Opresión por sexo y explotación por clase

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Lo que hoy se identifica como izquierda, en España y en otros muchos países, es una amalgama ideológica que vindica identidades y se hace eco de reivindicaciones simbólicas específicas sin apenas capacidad de transformación social, cuando no responsables directas de una regresión extraordinaria en derechos sociales y en bienestar material. Lo que hoy se llama izquierda está muy lejos de hacer de la cuestión de clase el eje central de su agenda política como también lo está de hacer de la emancipación del sexo femenino uno de sus objetivos principales. Ya lo advirtió Daniel Bernabé.

Pablo Iglesias (no el socialista, sino el del partido de centro populista en vías de extinción), sostenía hace poco en un artículo para CTXT que “la izquierda debería (deberíamos) poner más energía en combatir la fuerza ideológica que sostiene la estructura social de desigualdad que en señalar la propia estructura de la desigualdad (sin ganar la batalla en el terreno cultural, no se puede ganar ninguna otra).” Es decir, reivindica abandonar la cuestión de clase y el materialismo histórico para centrarse en batallas culturales, identitarias, simbólicas (entiéndase nacionalistas, diversidad de género, diversidad étnica, cultural, religiosa…). Esto es, que la izquierda se vuelva antimarxista y al contrario de lo que Marx y Engels sostuviesen, declare que no es el sistema económico el que determina cómo es una sociedad (a nivel político, ético, cultural, social, material,…) sino la transformación de lo puramente simbólico lo que, -no se sabe cómo- acabaría con una estructura económica desigual.

Lo que erróneamente hoy se llama “izquierda” ha abandonado los dos grandes motores de transformación social: la lucha de clases y la lucha por la emancipación del sexo femenino. La emancipación de las mujeres y la emancipación del proletariado son los dos únicos procesos verdaderamente transformadores; los que nos harían concebir un mundo justo, igualitario y enteramente nuevo. Y, por ello, deberían ser los dos pilares fundamentales de un partido de izquierda. Sin embargo, lo que hoy se identifica como “izquierda” resulta más bien un socioliberalismo populista antimarxista y antifeminista. Ha sustituido la lucha de clases por limosnas con las que contener al proletariado, a quien previamente ha desarticulado políticamente, dejándolo absolutamente huérfano. Y, además, encabeza una fortísima cruzada patriarcal contra el feminismo, a quien pretende dejar engullido por una suerte de diversidad sexual y de género que nada tiene que ver con la emancipación del sexo femenino, sino al contrario, con hacer del género –estructura de dominación– una identidad individualista y vindicable.

La opresión por sexo y la explotación por parte de la minoría propietaria de los medios de producción sobre la mayoría explotada han sido y son los dos grandes lastres de la humanidad. La opresión por sexo y la explotación por clase son los dos ejes principales de toda la injusticia, la miseria y la violencia sufrida por la inmensa mayoría de la humanidad. La xenofobia es también una cuestión de clase (es, como subraya Adela Cortina, realmente aporofobia: no molesta el extranjero rico; molesta el migrante pobre) y la homofobia no es sino un sucedáneo patriarcal. En consecuencia, sostengo que la opresión por sexo y la explotación por clase son los esqueletos sustentadores de cuantas injusticias suceden en el mundo. Se sabe desde hace siglos. Por eso, el feminismo y la izquierda son las principales y más robustas potencias de transformación social, política y económica.

La reacción neoliberal-patriarcal a la izquierda marxista y al feminismo ha sido la emergencia de un progrerío populista, antimarxista y antifeminista que, sin embargo, sociológicamente se identifica con el ala más a la izquierda de nuestro espectro político. Si esto no se pone en evidencia y si nada cambia, no hay verdad más cierta que el electorado de España se debatirá, cantonalismos aparte o en connivencia con ellos, entre seis o siete opciones de derecha neoliberal antifeminista, incluida la ultrapublicitada plataforma de Yolanda Díaz, al servicio de los intereses de los medios conservadores que la promueven y de las más altas instancias de la patronal, muy favorable a la línea del Ministerio de Trabajo, tal y como Díaz reconocía orgullosa en una entrevista reciente.

Por eso, necesitamos recuperar una izquierda marxista, organizada en un partido robusto y en un sindicato de clase que asuma, además (y no como añadido sino como eje igualmente central), la totalidad de la agenda feminista, depurada de precipitados generistas fruto de la reacción patriarcal actual contra la agenda feminista clásica, ilustrada y con radical vocación de transformación social a través de la plena emancipación de las mujeres en tanto que sexo oprimido.

Necesitamos un partido que se centre en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, la reindustrialización de nuestro país, que genere empleo digno con salarios abundantes y buenas condiciones laborales. Necesitamos que la transición ecológica, ineludible, se haga con conciencia de clase y sin condenar al paro a la masa proletaria, con formación y readaptación remunerada de los empleos para que ningún trabajador se quede desprotegido. Necesitamos derogar la reforma laboral y actualizar el estatuto de los trabajadores, subir el salario y las pensiones con algo más que una limosna y controlar estatalmente el precio de los bienes y servicios y, al menos, de los sectores estratégicos de producción, sólo como parche hasta que se haga efectiva esa abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Necesitamos una fortísima política de recaudación de impuestos, siempre con objetivos de redistribución de la riqueza y todo ello con un marcado carácter progresivo. Pero sobre todo y ante todo, recuperar la conciencia de clase organizada en estructuras perfectamente operativas: partido marxista y sindicato de clase. Esas dos herramientas fueron denostadas por Podemos y sucedáneos, y antes por un PSOE que traicionó su raíz marxista. Sin embargo, constituyen la herramienta necesaria para un mundo justo.

Necesitamos un partido feminista, profundamente conocedor de la historia feminista, de su agenda, del funcionamiento del sistema patriarcal y de todo lo necesario para abolirlo. Esto es, un partido abolicionista de la prostitución, de la pornografía, de la explotación reproductiva. Un partido que socialice las tareas “de cuidado” y libere a las mujeres de su doble jornada. Un partido que haga frente a todas las violencias que sufren las mujeres en base a su sexo y que no entregue sus prioridades feministas para abrazar el neoliberalismo queer, patriarcal y reaccionario.

La emancipación de las mujeres sólo tiene un camino, el mismo desde hace más de tres siglos: feminismo. La emancipación de la masa explotada sólo tiene un camino: marxismo. Todo lo demás sólo sirve para provocar otra vuelta de tuerca (o de tuerka) en nuestras cadenas. Todo lo demás es filfa, reaccionaria y neoliberal.

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