Ainhoa Zufriategui nos descubre la editorial Arqueología de Imágenes

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El Común entrevista a Ainhoa Zufriategui, cofundadora de la editorial Arqueología de Imágenes. El proyecto Arqueología de Imágenes nace en 2012 con el objetivo de rescatar y recuperar el patrimonio cultural. Centrado principalmente en la recuperación de archivos fotográficos se ha abierto a otros proyectos culturales, siempre tomando el rigor y la innovación como señas de identidad. El equipo fundacional lo compone Ainhoa Zufriategui y Aku Estebaranz, ambos con una gran experiencia profesional en el ámbito de la cultura y la didáctica. Toman como base de actuación el pequeño pueblo de La Granja de San Ildefonso en la cara norte de la sierra del Guadarrama, muy cercano a Segovia y Madrid. Y cuentan con profesionales reconocidos de distintos campos para el buen desarrollo de cada proyecto. A lo largo de menos de diez años han llevado a cabo una interesante labor de recuperación de la memoria reeditando la serie de grabados de Goya sobre la tauromaquia, obras sobre Antonio Machado, el Verano Español con fotografías de Walter Reuter o las Panorámicas de Madrid de José Regeira entre muchas otras. Ahora presenta Estampas de Aldea, publicado en 1935 como libro de lectura escolar. Su autor Pablo de Andrés Cobos y su ilustrador Miguel Prieto Anguita sufrieron cárcel y represión franquista. 

¿Qué os llevó a fundar una editorial como Arqueología de Imágenes?

Aku Estebaranz es catalogador de fotografía histórica y tiene una dilatada experiencia y por mi parte, yo vengo trabajando alrededor de la escuela y el magisterio republicanos desde hace muchos años. Así que cuando nos conocimos vimos claro que queríamos acometer proyectos de recuperación de la Memoria Histórica del periodo de la II República y la Guerra Civil desde nuestros ámbitos.

Arqueología no es una editorial al uso, de hecho, ni siquiera es un editorial, sino una plataforma desde la que realizamos tareas de catalogación de archivos, recuperación de fotografías y textos y difusión de estos a través de exposiciones y publicaciones. 

Tenemos una filosofía que dice que «recuperamos el pasado para dar aliento al presente», no nos interesa el historicismo ni el coleccionismo, sino recuperar las líneas de la Historia que pueden conectar con el momento político y social de hoy.

El libro Estampas de Aldea es un auténtico descubrimiento, con unos dibujos que recuerdan por su simplicidad y simpatía a los de El Principito de Saint-Exupéry no se queda corto tampoco en su faceta literaria, lleno de un vocabulario de campo y unas costumbres arraigadas, pero ya casi desaparecidas. Háblame un poco de la España vaciada que sigue representando este libro.

Esa vida vinculada a la tierra que Pablo de Andrés Cobos relata en Estampas de aldea ya no existe, por la mecanización del campo y su consecuencia en forma del brutal éxodo rural que desarraigó a millones de personas para trasladarlas a los centros industriales como mano de obra barata. Pero es nuestra historia, la historia de este país que a menudo olvidamos. Fue un proceso que supuso un trauma colectivo cuya herida sigue abierta y no se cierra con pasar el verano «en el pueblo», necesita de un análisis colectivo que explique la crueldad de las causas materiales que llevaron a miles de personas a abandonar sus hogares para ir a vivir a las barriadas obreras de los cinturones industriales.

Como expresó muy bien un buen amigo, » Estampas de aldea nos devuelve toda la riqueza y el color de las tradiciones que no solo se recuerdan al calor de la lumbre, sino que perviven en los anhelos de una sociedad que no se resigna a perder sus raíces». 

