Tras la presentación de la nieta subrogada de Ana García Obregón, con sus delirantes razonamientos para justificarlo, como el uso del semen de su hijo muerto, la compra de la gestación de una mujer cuasi indigente y el revuelo levantado por el proceso en base al sensacionalismo del que hace gala ¡Hola!, se ha dado una reacción social mayoritariamente en contra de los vientres de alquiler (VdA) desde el Gobierno, que de forma hipócrita sigue manteniendo en vigor la Instrucción de 5 de octubre de 2010, hasta la última de las tertulias y redes sociales, de tal manera que los defensores de los VdA se han visto obligados a redoblar sus esfuerzos para dignificar la compra que hacen de la capacidad de gestar de una mujer necesitada.
Entre esos argumentos que han repetido como clones de uno a otro perfil habría que destacar los que hacen referencia a la moral; la dignidad de la mujer; su libertad; el altruismo, la donación de órganos o negar el carácter mercantil de los VdA. Y en bastantes ocasiones todos juntos, cual potaje.
LA MORAL
Para quien su deseo es el parámetro por el que se mide lo que es “su derecho humano”, tiene dinero para llevarlo a cabo y considera a una mujer como un elemento instrumental, lo de apelar a la moral como criterio ético para ver los límites de su acción le suena a totalitarismo.
El de la moral va en la línea de calificar a quienes están en contra de la explotación de la mujer de represores al nivel de los inquisidores y censores religiosos. Se plantea que los VdA es una superación de viejos esquemas morales y son, por supuesto, un avance social.
Para los defensores de los VdA ésta es una “asignatura pendiente”, ya que la “demanda la sociedad”; es decir, ellos; es legal en otros países y cada vez es más frecuente que se busque esta “solución” fuera de España, con el perjuicio económico para estos compradores.
Este argumento daría por bueno el matrimonio infantil, el sexo con menores o el consumo de estupefacientes en tanto fuese necesario salir fuera de España y hubiera un grupo que lo viese como la superación de una “asignatura pendiente”.
La moral represiva que se achaca a los que nos oponemos a los VdA y explotación de la mujer sería un reducto de una visión desfasada de la sociedad en este sorprendente siglo XXI en el que los avances sociales se miden por la capacidad para hacer realidad los deseos a costa de lo que sea. Ante un “mundo globalizado” que hace que la demanda se atienda allí donde las barreras morales o éticas se han obviado -porque si hay negocio habrá quien lo cubra-, se echa en cara a los que nos oponemos a los VdA que queremos ponerle “puertas al campo”; consiguiendo sólo que hagamos pasar “un calvario a padres y niños que buscan y van a seguir buscando la solución fuera de España” (R. Matesanz, dixit).
LA DIGNIDAD
Este argumento echa mano de la considerar la denominación vientre de alquiler (VdA) de cosificador y ofensivo para la mujer, pues la estaría reduciendo a una parte de su anatomía, como harían los puteros o pornógrafos, por ejemplo, retorciendo un principio feminista por el cual ser madre no es lo que define ser mujer, de modo que se puede ser “madre gestante” sin tener que sentirse en la obligación ni de cuidarlo ni sentirse ligada a ese bebé en modo alguno, en una “reformulación que (VdA) hace de la maternidad biológica, la hegemónica…” (Lucía Barbudo, 16/04/2023. eldiario.es), dando a “los feminismos” una fuerza que no esperaban “a la hora de abordar la maternidad desde un punto de vista no patriarcal”.
En este argumento de cómo el VdA dignifica a la mujer se omite lo que supone el proceso de la gestación de cambios hormonales y emocionales en la gestante, que si necesariamente no hay que convertir en un cuento de hadas, tampoco se pueden ignorar, pues considerar que la disociación gestación-gestante-bebé es un triunfo de “los feminismos” frente al modelo patriarcal de la “buena madre” es también ignorar los cambios que la gestación produce en la mujer; pero claro, si se considera a la biología como “un discurso” y no una realidad tangible se entiende este absurdo.
Si el capitalismo favorece un tipo de negocio en que la mujer es un objeto similar a un microondas y hay quien lo ve como un triunfo frente al patriarcado, no sólo estás comprando el argumento, sino, además, vendiéndolo como un triunfo. ¿Qué más quiere el patriarcado?
LA LIBERTAD
Unido al criterio de una demanda social que hay que cubrir y al que se opondrían los moralistas está el de considerar la compra-venta de un bebé como una “transacción económica” al mismo nivel que el que se tiene con “las trabajadoras sexuales”, de modo que eso de “follar gratis por amor” se ha acabado; del mismo modo que “gestar y parir” por la cara es cosa del pasado. Si tienes dinero compras el servicio de gestar y parir o follar; y si no tienes dinero pues te jodes.
