Quincemayismo: tumba de la izquierda

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El quincemayismo fue un movimiento reaccionario. Fue entonces la tumba de la izquierda y es hoy una tonelada de cal para que no germine un proyecto de izquierda marxista, materialista e ilustrado. Si se recuerdan sus lemas, señalaban al más profundo vacío, la nada absoluta: “No hay pan para tanto chorizo”, “no nos representan”. Propuestas ni una, salvo una acampada absurda, de tintes apolíticos, dispuesta a sembrar la semilla de la anomia para que nunca germinase la de la revolución. Pisoteó sin piedad todos los pilares de transformación social: partidos, sindicatos, lucha obrera, huelgas, barricadas, resistencia. Todo ello, lo que no falla, el legado del siglo XIX y XX, responsable de la dignificación de la clase obrera, fue sustituido por un bochornoso corro de la patata, tan ridículo como impotente, que hoy ha mutado en una pandilla de tiktokeros jugando a ser ministres. Esos que mientras pisan el cuello a los agricultores y no reaccionan pese a que los alimentos básicos se han convertido en productos de lujo te dicen por Twitter que, o sea, el aguacate y el kale son súper sanos. Esas que mientras abandonan a miles de mujeres en situación de prostitución a, al menos, media docena de violaciones diarias te dicen que, o sea, se harán cargo de les no binaries.

Así las cosas, y como no podría suceder de otra manera, la cosecha de este movimiento prosistema se revela lamentable y, exactamente, la que deseaba el sistema: una mayoría absoluta del PP primero; un partido exterminador del Partido Comunista y de Izquierda Unida a continuación; la fundación de un partido neoliberal acto seguido, muleta del PP; una (otra) extrema derecha que hace que veamos en el PP no ya un partido posfranquista heredero del régimen sino buenos gestores de centro, casi progresistas, y una suerte de formaciones populistas antimarxistas, burguesas, antiobreras y antifeministas que hoy es a lo que la gente, atrapada en esta distopía orwelliana, llama izquierda. Se rematará con una holgada mayoría del PP y Vox las próximas elecciones para cerrar el ciclo en el que sí sucedió un milagro: que a los partidos netamente neoliberales y contrarios a cualquier posibilidad de transformación social se les considerara de extrema izquierda, para satisfacción de los poderosos a quienes servirían y sirven y a costa de la ingenuidad de los más incautos.

Lo que queda de entonces es un tapón y una tonelada de hastío, ambos para contener cualquier posibilidad de un proyecto político de izquierda. Mérito del quincemayismo es la debacle del PCE y de IU, no sólo por hacerlos exiguos a nivel electoral sino por reducirlos del mismo modo en su dimensión ética, política, programática y transformadora. Quienes antes llevaban el carnet del PCE en los dientes hoy piden respeto y que cesen los insultos cuando despistados o interesados les llaman “comunistas”. Otros se han dado de baja por no soportar que la cúpula del Partido no solo tolere, sino que celebre semejante humillación a su propia historia y a sus propios principios. Entre tanto y para distinguirse del resto de derecha, los partidos surgidos del quincemayismo salpican su agenda neoliberal, conservadora, antimarxista, anti-republicana y misógina de una suerte de políticas woke, identitaristas, postmodernas, antimaterialistas que, siendo nulo su contenido revolucionario, son parte de una reacción contra el progreso humano y material de nuestra sociedad. El triunfo del 15M es que a la reacción se le identificara con la revolución y que la gente menos favorecida se haya partido la cara, en luchas del todo infértiles y prescindibles, por defender a su verdugo. El triunfo del 15M es que los obreros, reunidos en plazas donde no se resuelve nada, o entretenidos en partidos que piden su voto con una sonrisa y lo entregan al poder neoliberal, creen que combaten a la extrema derecha que alimentan, pues mientras a la anti-izquierda se le considere la alternativa a la derecha, siquiera “lo menos malo”, esta no tendrá oposición. De hecho, estoy convencida de que si la derecha que no gobierna arremete contra la derecha que sí gobierna es por envidia. Ni en sus mejores sueños hubieran concebido la situación de su falso contrincante: acometer políticas profundamente neoliberales con el aplauso agradecido, aunque ya pretérito, de sus víctimas. Pues ocurre, sin embargo, que la ciudadanía no es imbécil y tiene memoria. La clase obrera sabe que el “gobierno más progresista de la historia” no tiene pulsión transformadora, ni veta marxista ni siquiera mínimamente progresista. Ante ello y debacle tras debacle electoral, los lobos con piel de cordero predican que no hay nadie más tonto que un obrero de derecha, y puede que sea cierto, pero, si así se admite, acéptese también que tan tonto es el obrero que vota a neoliberales sin careta como el que vota a neoliberales que sí la llevan. Por eso, pronto seguirán el camino de sus iguales naranjas. Convendría para entonces armar una izquierda que barra el populismo y que enfrente a cualquier “suma” de oportunistas.

2 COMENTARIOS

  1. Ufhhhhh
    ¡Como se nota que esta progre o el progre-hippy coletín rintintin que todo cuanto hace es para la CIA y compañía (como su papi Isidoro) y que se sabe que como esta Pollán, no pisaron jamás por una plaza del 15M!

    Todo se lo han contado.

    • El progre-hippy llamando progre-hippies a otrxs….qué gracioso el nene…..evidentemente, tú si hiciste el correo de la patata; disfruta de tu anticomunismo y tu conservadurismo, hermoso….

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