Las ventanas rotas del C.M. Elías Ahuja.

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El 22/09/2014 Álvaro, estudiante alojado en el C.M. San Agustín murió al caer desde 8 m. sobre la A6. A su familia le juran que ha sido un accidente: cruzó corriendo un semáforo, con las manos en los bolsillos, tropezó y cayó sobre la A6.

El atestado de Policía recoge la extraña muerte del joven novato. «Álvaro había bebido, también los dos veteranos que le acompañaban. Ellos declaran que el novato se asomó a la barandilla, y resbaló». Testigos aseguran que el joven estaba «tonteando» en el puente y cayó.

El director del C.M., Pedro Moral, un sacerdote de la orden de los Agustinos, mantiene la versión del tropezón dada por los compañeros: «Álvaro tuvo un accidente, y desgraciadamente ese accidente fue mortal».

En 1969 Philip Zimbardo, psicólogo social de la U. de Standford, realizó un experimento que consistía en abandonar un coche en El Bronx, una zona pobre y con una elevada tasa de delincuencia. El vehículo se dejó sin matrícula y las puertas abiertas. En diez minutos fue destrozado.

Se hizo esta misma prueba poco después en una zona de clase alta y bajos índices de delincuencia para ver si había diferencias. Un coche idéntico al del Bronx y en iguales condiciones de estar sin matrícula y con las puertas abiertas se dejó en (Palo Alto, California).

Durante una semana no pasó nada. El coche seguía intacto. Entonces Zimbardo decidió abollar la carrocería con un par de martillazos y romper una ventanilla. Así, el coche pasó de estar perfecto a mostrar abandono y deterioro evidente.

En pocas horas el coche pasó de estar con algunos desperfectos a ser destrozado por los ricos y educados habitantes de Palo Alto. Tardaron un poco más que los vecinos del Bronx pero llegaron a los mismos resultados.

La conclusión de este experimento es que si en un coche, casa, parque, NOVATADAS… se da un deterioro y no se arregla pronto, se deja así indefinidamente, el mensaje que se da es que a nadie le importa cómo está y cualquier otro deterioro está “permitido”.

Esto es lo que J. Q. Wilson y G. L. Kelling, que fueron quienes dieron el nombre a esta situación como de las “ventanas rotas”, estudiaron en los 80 en el Metro de NY, lugar “paradigmático” de la inseguridad.

Analizaron la imagen y estado del Metro y recomendaron una estrategia de seguridad que comenzaba por combatir las “pequeñas transgresiones”: graffitis, borrachera, no pagar, gritos, etc.

La idea era que conductas no gravemente delictivas, pero sí muy molestas para usuarios y potencialmente peligrosas, no se convirtiesen en el caldo de cultivo de otras peores, de modo que por ignorar aquéllas los autores se creyesen impunes ante la policía y responsables del Metro.

Así, atajando los hechos menores se prevenía una escalada y promovía de condiciones sociales de seguridad en el Metro. Se acuñó la idea de “tolerancia cero” buscando la convivencia social en los espacios públicos. Atajar las “faltas menores” para que no se llegase a delitos graves.

Lo que ha sucedido en el Elías Ahuja es la última de una larga cadena de dejaciones de los responsables de los C.M., y empresas y organismos de las que dependes esos C.M., que en su caso más grave llevó a la muerte de Álvaro en 2014 y a la berrea del Elías Ahuja.

Con las novatadas -humillaciones en toda regla- que se han consentido bajo el disfraz de la tradición el mensaje que se ha dado año tras año es que “a nadie le importa” mientras no sea público o haya que ir de entierro.

Lo sucedido entre los C.M. Elías Ahuja y Sta. Mónica no pasará a mayores porque ambos pertenecen a la misma orden: los agustinos. Y ya están echando tierra al asunto las colegialas del Sta. Mónica -sin duda sin ser inducidas a ello-, pues aseguran no sentirse ofendidas.

Una ex alumna sí se sintió ofendida por el “lobo ahújo … una de las especies más promiscuas y lascivas de la península ibérica, que puede representar un auténtico peligro para la integridad de cualquier hembra del reino animal que se halle en periodo de madurez sexual” (Casado, dixit).

Cosas de críos que no se merecen esta “campaña de criminalización” por una “tradición más o menos acertada”. Pelillos a la mar. Y si las colegialas no se ofenden, pues ancha es Castilla. Que no es machismo, que es tradición. Pero ¿qué se puede esperar de estos individuos?

Lo preocupante son los miles de “me gusta” que ambos tuit acumulaban al poco de publicarse. Es el campo abonado para la siguiente manada que salga a cazar hembras, y pobre de la que se resista, porque es tradición, y cómo negarse a una tradición tan bonita y española.

Para esta acción -coordinada- en el Elías Ahuja ha tenido que haber charlas, tiempo de preparación, ensayo incluso, como las hay cada año para preparar las novatadas. ¿Y la dirección no se entera de nada, no oye nada? ¿O es que no quiere enterarse?

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