«Que paguen»

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Con este título -sin comillas- escribí un hilo el pasado 21 de noviembre. En él pedía que, ante el incremento de casos, la amenaza de una sexta ola en la pandemia, la cerrazón de un reducido grupo de anti vacunas a vacunarse -con el riesgo que ello conlleva-, se viese la alternativa de que la irresponsabilidad criminal y acientífica tuviera consecuencias para sus responsables.

https://twitter.com/RicardoFernLast/status/1462377944039534594?s=20

Consecuencias que en ese momento veía que podrían ser desde pasarles la factura de los costes del tratamiento y hospitalización hasta que pagasen con trabajos a la comunidad.

Hubo respuestas de todo tipo, críticas sensatas, irracionales en el estilo tuitero y los correspondientes insultos. Lo normal.

Entre las sensatas estaban las que avisaban que cobrar la atención sanitaria sentaba un peligroso precedente que se pudiese extender a enfermos cuyos estilos de vida o consumo fuesen una causa del mantenimiento de su patología. Y tienen razón, mejor no abrir la caja de Pandora.

Cobrar directamente a quien con su comportamiento porque si los chips, Soros, la “libertad y tal”, colapsa los hospitales, retrasa otras patologías, con riesgo para la vida de esos pacientes y de todos los que te atienden en la Sanidad es muy atractiva pero incompatible con la idea de una sanidad pública, gratuita y universal. Mejor o ir por ese camino. Me equivoqué.

Entre las otras críticas al hilo estaban las que podemos clasificar en tres grupos:

  1. Es mi libertad la de vacunarme o no.
  2. La vacuna no asegura la inmunidad.
  3. Los sanitarios no son jueces para decidir a quién atienden.

Entre las primeras, las de la LIBERTAD, a costa de lo que sea: de tu salud, de la del vecino estaban los perfiles que, en la mayoría de las ocasiones, en su TL hacían exposición de liberales a ultranza, extrema derecha o anarco capitalistas sin tapujos. Son libres para hacer lo que les dé la gana y no hay fuerza en el mundo que les pueda obligar a nada que ellos no consideren les beneficie.

Que eso cause un daño a otros, mala suerte. Ellos son libres. Y cualquiera que diga que ese comportamiento tiene unos límites es desde un stalinista a un nazi; porque también hubo alguna opinión que yendo de izquierda sobreactuada sacó a pasear al nazismo.

A ninguno de estos adalides de la libertad se les ocurrió leer nunca la Ley de Autonomía del Paciente, que en su artículo 2.4 indica que “Todo paciente o usuario tiene derecho a negarse al tratamiento, excepto en los casos determinados en la Ley. Su negativa al tratamiento constará por escrito”.

O el artículo 9.2 a) “Límites del consentimiento informado y consentimiento por representación. Los facultativos podrán llevar a cabo las intervenciones clínicas indispensables en favor de la salud del paciente, sin necesidad de contar con su consentimiento, en los siguientes casos:

a) Cuando existe riesgo para la salud pública a causa de razones sanitarias establecidas por la Ley. En todo caso, una vez adoptadas las medidas pertinentes, de conformidad con lo establecido en la Ley Orgánica 3/1986, se comunicarán a la autoridad judicial en el plazo máximo de 24 horas siempre que dispongan el internamiento obligatorio de personas”.

Porque la posibilidad de tomar medidas excepcionales cuando “existe riesgo para la salud pública” está contemplada en la Ley y si la actual situación pandémica no es un “riesgo para la salud pública, no sé qué podrá serlo.

Pues ni estas razones ni el conteo diario de muertes y la aparición de mutaciones cada vez más peligrosas, y de momento intratables, hacen vacilar a estos defensores de “la libertad”. Ellos son libres y húndase el mundo.

Si les recuerdas que hay miles de obligaciones como usar un casco en una obra, exigir un carné de manipulador de alimentos a quienes trabajan con ellos, usar el cinturón de seguridad… les da igual. Ellos son libres y cualquier restricción es un ataque a “la libertad”.

Entre los segundos, que comparten con los primeros la defensa de “la libertad”, y estos con ellos la desconfianza en la ciencia, están los anti vacunas declarados. Su argumento es simple como el asa de un cubo: “No hay inmunidad del 100% en ninguna vacuna y hay gente que se muere si se la pone”. Además, todas tienen efectos secundarios gravísimos que las multinacionales nos ocultan.

Que enfermedades como la viruela estén hoy extintas, que millones de personas han salvado su vida por vacunarse, que las UCI se llenen con los no vacunados en 6 a 4 frente a los vacunados no les impresiona lo más mínimo. Siempre conocen a uno que estaba vacunado, se infectó y murió. Son inmunes a la evidencia, están “vacunados” contra las conspiraciones de las multinacionales, y especialmente de las más malvadas: las farmacéuticas, porque ellos son los “más despiertos” y saben cómo nos engañan los poderes ocultos de los Illuminati y otros poderes ocultos que gobiernan el mundo.

Y entre los del tercer grupo, que compartían en buena medida las posturas de los anteriores, estaban los que sin leerse el hilo entero -lo normal en Twitter- y saltando a la yugular del primer tuit ponían el grito en el cielo porque sospechaban que se les estaba pidiendo a los sanitarios que fuesen jueces y decidiesen si atendían o no a un paciente.

Que hubiese escrito que “Y si te contagias, se te atiende y nos dejamos los cuernos por salvarte la vida, pero pagas por tu irracionalidad, irresponsabilidad e insolidaridad” les daba igual. Estos escandalizados críticos ya habían olvidado que en los momentos más duros de la pandemia, en abril y mayo de 2020, cuando los cadáveres se guardaban en pistas de hilo, con un sistema saturado muchos médicos se enfrentaron con la opción de a qué pacientes podían dedicar los limitados recursos viéndose en el tristísimo dilema de decidir a quién le aplicaban uno de los escasos respiradores que tenían: ¿a un paciente de 50 años o a uno de 75?

Pero todo esto les da igual a los “luchadores por la libertad” a los ignorantes anti vacunas, a los que dicen defender lo público y a sus profesionales. Niegan la evidencia del día a día y les importa un comino la salud y la vida del resto. Ellos y su ombligo son el centro del mundo y todo gira a su alrededor.

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