Conciencia de clase y Barrio Sésamo

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La derrota de las listas de izqueerda ha tenido efectos inesperados, casi serendípicos. De repente han recordado la palabra /mujer/, para nombrar a las que antes eran sólo personas menstruantes. ¡Albricias!

Y junto a ese descubrimiento han querido recuperar un viejo concepto que habían negado con ahínco en la búsqueda de la transversalidad: la conciencia de clase. De pronto han visto que habían tirado al niño junto con el agua del barreño en esa búsqueda de lo inclusive y diverso.

Nunca es tarde si la dicha es buena. ¿Pero cómo van a recuperar y llenar de contenido lo que durante tanto tiempo ha sido para elles una antigualla, algo que no atendía a las nuevas realidades sentidas que no comprobadas como materiales, sino vividas como experiencias íntimas?

El primer paso estaría por reconocer que el idealismo que sustentaba una buena parte de su política no atendía ni entendía a las necesidades reales de la mayoría de su público objetivo: la clase obrera, pero ignorado por la multiplicidad de colectivos a los que contentar.

Y qué decir de su empecinamiento en legislar sobre el idealismo de creer que se es lo que se quiere ser y no sobre la materialidad que determina qué posición ocupas en la sociedad.

Puestas así las cosas lo primero para llenar ese vacío del concepto de conciencia de clase que sería recuperar el sentido de la realidad material empezando por la biología.

Fue nombrar la biología en un tuit para que los siempre atentos y bien formados en Marxismo Trans 2.0 se lanzaran a reírse de la idea y tacharla de biologicismo, eugenesia –como si supieran lo que es- e higiene racial.

No hay que extrañarse de estas salidas cuando ves que las políticas legislativas de la izqueerda se han centrado en los sentimientos contra toda evidencia científica sobre qué es ser mujer, en admitir que los deseos no atendidos son vulneración de los derechos humanos y similares simplezas.

Pero lo más llamativo de esta negación de la biología como base de la materialidad que sustenta el materialismo histórico es que esconde un profundo desconocimiento de las ideas que al respecto tenían Marx, Engels y Lenin, y de su importancia en el análisis de la realidad.

Cuando Darwin publicó El origen de las especies en 1859 Engels fue uno de sus primeros lectores. El libro le causó tal impacto que se apresuró a escribir a Marx «Darwin, a quien acabo de leer, es magnífico. La Teleología no había sido demolida en ningún sentido, pero con esto ya se ha hecho. Por otra parte, nunca ha habido hasta ahora un intento de demostrar la evolución histórica en la naturaleza de manera tan espléndida, al menos con tanto éxito».

El trabajo de Darwin ponía las bases biológicas de lo que Marx y Engels estaban desarrollando en lo social. Aquel señalaba el proceso histórico en el desarrollo de las especies donde los naturalistas hasta él sólo habían clasificado sin entender cómo se había llegado a esa situación.

Cuando Marx leyó a Darwin escribió a Engels “este es el libro que contiene la base de nuestras ideas en la historia natural» (1860). El materialismo histórico tenía sus pilares en lo biológico y en lo social, en un proceso de retroalimentación entre lo biológico y lo social.

La importancia que el conocimiento de la biología evolucionista tenía en la construcción del materialismo y para el movimiento obrero se lee en el prefacio de Engels a El Manifiesto Comunista en la edición alemana de junio de 1883, apenas dos meses tras la muerte de Marx.

Vuelve Engels a señalarlo en Introducción a la dialéctica de la naturaleza, en El papel del trabajo en la transición del mono al hombre, en Del socialismo utópico al socialismo científico, en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado o en Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.

Pero donde señala Engels esa importancia es en Discurso ante la tumba de Marx, «Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley de desarrollo de la historia de la humanidad». Y una no se entiende sin la otra.

Por supuesto, y aunque aplaudieran ambos el trabajo de Darwin, señalaron las derivas que en lo que se ha llamado “darwinismo social” como justificación el estatus quo social y las diferencias en base a “los mejores son los que triunfan” en contra de cualquier circunstancia.

Ese “darwinismo social” con el que Darwin tampoco comulgaba, si bien su posición personal era distante con el incipiente socialismo que representaba Marx, lo que no hizo que éste dejase admirar el trabajo de Darwin y ver en él las aplicaciones para entender el desarrollo social.

Así que después de la publicación en 1873 de la segunda edición del primer volumen de El Capital, Marx le enviara un ejemplar con la nota: “A Mr. Charles Darwin de parte de su sincero admirador, Karl Marx”.

Reírse de la idea de la biología como punto de partida de lo material indica lo poco que conocen de la historia del movimiento obrero español, y más concreto del anarquista en la España de fines del XIX e inicios del XX, que asumía como evidente la evolución del simio al hombre.

Es ampliamente conocida, menos para estos incultos, las polémicas de Anselmo Lorenzo o Federico Urales mantenían con la idea del “darwinismo social” como trampa para la clase obrera. El evolucionismo se conocía y se debatía en los “círculos” de entonces.

Escribía Kropotkin -el de La conquista del pan- en 1905 que: “cuando Darwin puso en circulación la idea de la lucha por la existencia, representando esa lucha como el gran impulso de la progresiva evolución, agitó la antiquísima cuestión de los aspectos moral e inmoral de la naturaleza».

Para el movimiento obrero la importancia e influencia de las teorías evolucionistas no eran un tema ajeno por sus implicaciones políticas y sociales, y tanto para socialistas como para anarquistas el escribir y debatir sobre ello era parte de su actividad propagandística.

En las sedes de los partidos obreros la formación era una parte fundamental de su acción, y esa formación iba desde la alfabetización a las discusiones políticas en las cuestiones más dispares, donde el darwinismo no era ajeno. Había hambre por aprender entre obreros y obreras.

Quienes tenían más formación hacían las veces de mentores de sus camaradas, les leían las noticias y traían al debate las novedades en muy diversos campos.

Han tenido que pasar más de 100 años para que el estudio y el conocimiento científico sea motivo de burla entre quienes dicen ser de izquierda y niegan hechos evidentes en biología dando prioridad al sentimiento, a lo idealizado, a lo fantaseado como base de la sociedad.

Lenin lo criticó duramente en Materialismo y empiriocriticismo sin que hoy estos neoizquierdosos sepan quién era el autor y qué criticaba. Les da igual. Lenin es un preboomer para elles.

Hoy hemos llegado a un nivel tal de ignorancia y de presumir de ella que habría que empezar con los básico de 1+1=2 o arriba y abajo, como os contaba Coco en Barrio Sésamo; y aún así es dudoso que alguno no tuviera problemas para pillarlo.

Claro, que a alguno no le ha ido tan mal con lo de presumir de su ignorancia, que hasta le han invitado a ser ponente en la U. de Salamanca, que es como si a un corrupto le invitan a ser ponente en unas jornadas contra la corrupción política. Nos vamos a la mierda.

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