Nos sorprendía hace unas horas la noticia del fallecimiento del crítico musical Carlos Tena, rostro recordado por el público español que hoy es de mediana edad, gracias a sus programas en Televisión Española en el final de los años 70 y los 80. Falleció este jueves a los 79 años. Carlos Tena mantuvo en toda su trayectoria un marcado carácter inconformista y un decidido posicionamiento política de izquierdas, que en sus últimos años se materializó en una manifiesta relación solidaria con Cuba y con la Revolución cubana, donde residió varios años en La Habana. Sus colaboraciones en movimientos cubanos fueron numerosas y fue además corresponsal del medio Cubainformación.
Ese espíritu inconformista le llevó a difundir en España a nuevos estilos musicales en unos años en los que la juventud estaba sedienta de nuevas sensaciones tras el desierto cultural franquista. Así, los jóvenes de la época pudieron ver en televisión (teniendo en cuenta que además en aquella época la oferta de canales se limitaba a dos opciones) a grupos de voces inglesas como AC/DC o Queen y a bandas nacionales o latinoamericanas como Zombies o Tequila.
Ese rasgo contestatario le produjo serios encuentros con la moralidad de la época y la censura legal de sus programas. Se le consideraba un personaje «incómodo» debido a esos encontronazos con la puritana moral tan ajena a los avances creativos que se estaban produciendo en el mundo musical en esas décadas, como también por su postura inconforme con los dictados mercantiles de las compañías discográficas y de los medios informativos.
Contrariamente a lo que suele suceder en el entorno cultural, Carlos Tena no sólo no templó su carácter con el tiempo, sino que se apuntaló aún más, llevando su compromiso de izquierdas hacia la crítica descarnada contra el imperialismo norteamericano y sus instituciones políticas y económicas como la OTAN y la UE, como puede comprobarse en el interesante blog personal que mantuvo actualizado hasta hace pocos meses.
En una actualidad musical que parece vendida a los concursos de consumo rápido como Operación Triunfo y a certámenes preparados como Eurovisión, entregados a intereses políticos y económicos, su ejemplo parece ya una rara avis, una excepción que hoy se antoja imposible. Que la tierra le sea leve.
