¿Qué se compra con un cheque de 200 euros?

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Como una tradición navideña más, por estas fechas volvemos a ver Qué bello es vivir. Reconozco que me parece una magnífica película, que no me importa ver de nuevo y siempre me conmueve.

¿A quién puede disgustarle una historia que es una bella metáfora de la lucha vital, que nos cuenta que cada vida humana es necesaria y que hay épica tras las historias anónimas en su batalla cotidiana por salir adelante? A nadie.

Así como hoy se confunde el comunismo con cualquier cosa, en su momento Qué bello es vivir fue considerada propaganda comunista por el FBI. Hoover, primer responsable del buró federal investigador norteamericano, en su implacable cruzada antisocialista, observó intenciones antiamericanas en el personaje interpretado por el bueno de James Stewart. Sin embargo, era obvio que la película no tenía nada de comunista, más bien lo contrario.

Pese a la crítica amarga del antipático autor de este artículo, James Stewart y la espectacular Dona Reed bordan unos personajes de leyenda, bajo la dirección magistral de Capra.

Su director, Frank Capra, italoamericano convencido de las bondades del sistema que le acogió, había realizado otras películas bélicas, estas sí de auténtica propaganda sobre la intervención en la Segunda Guerra Mundial. Qué bello es vivir sugiere un mensaje, por encima de la entrañable historia del pequeño empresario arruinado a quien un milagro salva del suicidio: que el capitalismo funciona, que a pesar de la codicia de ciertos empresarios es posible mejorar, si se hace con buenos sentimientos, y que con la distribución de la riqueza (elogio del New Deal de Roosevelt) era posible salir de la Gran Depresión.

Aunque por otros motivos, hoy el capitalismo norteamericano se enfrenta a otra crisis. Esta vez debida a un nuevo orden mundial, en la que su capacidad imperialista está en decadencia. Y hoy los gobiernos de la Alianza Atlántica hacen el papel de Frank Capra: nos venden con enorme propaganda que el capitalismo funciona, a pesar de la pandemia y a pesar de la maldita guerra “de Putin”.

La parte más a la izquierda del Gobierno publicita en sus redes que, gracias a sus medidas, los hogares están seguros y que a las familias les protege un escudo social.

¿Quién puede oponerse a que familias asfixiadas por la crisis reciban 200 euros? Unos euros que pueden llevar comida a la mesa o hacer que unos niños no se queden sin la ilusión de algún regalo de Reyes Magos.

Nadie puede oponerse. Con alivio lo recibiremos quienes cumplimos los requisitos (aunque habrá que esperar a que el Gobierno explique las condiciones). Pero debemos saber que con los 200 euros el Gobierno también compra algunas cosas. Y lo malo es que estas cosas no las explica, aunque se dicen progresistas y de izquierdas.

Para que el cheque aumentara con creces su valor, debería tener escritas al dorso las siguientes aclaraciones:

  • Que nos mienten sobre la guerra en Ucrania, así como nos mintieron sobre Siria o Libia y tantas y tantas agresiones imperialistas anteriores.
  • Que España carece de soberanía popular y que los trabajadores no somos más que carne de cañón para los intereses económicos de la UE.
  • Que los fondos europeos de este nuevo New Deal, el famoso escudo social, son las migajas del proyecto para el sostenimiento de los intereses de la OTAN, de cuya hegemonía mundial dependen las grandes empresas multinacionales, entre ellas las que forman el IBEX35.
  • Que las mejoras como estos cheques, así como las demás medidas del Gobierno, pueden suponer algún alivio, pero ni siquiera harán cosquillas a los pilares del sistema capitalista, las grandes empresas seguirán alimentándose de las vidas de los trabajadores, seguirán especulando con las condiciones laborales, la vivienda, la salud, la educación…, pues esta versión dulcificada de la política útil por consenso no solo no es transformadora, sino que esconde la lucha de clases como si fuese un tabú.
  • Que la clase trabajadora necesita organización, no caridad. Necesita abrir los ojos, no trampantojos.

Si esto hicieran los Ministros Progresistas, cuando nos entreguen el cheque tal vez escucharían campanillas, pues se habrían ganado las alas.

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