Entonces, la libertad para follar o tener hijos estaría supeditada a la capacidad económica ¿del hombre sólo? ¿Ninguna mujer querría follar por placer y si lo hace deberá pagar? ¿Ninguna mujer querrá tener un hijo y si se lo plantea deberá pagar, y a quién? ¿Y con qué método?
Dice Barbudo: “El trabajo sexual y el trabajo gestante hackean el patriarcado y revierte los ejes de dominación”. Parece ignorar que la prostitución es una mafia dirigida y usada por hombres en el que la mujer es un producto de usar y tirar. Curiosa forma de desmontar el patriarcado.
Otra de las formas más peregrinas de asociar la libertad de la mujer para decidir sobre qué hacer con su cuerpo está en quienes asocian los VdA con la capacidad para abortar.
Quienes igualan la decisión de una mujer para abortar con la de alquilar su útero están igualando un proceso resultado de una necesidad derivada de una patología o situación social indeseada con la de gestar por necesidad, y no se dan cuenta los defensores de los VdA cómo en uno y otro caso la mujer “decide” obligada por una situación indeseada. En el aborto, porque no puede o desea tener más hijos y en el alquiler de útero porque necesita venderse para atender una necesidad económica.
En este caso la teórica libertad de la mujer es sencillamente atender una situación no deseada. Las mujeres ni abortan por capricho, ni gestan y paren para otros por “altruismo”, sino por necesidad, y hay que ser muy miserable para hablar de libertad en esa situación.
LA DONACIÓN ALTRUISTA
Para los defensores de los VdA, ésta se iguala a la donación en vida de un riñón, médula ósea o parte del hígado, que si en el primer caso hay una pérdida de un órgano, que no se regenera, en los otros se recupera con el tiempo la situación previa a la donación. Y tras plantear tan peregrino argumento esperan que el debate se zanje sin más. Entre el altruista y solidario donante y el necesitado receptor no hay nada ni nadie que se pueda ni deba interponer, dicen. En todo caso es el Estado, en lo defensores de esta idea, como EHBildu, o la sociedad civil mercantil, como los neoliberales, quienes estarían capacitados para regularla.
Si la donación de un riñón, de medula, de sangre se hace para paliar una paliar una necesidad biológica producto de una patología o accidente, habría que acordar que la “donación” de un bebé sería para tratar la enfermedad de quien deseando la paternidad no puede por distintos motivos, luego el receptor sería un enfermo que encontraría en ese bebé su terapia.
Está bien que reconozcan los defensores de los VdA que el deseo de paternidad de estos sujetos es una patología, sólo que el tratamiento está mal enfocado, y serían los servicios sociales de adopción los que primero deberían intervenir y posterior o complementariamente los de salud mental, antes de hacer intervenir a los judiciales.
En la angelical visión del altruismo que los defensores de los VdA tienen, les gusataría una legislación como la que ya existe aplicada a los trasplantes con su control médico y judicial, que asegure la “limpieza” del proceso y proteja a progenitores, gestantes y bebés.
Que este sistema ya se haya dado en Portugal con un “éxito aplastante” no parece hacer mella en el ánimo de sus proponentes.
NO ES COMPRA-VENTA
Dicen escandalizados los defensores de los VdA. Eso es banalizar el proceso, deshumanizarlo, bajeza moral, falaz, torticero, un ataque a los menores, bla, bla, bla… Pero, ¿seguro que no es una compra venta?
Un individuo -a estos efectos da igual si hombre o mujer, homo o hetero, con o sin pareja- que siente que le falta algo en su vida, y ese algo es un hijo y no puede tenerlo por problemas médicos propios -o en su pareja, y menos si es homo- y la adopción no le cubre su “necesidad” busca un medio que le cubra esa necesidad -derecho humano en su jerga-. Y ese medio es una empresa que vive de poner en contacto potenciales progenitores con mujeres necesitadas que venden su capacidad reproductiva.
El mercado está ahí para atender esa demanda. Y ese mercado cuenta con empresas con servicios médicos y jurídicos que le ofrecen una solución, que en España no es legal, pero sí en otros países. Entonces la solución está al alcance del bolsillo del cliente, porque en cuanto contratas un servicio, sea el que sea, te conviertes en cliente.
Así que contratas, y en ese contrato el “altruismo” tiene un coste no menor, porque hay que cubrir los gastos de esa empresa de servicios y sus profesionales, que no se alimentan del aire, y hay que atender los gastos médicos que la “gestante altruista” tendrá.
En el contrato que firmas hay unas cláusulas que obligan a todas las partes, incluida la gestante, y se especifica qué se va a recibir a cambio de ese contrato de servicios: un bebé. Y el proceso lo llamarás altruista o como quieras, pero que te habrá costado un pastón. Entre 50.000 y 150.000 €.
En conclusión: si firmas un contrato, pagas por un servicio y te llevas un producto has hecho un proceso de compra-venta te pongas como te pongas. Eres un comprador de bebés.