Telmo quiere follar…

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Algo en lo que coincide con prácticamente la totalidad del género humano en cualquier momento de la historia y en toda cultura habida y por haber. Es un deseo tan universal que si la especie se mantiene es gracias a este deseo.

Este deseo ha construido las relaciones sociales y de poder desde los primeros grupos de primates hasta nuestros días de forma explícita o simbólica. El acceso al sexo ha sido una marca de poder en los grupos señalando quién podía y quién tenía la obligación de ofrecerlo.

En esos grupos, como en los que ahora existen, al menos en este aspecto, el sexo es una forma de afirmación sobre y símbolo de estatus, como en el caso de Dani Alves. Estatus que se asienta en la fuerza física o económica o cualquier otra que se valide socialmente como deseable.

Y Telmo tiene tras la concesión del Goya un valor social deseable por multitud de personas: la fama. Cierto que sin ese valor y con su discapacidad sus posibilidades de follar eran muy limitadas. O no. Luego lo comento. Porque si follar es la mecánica, su resultado: el placer, es la base de la cohesión intragrupo y de la estima personal, y ahí Telmo parte con una desventaja evidente para atraer a las posibles parejas, pues como él mismo reconoce su cuerpo no es de los que despierten pasiones.

Consciente Telmo de su desventaja, ahora tras el Goya muy mejorada, reclama que no se abola la prostitución -a la que ha recurrido- y su derecho a follar logrando el aplauso de los asistentes a la gala y su difusión por la cuenta en Twitter de la ONCE.

El placer de la piel, el sentirse deseado, amado y protegido son algo más que una descarga orgásmica de unos segundos, son la base con la que se construye una salud mental sana desde la infancia y es por la que los bebés ríen y buscan refugio físico cuando se les lava, alimenta o acuna.

Lo no se logra con asistentes sexuales ni con la prostitución, por más que se pueda entender y lamentar la limitación que supone para la ausencia de relaciones sexuales sanas; que para serlo deben reunir dos aspectos: atracción y deseo.

Y como ni en la asistencia sexual ni en la prostitución existen la atracción ni el deseo y sólo prima el intercambio mercantil y la explotación de una necesidad de una de las partes por el putero, pues lo del “derecho a follar” es una de tantas declaraciones sin sentido.

Como sobre la trampa victimista del pobre discapacitado al que nadie toca ya ha escrito Ana Pollán en este mismo digital, que os invito a releer, no seguiré con este aspecto sobre el “derecho a follar” de discapacitados, ni de nadie.

Y volviendo a Telmo, que confiesa recurrir al sexo de pago, y no es consciente de los muchos puntos que ha conseguido con el Goya, no sólo en su carrera profesional, sino, además, en sus posibilidades de follar dentro del mundillo de las parafilias, que se multiplican como hongos, nos encontramos con la abasiofilia, que describió John Money en 1986 y 1990.

La abasofilia, también conocía como devotismo, consiste en la atracción y excitación sexual con personas con alguna discapacidad física y ocasionalmente psíquica, si bien los devotee -sus practicantes- niegan esto último.

En esa línea, los devotee dicen buscar la superación de los estigmas que la discapacidad lleva asociada a la sexualidad e integrarla como un aspecto más de su vida afectivo-sexual, como sujetos sin discapacidades, lesiones o amputaciones, como de quienes tienen alguna de ellas.

En ese sentido los y las devotee señalan cómo es posible que se ignore y niegue socialmente el deseo sexual de las personas discapacitadas y sean las mujeres con alguna discapacidad las que más agresiones y abusos sufren por parte de sujetos “normales”.

Lo que lleva a los devotee a reclamar una consideración de su enfoque sexual como un aspecto de la erótica que estaría alejado de lo que peyorativamente se llama parafilia, ya sería una relación sana entre adultos. Cada cual con su peculiaridad corporal y deseo sexual.

El problema para llamar a estas relaciones sanas surge porque el devotee –mayoritariamente hombre, usa a la mujer como un fetiche en las que las relaciones igualitarias y de respeto no existen. El devotee no busca relaciones estables, sino solamente objetos sexuales y fetiches.

Pero bueno, por el camino de los devotee homosexuales puede Telmo encontrar una salida a sus deseos y “derechos a follar” si acepta ser un fetiche sexual, con la ventaja añadida, tal vez, de que no tendrá que pagar ni aprovecharse de la necesidad de nadie, de ser un putero.

Ya sólo es cuestión de que se ponga a escarbar en las diferentes webs que hay sobre el tema, que seguro algo encontrará. ¡Suerte, Telmo!

1 COMENTARIO

  1. La expresión parafilia tiene en muchos contextos una connotación peyorativa que no puedo compartir . El único límite a la libertad del comportamiento humano entre personas no puede ser otro que la imposibilidad física o el derecho de los otros negarse.Particularmente en el sexo Hasta no hace mucho se aplicaba a comportamientos como la actividad homosexual esa expresión como tacha tomando como referencia un concepto determinado de naturaleza. Ya no es así en nuestra civilización occidental, para bien de muchos seres humanos y para el de la causa general de la libertad.
    Tiene U. razón respecto de su afirmación de que el sexo no es un derecho fundamental que quepa exigir ,por cuanto su exigencia puede comportar la vulneracion de la voluntad de otros. No es menos cierto que sobre el oficio de los trabajadores del sexo( todavía en su mayoría mujeres)pesa el proxenetismo como una lacra insoportable. Verdad es también que no se puede frivolizar sobre la habitual relación de esclavitud vinculada a esta forma intolerable de esclavitud. Esto es lo que me parece escandaloso. El comercio en sí, libre y consentido en torno a una actividad humana tan inocente como lo es la sexual ( con todas las prevenciones implicadas y necesarias, de todo género ,para su práctica) en tanto que práctica de dos seres libres debe ser protegido y regulado .Nada ,sino un pesado convencionalismo social muy influido por una mentalidad de control sobre la sociedad , mentalidad instrumentada históricamente a través de la religión, pero también en su antítesis ,y por criterios fundamentalistas ,por los regímenes comunistas, debiera impedirlo. Como no se impide el contacto amistoso de otras partes del cuerpo, o el sanitario.En ese sentido, Telmo debiera poder con quien así lo quisiera satisfacer su necesidad sexual en un mercado libre de tal actividad con quien quisiera prestarla. Como acude a restaurarse si no puede proporcionarse alimento por sí mismo o adquiere cualquier otro bien de otro ser humano. La sacralización de los órganos y de la actividad sexual me parece una rémora emparentada con el tabú de los mitos y con el ejercicio del poder . Que el sexo no sólo es un bien más de los seres humanos sino una actividad especialmente bendecida ( por nadie, por su propia naturaleza) lo tengo bien presente. Precisamente por eso.

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