No estáis solas

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Si hay dos lugares en este país en los que la teoría queer y el neoliberalismo han hecho más daño al feminismo, son Cataluña y Euskadi. Y como Euskadi es lo que más conozco por razones obvias, voy a contaros un poco cómo están las cosas. 

Euskadi ha sido y todavía sigue siendo una tierra combativa, de gentes que no se doblegan fácilmente, y sobre todo de mujeres duras que nunca se han rendido. No hubo, como se nos quiere vender, un matriarcado como lo entendería el feminismo. Que las mujeres tuvieran algunas atribuciones en momentos concretos nunca las eximió de estar política, legal y socialmente sometidas al patriarcado. Que tuvieran un carácter legendario y ovarios como para parar un tren es otra cosa.

En Euskadi la Iglesia católica ha tenido mucho poder, el que le dio el dictador y el que le dieron quienes cogieron el testigo desde entonces, el PNV y su JEL (jangoikoa eta lege zaharrak, Dios y leyes viejas), de ahí que se les llame jeltzales. También es cierto que en estas últimas décadas se han modernizado y han ido abrazando ciertos principios feministas, crearon Emakunde, el Instituto Vasco de la Mujer, dependiente del Gobierno Vasco, que viene a ser el feminismo institucional por aquí. Siguen teniendo innumerables tics machistas, por ejemplo hasta hace no mucho en el ayuntamiento de Bilbao había una concejalía de Igualdad y Fiestas, en una muestra inequívoca del papel que asignaban al feminismo. 

En cuanto a la calle, al feminismo organizativo, asociativo, horizontal y contestatario, ha estado copado por la izquierda abertzale, ahora Bildu. En cada ciudad y en muchos pueblos se organizan a través del Bilgune feminista, que suele ser quien “corta el bacalao”. Y a cada una su mérito, cierto es que han difundido el feminismo en calles y barrios y han estado siempre en la lucha. En Bilbao también nació Pikara Magazine, una revista que en su origen era un soplo de comunicación y discusión feminista. 

Resumiendo, el feminismo en Euskadi siempre ha estado muy vivo a todos los niveles, y la mayor muestra de fuerza la dio en Bilbao el 8 de marzo de 2018, con una huelga y unas manifestaciones multitudinarias que nos sacaron a todas a la calle a gritar por nuestros derechos, y cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo. 

Y ese fue el punto de inflexión, supongo que el momento en el que se decidió que hasta ahí, que no podían seguir permitiendo que creciera un movimiento revolucionario que podía cambiarlo todo. Y lo que hasta entonces estaba larvado y quieto encontró su momento. A partir de ese 8 de marzo, se aparcó todo el feminismo y solo se habló de lo trans.

Y todos los partidos, todas las instituciones, se abrazaron al movimiento queer como si hubieran descubierto la rueda: desde el Gobierno Vasco a los bilgunes, desde las diputaciones a los ayuntamientos, desde las asambleas feministas a “Salda ba Dago” (jornadas feministas). Se creó Naizen, escisión vasca de Chrysallis (asociación de familias de niñes trans) y se les dio todo desde todas las instituciones: ponencias públicas, tiempo en la televisión pública, acceso a centros docentes, hasta se les nombró pregoneres de la Aste Nagusia bilbaína. Las asambleas feministas dejaron de ser espacios feministas y seguros y abrir la boca en contra del género condenaba al ostracismo por terfa y tránsfoba. Pikara se convirtió en un panfleto que alababa el género y las pollas femeninas e Irantzu Varela se dedicó a destruir toda la conciencia feminista que había contribuido a crear. Y con PNV, Bildu y Podemos institucionalizando el dogma queer, las feministas nos encontramos solas y arrinconadas. 

Pero conocían muy poco a las mujeres vascas que dicen representar. Porque, cual irreductible aldea gala, no nos hemos doblegado. Nos juntamos, hablamos, y empezamos a construir de nuevo. Tanto asociaciones nuevas como otras que llevaban años luchando nos unimos en pequeñas y grandes acciones como Euskal Herriko Feministak Radikalak, en charlas, concentraciones, espacios propios en las manifestaciones, podcasts, artículos. 

Y todo ese trabajo desde el ostracismo institucional y social va dando sus frutos. Cada vez somos más, cada vez hay más mujeres que pierden el miedo a hablar en asambleas, en chats, en las universidades, y sobre todo jóvenes, mujeres jóvenes formadas e inteligentes que denuncian el delirio colectivo y la destrucción del feminismo. 

A ellas está dedicado este artículo, porque de ellas es nuestro futuro, el del feminismo. Y a las que piensan como nosotras pero no se atreven a levantar la voz, no estáis solas, compañeras. Apartemos a las vendidas y a las lesbófobas, a las que quieren destrozar el feminismo y a nuestros hijos e hijas, a las que son patriarcado puro. Busquémonos en las calles y en las redes, juntémonos y sigamos construyendo juntas un futuro feminista.

1 COMENTARIO

  1. No estaremos solas, pero he sentido las zarzas y el viento soplando a mi alrededor al cuestionar a mis representantes, que ya no me representan, el porqué dd su apoyo.

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