«Estampas de aldea» y su autor, el maestro y pedagogo Pablo de Andrés Cobos, fueron un enorme descubrimiento para nosotros. ¿Cómo un librito de lectura escolar publicado en 1935, tan genuino y divertido, pudo acabar incluido en el primer listado de obras prohibidas por el régimen franquista? La clave tenía que estar en su autor. Y lo estaba. Cobos fue un muchacho de aldea que tuvo la suerte de ser enviado a la Escuela Normal de Maestros de Segovia, ahí conoció a los intelectuales «zurdos» de la ciudad, entre ellos Blas Zambrano, Antonio Machado y Rubén Landa Vaz. «Ellos me enseñaron a pensar» decía Cobos. Fue maestro, director de escuelas y del Orfanato de El Pardo (Madrid), escribió y publicó muchísimo sobre política, ensayo literario, pedagogía, etc. Fundó la revista Escuelas de España, participó en las Misiones Pedagógicas, era un hombre inquieto y valiente. Por encima de todo fue, junto a su mujer la maestra Enriqueta Castellanos, una de las figuras clave en la ambiciosa reforma educativa que acometió la II República. Su trayectoria le cobró un enorme precio y fue, junto a todo el magisterio republicano, duramente represaliado.

Poco a poco hemos reeditado toda la obra de Pablo de Andrés Cobos, pero Estampas de aldea fue el primer libro que publicamos en facsímil y le tenemos un cariño especial. Comentabas sobre sus ilustraciones, son de Miguel Prieto, un artista de las vanguardias con una trayectoria muy interesante. Miembro del PCE, ilustró varias obras de Lorca, creó el teatro de títeres La Tarumba con el que recorrió los frentes republicanos durante la guerra, … Un hombre con una vida apasionante.

La pedagogía se hace con los medios de los que disponen las profesoras y los profesores, ¿Qué les queda ahora a los profesores de hoy en día y qué diferencias ves con respecto a los de la España Republicana?

Es tal como dices. Por eso, la primera preocupación del magisterio republicano fue elevar su nivel de formación, que era ínfimo, antes aún que aumentar los medios materiales de las escuelas. La principal diferencia entre el magisterio de la época y el actual, salvando las distancias históricas claro, es el enfoque de para qué sirve la educación. Nuestro modelo educativo busca dar la formación exigida por el mercado laboral actual, el modelo republicano se definió en la Constitución de 1931 en el artículo 48 «La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de solidaridad humana». Hay un abismo de un enfoque a otro. Me interesa que nos detengamos en «hará del trabajo su eje metodológico» porque hoy oímos hablar mucho de «pedagogía activa». La pedagogía activa fue la gran aportación de la corriente internacional de la Escuela Nueva en la que se inspiró la pedagogía republicana, una pedagogía que buscaba el desarrollo integral y emancipatorio de la persona con un horizonte de transformación social. Hoy, esa idea revolucionaria ha sido expropiada de su raíz para convertirse en el lavado de cara del sistema educativo, haciendo ver que a través de la «actividad del alumnado» se respeta la personalidad infantil. Y eso no es así.

Los señoritos del pan pringado, las boinas, el ganado de toda índole, las fiestas que marcan el lento transcurrir del año, las tareas, los pastores, se trata de una España que ha cambiado mucho, ¿Crees que ha cambiado a mejor o a peor?

La Historia nos enseña que todo es dialéctico, el cambio es lo normal. Creo que es importante no caer en la idealización de la vida rural, que si se me permite la expresión era «hambre y puñetas». Pero tampoco se debe despreciar ese pasado campesino porque de ahí venimos y es la Historia que nos explica como sociedad y como clase, además de ser el origen del alimento que necesitamos tres veces al día como mínimo. A nuestra absurda sociedad urbana de sector terciario, que no sabe de dónde salen los ingredientes del procesado que consume, le viene muy bien recordar que la tierra no se trabaja sola y saber de la dureza de las condiciones de vida de una economía campesina de explotación capitalista.

¿Qué puede aportar un libro como Estampas de Aldea ahora mismo en un contexto de crisis?

Corazón y coraje para las luchas actuales de la clase trabajadora. Recordar las esencias de la vida para defenderla de los que solo la ven como fuente de mano de obra. Con eso me conformo, a eso aspiro sabiendo que es una enorme aspiración, pero como escribió Cobos en la pequeña introducción de Estampas de aldea «Para la arrogancia y el orgullo. Por mi gusto no fomentaré jamás las virtudes lacias de la modestia y la humildad. Prefiero la soberbia y el ánimo necesario para abatirla. Si pudiera, metería en cada conciencia las ganas de conquistar el mundo». Conquistar el mundo para ganar unas vidas que merezcan ser vividas. Ellos lo intentaron, ¿haremos nosotros lo mismo? Yo creo que sí.

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