Cómplices

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La historia de la pederastia tiene una arraigada tradición en la Iglesia católica. Tanta como la de quienes la han disculpado, tapado o negado dentro y fuera de la Iglesia. Porque la pederastia no se hubiese mantenido sin la complicidad general de los de dentro y de los de fuera.

El goteo de casos que cada poco aparecía en los medios era una ínfima parte de lo que estaba por descubrirse; y el proceso era siempre el mismo. Primero se negaba, luego se tapaba, después se disculpaba y para cuando llegaba a los tribunales desaparecía del interés público.

Pocos eran los condenados, porque en un caso habían prescritos los hechos o no quedaban suficientemente acreditados los abusos o el acusado había fallecido hacía años, y lógicamente no se va a juzgar a un muerto, aunque la Iglesia en eso tiene experiencia.

Y los cómplices que habían negado los abusos, ocultado las pruebas y a los supuestos acosadores, presionado a las víctimas para que callaran o habían trasladado al acosador a otro colegio o parroquia para que siguiera su “evangélica” tarea salían de rositas del asunto.

Y esta era la tónica, grosso modo, en España, Irlanda, Canadá, Francia, EE.UU. y en cualquier país donde la Iglesia católica tuviese presencia; es decir, en la totalidad del mundo. Incluso famosos pederastas como Maciel llegaban a contar con la protección del papa Juan Pablo II.

Y esta oscura historia de la Iglesia ha sido recogida a lo largo del tiempo en teatro, novela o cine: como en Las Huellas del Silencio de Boyne, Gracias a Dios de Ozon, Spotlight de McCarthy o La mala educación de Almodóvar.

Todos los casos se remontaban a décadas y se habían silenciado por la Iglesia, políticos y una sociedad conchabada con ella. Se escondían debajo de la alfombra y se desacreditaba a los denunciantes, hasta que la mierda ha llegado a ser tanta que no hay alfombras suficientes.

Hoy la olla ha estallado y ya es una noticia más que la denuncia de un adulto sobre lo que sufrió de niño esté en la parrilla informativa junto a la crisis energética, el conflicto laboral de turno o el enésimo asesinato de una mujer a manos de su pareja.

El trabajo de @el_pais recopilando casos es un ejemplo de esa “normalización” en la denuncia del abuso sexual por parte del cura del colegio, párroco o tutor. Ya no es una noticia que escandalice -desgraciadamente-, está en lo que oímos en cualquier tertulia o abre un noticiero.

Hoy mismo (27/01/2022) Eduardo Madina @EduMadina pide en El País acabar con el silencio y comenta sobre la petición de crear una comisión de investigación en el Congreso sobre los abusos por la Iglesia.

https://elpais.com/opinion/2022-01-27/el-fin-del-silencio.html

Petición que en 2018 rechazó el @PSOE, cuando dijo que no correspondía al Gobierno pedir a la CEE la realización de un informe sobre sus casos de pederastia. Pero los tiempos cambian y la iniciativa de Unidas-Podemos ERC y EHBildu puede prosperar, aunque no sirva para nada.

Porque las comisiones de investigación en el Congreso son un circo en el que las conclusiones están escritas por cada grupo antes de iniciarse, sirven de lucimiento a sus intervinientes y no tiene ninguna trascendencia penal.

Ahora, cuando la denuncia de El País ante el papa Francisco -por qué no en un juzgado-, que recogió y trasladó a la Conferencia Episcopal Española para que investigase -qué santa ingenuidad-, y da la callada por respuesta y la enésima denuncia en la @La_SER por el escritor Alejandro Palomas es cuando el presidente Sáncez se “abre” a hablar del asunto. No dudo que le reciba a Palomas, le dé una palmadita en la espalda, se hagan fotos, incluso un book, pero de ahí a pedir a la Fiscalía General que intervenga va un mundo.

https://www.lavanguardia.com/vida/20220127/8014970/alejandro-palomas-ves-me-decia-religioso-salle-me-violo.html

Porque a estas alturas de la historia la ocultación, el echar balones fuera, como hiciera Argüello -portavoz de la CEE- sobre que los abusos también se dan en la federaciones deportivas o el obispo de Tenerife que los menores “provocaban a los curas” ha sido lo habitual.

Ya hace tiempo que la Fiscalía, el Defensor del Pueblo tendrían que haber actuado sin esperar a más denuncias de particulares en los medios de comunicación. Tendrían que haber requerido a los juzgados que hasta ahora se han ido ocupando de los casos que se han dado la información.

Tendrían que haber incoado un gran expediente para depurar responsabilidades en los encubridores, aparte de en los acosadores y sobre todo haber dejado claro que la impunidad de la que hasta ahora han gozado en la CEE se había acabado.

Porque en esa impunidad se han amparado para no actuar, incluso ante una instrucción clara del papa Francisco; que por más buena intención que esté demostrando en este tema no parece que consiga nada en concreto.

Y el papa tiene en su mano el poder para destituir de su puesto a cualquier obispo, y si no lo hace ante un asunto tan grave su credibilidad en este tema queda en entredicho, al menos para el caso español.

Porque anteriormente no ha dudado en «exhortar fraternalmente” a un obispo a presentar su renuncia. Ya en 2016 en un Motu Proprio aclaraba las causas para apartar a obispos negligentes en el tratamiento de los casos de abuso sexual contra niños y adultos vulnerables.

¿A qué esperan unos y otros para actuar en el caso español? ¿Acaso tienen una bula especial los obispos españoles?


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