuación, debe reconocerse en Sumar el logro de un resultado que puede celebrarse como un éxito. Han cumplido su misión de reserva de votos de la socialdemocracia. Así como antes lo hizo Podemos, han salvado los muebles a la pata izquierda del bipartidismo en un momento en el que el descontento podría haber cristalizado en organización rupturista.

Observemos todos los inconvenientes a los que se enfrentaban: el desgaste tras la gestión de la pandemia orquestada por la UE, el descontento por el empeoramiento de la clase trabajadora europea debido a la guerra estructural de la OTAN ahora enfocada en Ucrania, el aviso de la participación española en un «frente oriental», los engaños de la no reforma, la no derogación de la mordaza, la continuidad de la vivienda como mercancía para especuladores, el descaro de Enrique Santiago al afirmar que con ellos el trasvase de dinero público a intereses privados llegó a su récord, etc.

Incluso el anuncio, con la nocturnidad y alevosía de hacerlo dos días antes de las elecciones, de la entrega a la Bancocracia española de la administración de los fondos públicos de pensiones. Ni siquiera eso produjo el desgaste que hubiera sido esperado.

Es más, hasta los contumaces y disciplinadísimos militantes de los partidos que conforman Sumar expresaban en sus redes sociales que iban a cumplir el mandato de votar ya no con pinza, sino con arcadas. Unos por representar el papel de indignadísimos dolidos en sus principios ideológicos, otros por revancha de las purgas de sus ídolos, todos juntos por contrarrestar la lógica abstención.

Y sin embargo el resultado puede estimarse como satisfactorio. Me atrevo a afirmar que, dentro de la lógica bipartidista, hasta Vox ha cumplido su papel, pues los incompetentes y cerriles monigotes de la ultra derecha más rancia, pese a la bajada en el resultado, hicieron bien su tarea de espantajo, oportunísimo rol para movilizar el voto del miedo.

Valoración positiva por tanto para las dos muletas del bipartidismo, pese a la enorme pérdida de votos. Modestia aparte, considero que la tesis expuesta en esta misma columna hace unos meses, sobre la mejor adaptación de Sumar a las necesidades que el capitalismo requiere para los tiempos difíciles que se avecinan, se va cumpliendo. Y se repite, con marxiano paralelismo histórico, el imprescindible papel del PSOE en los años de «OTAN de entrada no«.

Con el apoyo de la marca blanca, Sumar, la marca original PSOE se lleva la plaza de gestor de los recortes y retrocesos en derechos que exigirá la Unión Europea para continuar lo mandatado por la OTAN: entregar a la clase obrera europea como combustible para el fuego de la guerra, esa guerra incitada para intentar frenar el inevitable nuevo orden mundial.

Permítanme señalar el desahogo de los valedores de esta izquierda sentida, que oscilan entre manosear el concepto de comunismo cuando le conviene a desdeñarlo si se pregunta por ello en las entrevistas de los medios progres, y que no dudan en apropiarse de símbolos como el «no pasarán», aunque en la realidad ni siquiera se atreven a molestar al sistema con ideas republicanas.

Que no cunda el desánimo en los militantes conscientes. Esto sólo evidencia lo que se sospechaba, que el deterioro ideológico nos obligará a reconstruir ya no desde los cimientos sino removiendo el terreno. Quienes no pasarán serán los falsarios, pues la mentira tiene las patitas muy cortas aunque la transporten en Leopard.

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