Juana Gallego: “Feminismo es una teoría política y social que tiene una historia, unos objetivos, una agenda, no todo vale.”

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Presentamos la novela de Juana Gallego, Muere una Mujer. Juana Gallego Ayala (Arriate, Málaga) es profesora titular de la Universidad Autónoma de Barcelona desde 1989. Ha sido directora del Observatorio para la Igualdad (2017-2018) y codirectora del Máster Género y Comunicación en la misma universidad (2015-2020). El 2001 recibió el Primer Premio del Consell Audiovisual de Cataluña por el trabajo que había dirigido con su equipo de investigación, que se publicó con el título de La prensa por dentro (2002). Entre sus publicaciones destacan Periodismo social (2014); De reinas a ciudadanas. Medios de comunicación ¿motor o rémora para la igualdad? (2013); Putas de película. Cien años de prostitución en el cine (2012); Eva devuelve la costilla, (2010); Si te vas te mato. Mujeres que murieron por su libertad, (2009); El sexo de la noticia (2000) o el pionero Mujeres de papel. La prensa femenina en la actualidad (1990). Many Women, Little Power en Handbook of Women and Journalism (2013). Muere una Mujer es su primera novela.

Por todo el libro planea la sombra de un país que se había adueñado de “sus” mujeres. Esa España rural, en cierto modo, ¿sigue permaneciendo hoy en día o se trata de otra clase de opresión, esta vez con cierto brilli brilli, antes te decían que tenías que cuidar por se mujer y ahora alaban “los cuidados” como algo femenino, acaso no son lo mismo? ¿La España vaciada es, también, la España vaciada de derechos para las mujeres?

Creo que las cosas han cambiado algo en la superficie. Me parece que si comparamos la vida en los pueblos o las zonas rurales de los años 60 es evidente que se vive mejor, que los pueblos tienen sus servicios, sus carreteras, están bien comunicados, etc. Ahora bien, aunque las costumbres parezca que se han modernizado, todavía creo que hay un poso importante de desconfianza hacia la libertad de las mujeres. Quizá no se verbalice porque queda mal, porque está mal visto, pero aún hay un doble rasero de medir los comportamientos masculinos y femeninos. Y sí, antes los cuidados eran obligatorios por ser mujer y ahora “los eligen” las mujeres, qué casualidad. Parece que a los hombres no les da por elegir cuidar niños, ancianos, dependientes, el hogar…

Hablas en el libro sobre la OFR, sobre feministas como Trinidad Sánchez Pacheco, ¿hasta qué punto se ha avanzado en el feminismo en la asunción de un liderazgo no subordinado a los paradigmas partidistas? ¿Crees que ya ha llegado vuestra hora? ¿Ves a un partido feminista radical fuerte en las próximas elecciones?

Yo estuve en la OFR, qué tiempos, pero no en el posterior partido, que no ha tenido una incidencia real en la vida de las ciudadanas. Ha estado muy al margen, quizá por falta de medios, quizá por la manera de organización, no lo sé. Pero sí, creo que ahora vivimos una etapa muy regresiva en los derechos de las mujeres, empezando porque se está cuestionando la misma noción de “mujer”.  Con esta discusión se están obviando los verdaderos problemas de las mujeres reales, las condiciones laborales, la explotación reproductiva, la utilización y cosificación del cuerpo femenino, la precarización, la dificultad de conciliar, pero también la de poder ser madre,  muchos temas de la agenda feminista que han sido desplazados por un debate totalmente artificial e interesado sobre la identidad de género, la autidentificación de sexo, los pronombres, cosas absurdas que no resistirán dos telediarios. Cuando esta moda pase veremos los destrozos causados sobre todo en la infancia y nuestros jóvenes, especialmente de las chicas.  Y los partidos y todos los que se han abonado a esta disparatada teoría tendrán que preguntarse cómo fue posible que aceptaran este despropósito.

Sobre el tema del partido feminista, ojalá, sé que se está trabajando en este sentido. A ver si cuaja y pronto tenemos un partido que canalice y convierta en acción política la indignación de tantas mujeres que actualmente se sienten huérfanas de representación. 

En los 80 parecía posible la consecución del ideario feminista y, sin embargo, muchas de las peticiones que se formulaban antes siguen presentes hoy, y las que se han conseguido ahora mismo se encuentran cuestionadas por la ultraderecha e incluso por el mundo posmoderno que devora a la izquierda. En cierto modo dices que todo empezó a torcerse en el 82 con el triunfo socialista y la disolución del movimiento, hablas de un principio de realidad, ¿cómo lo ves ahora? ¿Tiene futuro el movimiento feminista? 

