Las varas de medir en Twitter

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Los dos o tres madrileños de izquierdas que aún quedamos no lo hemos olvidado. Ignoro si lo habrán hecho en el resto de España. Vámonos hasta el año 2015. Una candidatura que era percibida como de izquierda o incluso de izquierda radical ―¡ojalá!― había logrado desalojar al gobierno municipal del Partido Popular que llevaba 24 años gestionando la capital. La derecha en todas sus vertientes políticas, mediáticas, financieras, etc, estaba en un shock tal que Esperanza Aguirre llegó a sugerir un gobierno de coalición entre el Partido Popular y los malvados comunistas ―no se rían, así se referían por entonces en los ambientes de derechas a la candidatura de Carmena―. Había que empezar a buscar como fuera trapos sucios para que nadie pudiera dudar de que los madrileños habían votado mal. Y los encontraron.

El guionista y novelista Guillermo Zapata fue el señuelo de la primera de las muchas campañas de descrédito que el gobierno municipal radical-etarra-comunista-bolivariano madrileño sufrió por la prensa de derechas. Zapata iba a ocupar la concejalía de Cultura y Deportes. A las pocas horas alguna de las granjas de agitadores digitales de la derecha encontró unos chistes de dudoso gusto en su perfil de Twitter. El asunto ocupó portadas, llenó telediarios, toda la batería mediática que conocemos nos habló durante horas de aquellos chistes supuestamente humillantes para las víctimas del terrorismo, para las familias de las niñas de Alcasser, los judíos, etc. Incluso medios supuestamente de izquierdas, bien por interés, o bien por cobardía, repitieron hasta la saciedad que el malvado concejal filoterrorista y antisemita debía ser cesado.

El gobierno municipal estalinista y dictatorial, como es lógico, comenzó una terrible matanza de ciudadanos que protestaban con el corazón roto por la maldad del nuevo edil y las calles se tiñeron de sangre de miles de inocentes… Perdón, perdón, no fue eso lo que ocurrió. El propio Zapata, quizás sorprendido por la magnitud de las acusaciones, borró los tweets y ofreció su dimisión de la cartera de Cultura, que fue aceptada por la terrible dictadora Carmena, aunque siguió como concejal de distrito.

Así, en el plazo de cuatro días, la derecha había logrado echar una mancha sobre el nuevo gobierno municipal, y las concesiones no les aplacaron, antes al contrario. Zapata fue denunciado por enaltecimiento del terrorismo. Compareció ante los tribunales. Sinceramente, no me acuerdo de cuántas veces fue absuelto y vuelto a encausar. Si algún periodista o jurista lee estas líneas, le admito e incluso le agradezco que me refresque la memoria y, sobre todo, que me explique si tantos recursos e instancias como invirtió la derecha en los tribunales son habituales en este tipo de procesos. Finalmente fue absuelto y la causa archivada, pero la mancha ahí quedó.

Lo cierto es que, si Zapata y el nuevo gobierno municipal estalinista no se hubieran echado para atrás a las primeras de cambio, y si el concejal no hubiera cometido la torpeza de borrar los tweets, todo el mundo hubiera podido ver que eran citas entrecomilladas en el marco de una conversación sobre los límites del humor negro. Zapata no estaba haciendo escarnio, estaba citando, pero eso no detuvo la campaña de difamación ni le libró de los tentáculos judiciales del Partido Popular ―muchos de los recursos y trámites de este absurdo proceso fueron ordenados por jueces recusados en juicios de casos como gürtel por su afinidad a la formación de la gaviota―. Incluso aunque familiares de las niñas de Alcasser e Irene Villa en persona dijeron no haberse sentido ofendidos y haber aceptado sus disculpas. Curiosamente los esforzados defensores de las víctimas pasaron en cuestión de horas a insultar gravemente y desear barbaridades a Villa en las redes sociales.

Portadas de los principales diarios nacionales dedicadas al «affaire Zapata».

Bien, volvamos al presente. Si no son ustedes residentes en Castilla y León, votantes de la ultraderecha, o usuarios de la red social Twitter, es muy posible que ni les suene el nombre de Juan García-Gallardo Frings. Este mostrenco de 30 años es el candidato que en la citada comunidad va a presentar el partido de extrema derecha Vox.

Resulta que hace unos días el abogado de encargo por universidad privada comenzó frenéticamente a borrar tweets de su cuenta. Pero ya era tarde. El estúpido y cobarde pijín resulta que llevaba años rajando de los inmigrantes, las feministas, los homosexuales… Incluso justificando el golpe de estado del 36. El aspirante a Espinosa de Los Monteros sabía que esos tweets eran infames, de lo contrario no los hubiera borrado.

Al final, este individuo acabó clausurando su cuenta entera y empezando de nuevo. Sin embargo, gracias al trabajo de muchos twitteros y periodistas que habían hecho capturas a tiempo, hemos visto a lo que estaba dedicado el perfil del personaje.

Pues bien, su partido lo mantendrá. Han dicho que eso eran chistes malos propios de su juventud. Chistes malos como los de Zapata, con la diferencia de que era él quien los estaba haciendo, no citando en un determinado contexto.

A su partido le será mucho más fácil mantenerlo que a Ahora Madrid, pues el mostrenco homófobo y racista no ha aparecido en la portada de ninguno de de los grandes periódicos nacionales. Tampoco de momento se han movilizado servicios jurídicos ni puesto denuncias sobre el particular.

No me atrevo a asegurar que en ninguna televisión generalista se haya nombrado el asunto, sí digo y mantengo que yo no lo he visto. Aquí en Madrid, les aseguro que aún no he dado con nadie que no sea usuario habitual de Twitter que conozca a García-Gallardo.

Hemos de concluir, por tanto, necesariamente, que siquiera nombrar de pasada un chiste insultante es digno de proceso judicial y dimisión si el político es de izquierdas o percibido como de izquierdas, pero que si es de derechas son pecados de juventud y aquí no ha pasado nada. Pero sobre todo, hemos de concluir que las cesiones y los arrepentimientos siempre vienen del mismo lado del espectro político, mientras otros se reafirman en sus posiciones sin problemas. Y aún hay quien tiene miedo de «la deriva de la extrema izquierda».

Algunos de los tweets homófobos, racistas y profascistas del cobarde Juan García-Gallardo Frings.

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