Cuando nos llamaron del hospital para decirnos que mamá había salido del coma, los hermanos nos fundimos en un gran abrazo. Todos nos reímos a los pies de su cama en el momento en que, tras explicarle que había pasado los últimos 5 años dormida, lo primero que nos preguntó fue si Podemos había dado el sorpasso al PSOE.
Ninguno de los hermanos se sintió molesto, antes bien nos pareció entrañable. Nuestra madre había vuelto, tal como era. Aunque mamá nunca mostró mucho interés en ello, después de morir papá y perderse el negocio familiar, la politica se volvió su fascinación. Le daba la vida seguir los debates de la Sexta Noche y pelear con los rancios en las redes sociales. Tocaba ahora explicarle el sinfín de momentos históricos de un lustro de enormes cambios.
Pero el doctor nos advirtió. «En su estado, cualquier alteración puede ser fatal». Tratamos de explicarle que se trataba de su pasión. «Bien, si quieren quedarse huérfanos, denle disgustos, que es lo que trae la política», nos contestó con rigurosa franqueza.
Mamá no entendía que el reposo absoluto era también para su cabeza. A los dos días de estar despierta, no podía descansar sin estar al tanto de la situación internacional. «¿Por qué no me contáis nada? Decidme cómo está el mundo. ¿Qué pasó en Siria?».
Como mayor de los hijos, creí que mi obligación era tomar la iniciativa y, tras una mirada cómplice a mis hermanos, le contesté: «mamá, el mundo está en un periodo de calma. Todo sigue igual. Y Siria es ahora un país libre. Al Assad perdió y terminó como Sadam o Gadafi».
«Pobre hombre. No deseo a nadie ese final, pero se lo buscó por los crímenes de su régimen», contestó, visiblemente serenada por mi respuesta.
De ese modo, los hermanos urdimos un plan. Una vez ya instalada mamá en casa, le diríamos que, por prescripción médica, nada de televisión, radio o de redes sociales. Sobre la actualidad, crearíamos un decorado a su alrededor.
Teresa, la menor de los hermanos, propuso una genial idea: crear montajes con los tuits y las portadas de Público y El País para mostrarle detalles de la vida política. No nos resultó complicado mostrarle fotos de Pablo, Irene y Yolanda tomando posesión de sus ministerios o en el ejercicio de sus cargos, y aderezarlas de noticias sobre triunfos históricos que iluminaron su rostro.
Así, a medida que su curiosidad aumentaba al ir recordando, satisfacíamos su deseo de saber. Le contamos que, después del gran éxito de las europeas, una coalición de todas las izquierdas era el principal partido del Gobierno junto con el PSOE, a quien habían forzado a girar hacia la izquierda y a realizar cambios transformadores jamás vistos.
«Pero, entonces, el bipartidismo…». Lloró de felicidad cuando le conté que el bipartidismo estaba roto para siempre, y que los restos del régimen del 78 se fueron desmoronando poco a poco como un castillo de arena con la marea.
«Mamá, España es ya un país libre de desahucios. Los contratos ahora son todos indefinidos. Yolanda liquidó la precariedad laboral. Las reformas del PP, enterradas en el pasado. Y lo mejor de todo, las personas de todos los géneros posibles son por fin iguales, con los mismos derechos».
Tan fantásticas noticias alimentaron una notable mejoría en su salud. Ello nos obligaba a Teresa y a mí a ir creando nuevos decorados a medida que su voracidad de noticias aumentaba.
Para actualizar su visión internacional, le explicamos que hubo un presidente fatídico en los Estados Unidos, un millonario despótico, pero que fue vencido por un presidente maravilloso que, como en España, lideró un movimiento de personas preparadas, feministas, racializadas, ecologistas y LGTB, que produjo un efecto dominó en las democracias mundiales.
Por momentos pensamos que mamá, siempre astuta, desconfiaría cuando le contásemos que Cuba por fin se abrió a la democracia y ya realizaba elecciones libres, o que Maduro fue superado por una corriente renovada de venezolanos dispuestos a vencer con diálogo las diferencias con Norteamérica.
Para relatarle la pandemia, le contamos que China creó un virus, pero se le fue de las manos y acabó extendido por el globo. Por ello miles de personas fallecieron en Asia, pero en EEUU se crearon vacunas que fueron distribuidas gratuitamente a todo el mundo.
«Para que veáis, hijos. Eso demuestra la superioridad del mundo libre frente al totalitarismo comunista».
Y así su salud mejoraba por días. Sin embargo, las mentiras son difíciles de sostener, por piadosas que sean.
Teresa perdió su empleo por la crisis y yo me vi obligado a aceptar un destino lejos de casa, que conllevaba más gastos. Los demás hermanos vivían sus particulares apuros. Nuestros ahorros se esfumaron en meses. Llegó un momento en que no pudimos sostener los precios cada vez más altos de los productos que a mamá le gustaban y ya no sabíamos qué inventar para disimularlo.
Una mañana me quedé dormido, cansado por las exigencias del nuevo trabajo, y mamá encendió la tele. De un noticiero matinal, alcanzó a oír unas palabras de Ione: «los amigos de Putin prefieren desatar la guerra nuclear en Europa antes que solucionar la inflación».
Fue como un shock. Para calmar la ansiedad que le provocó la mención de semejante escenario, nos vimos impelidos a revelarle algunos bosquejos de la realidad.
«Mamá, recordarás el movimiento revolucionario del Euromaidán. Pues bien, hace un año Putin no pudo contener más su ira y sin provocación previa invadió el país. Durante estos meses han asesinado a cientos de civiles y han saboteado los recursos energéticos de la UE. Pero no te preocupes, mamá. Una gran alianza de países libres de Occidente ya se ha encargado de liberar Ucrania. Es cuestión de tiempo que Rusia reconozca su derrota. El orden mundial prevalecerá».