Creo que con el triunfo del partido socialista en 1982 estrenamos el “principio de realidad” porque la verdad es que se había fantaseado bastante con un cambio radical de régimen. No se sabía muy bien cómo se iba a conseguir, pero esta era la idea. El PSOE canalizó muchas de las demandas del feminismo, por eso se apaciguó o aletargó. Después vino todo el empuje del movimiento. Todo el mundo se declaraba feminista, y quedaba muy mal decir lo contrario. Pero yo creo que es que en realidad lo que se ha deformado es la idea misma de “feminismo”, que ahora puede significar cualquier cosa. Con la aparición de “los feminismos” cada grupo, o incluso cada persona, puede decir lo que le parezca. Pero no. Feminismo es una teoría política y social que tiene una historia, unos objetivos, una agenda, unos planteamientos, unas autoras y por tanto no todo vale para decir que es feminista. No puede ser feminista defender el velo, ni la prostitución, ni los vientres de alquiler, ni la pornografía. Estas prácticas sociales perjudican a las mujeres en su conjunto, no empoderan y siguen manteniéndolas en un estatus de inferioridad respecto al varón. Si tanto empoderan estas prácticas ¿Cómo es que los hombres no las reclaman para sí?

En el libro cultivas mucho el género epistolar, muy denostado en los últimos años, ¿por qué optaste por esta solución?

Me pareció que era una buena solución para reflejar una época que yo no viví. Cómo explorar esta parte de la historia tras la guerra civil, cuando además es verdad que muchos hombres republicanos acabaron formando parte de la Legión Extranjera. El personaje de Antonio es ficticio, pero conocí un hombre en mi pueblo que me sirvió de inspiración. Y todos los datos del periplo de este batallón están documentados. Y sí, parece una solución antigua, pero es que pretende reflejar cómo se escribía entonces, con esas fórmulas de saludo y despedida tan características. Quizá mi novela no sea moderna.

La violencia machista recorre el libro en todas sus manifestaciones, violencia verbal, emocional, sexual, física, todas ellas se manifiestan en la última parte del libro, la versión de él. Realmente demoledora, celos, inseguridad, posesión, el ejemplo machista narcisista del padre, una madre protectora, la visión de las feministas como marimachos, lo tiene absolutamente todo, por ello te pregunto, ¿qué papel jugamos los hombres en la lucha feminista? ¿Qué tenemos que hacer?

La verdad es que me he quedado muy contenta con el discurso de él. No he pretendido ser maniquea, que ella sea la buena y él el malo, pero es que refleja una relación tóxica muy frecuente, y la incapacidad del hombre para aceptar una relación de igual a igual. Eso es lo que creo yo que los hombres tienen que trabajarse, que las mujeres no solo sean atractivas como parejas sexuales, sino como iguales. No recuerdo quién dijo que los hombres no hace falta que tengan un espacio en el feminismo, sino convertir en feminista el espacio del que ya disponen en la sociedad.

Hay un objeto protagonista en el libro, es ese fatídico hacha, ¿es, tal vez, la personificación del patriarcado? En cierto modo, las mujeres habéis sido tratadas como objetos y no como sujetos, ahora incluso se os niega ser el sujeto de vuestra propia lucha, ¿qué opinas de la llamada ley trans y todo lo que gira a su alrededor? 

Si entro en este tema os cierran el periódico. Ya habrás visto que en mis columnas de opinión y en mis escritos me he pronunciado abiertamente en contra. Y no de los derechos de las personas trans, que tienen los mismos que todo el mundo, sino de la absurda idea de la autoidentificación de género o sexo a voluntad, como si fuese posible cambiar de sexo. Sería convertir en ficción jurídica la realidad material, es decir, el sexo biológico, que actualmente se pretende irrelevante.

Si hasta algún firmante de los Principios de Yogyacarta, donde empezó toda esta historia, ya ha manifestado que cambiar de sexo no se puede hacer sin condiciones. ¿En qué cabeza cabe que uno pueda decidir si es hombre o mujer solo por su mera palabra?

El hacha de la novela, que planea por toda la novela quizá sí sea un símbolo (aunque no consciente) del arma que las mujeres hemos tenido como sistema de control.

Para finalizar, ¿hasta qué punto la experiencia de las tres mujeres retratadas en tu libro refleja experiencias propias? ¿Crees que las escritoras y los escritores deben basarse en su propia experiencia o hay un oficio detrás que es capaz de crear de la nada?

Estas experiencias me son muy cercanas, no exactamente como están recreadas, pero conozco estas situaciones por haberlas visto, y en algún caso, vivido. Supongo que hay creadores con una vivísima imaginación que pueden inventar mundos, pero a mí me parece que la mayoría bebe de la propia experiencia, que es la que resulta más creíble y auténtico. Lo que es totalmente ficticio o tienes un gran talento, o con frecuencia naufraga.

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