¡Que vienen los rojos!

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Con este nada original enfoque se estrenaba Pablo Iglesias el pasado 4 de septiembre en CTXT,  pidiendo que “Las fuerzas a la izquierda del PSOE deberían aumentar su colaboración en todo el Estado, compartir espacios de reflexión estratégica y explorar vías confederales” para evitar que en un futuro inmediato gobernaran PP y Vox.

Con el paródico asusta viejas ¡Que viene los rojos!, casi trasunto de la película de 1966 ¡Que vienen los rusos!, se burlaba la izquierda de los mensajes de la derecha -tipo ¡Te quitarán la casa!- ante la posibilidad de su triunfo electoral.

El asustar al personal se lleva mucho cuando los argumentos están tan gastados que ni tú mismo te los crees, y eso es lo que le pasa a Pablo Iglesias, que ya no se cree lo que dice y lo que dice no se lo cree nadie; y no porque lo que diga sea algo sin sentido, que también, sino porque está tan gastado y es tan inestable como lejano de las preocupaciones de esa inmensa cantidad de gente que el ya lejano 15M decía representar en su “No nos representan”, hasta hacer realidad que los portadores de esa no representación han llegado a disolverse en tantas mareas, confluencias que no confluyen, variantes y peculiaridades como cachivaches encuentras en ese mítico cajón de sastre convertido en el desastre en el que ha desembocado aquella aventura que venía a poner todo patas arriba, y está a una elección de echar el cierre habiéndose llevado por delante a Izquierda Unida y la ilusión de millones de españoles.

En este artículo de estreno, en el que según sus palabras en Twitter “comienza una nueva etapa llena de desafíos”, marca cuáles son sus preocupaciones, y que de no ser atendidas lleven a “los fachas” a gobernar.

https://twitter.com/PabloIglesias/status/1434238266497282048?s=20

¿Y cuáles son las preocupaciones de quien fue hasta hace poco vicepresidente del Gobierno y por ello bien conocedor de los problemas que enfrentan los españoles?

Pues haciendo un rápido inventario serían:

  1. Que gane la derecha.
  2. Que se eliminen las competencias autonómicas en educación, por ejemplo.
  3. Que se ilegalizase a los partidos independentistas: Bildu, Junts y ERC.
  4. La existencia de presos políticos (La pena es que ya estaban fuera en la fecha del artículo).

Y ante esta situación propone:

  1. Que “las izquierdas diferentes al PSOE (aproximadamente entre 1.000 y medio millón, paréntesis mío) en todo el Estado deben aumentar su colaboración y compartir espacios de reflexión estratégica”.
  2. “Asumir que la alianza de gobierno con el PSOE es, en esta coyuntura, necesaria para proteger la democracia e implementar la justicia social mediante políticas públicas”.
  3. “Explorar vías confederales para la re-organización de un Estado compartido, más acordes con la plurinacionalidad y la voluntad de los distintos pueblos del Estado”.
  4. “Asumir que el terreno de la cultura y la ideología es tan decisivo como el institucional y el de la movilización social” (¿Más performances?).
  5. Y cómo colofón señala que “Lo que llevamos perdiendo tantos años en Madrid no son solo elecciones, sino una batalla cultural e ideológica”.

Y esto es, a grandes rasgos, las preocupaciones y soluciones que Pablo Iglesias expone en su artículo de estreno en CTXT, en su declaración de Programa Máximo político como línea actuación.

Si repasamos las preocupaciones que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) señala en su encuesta de julio de 2021, a los españoles, sean de donde sean, lo que les preocupa en sus tres opciones de respuesta abierta espontánea son el paro, salud y la economía.

Pues bien, vas al artículo de puesta de largo Pablo Iglesias en CTXT y no aparece ni por asomo ninguna de estas preocupaciones. Lo que más preocupa a quienes en su momento representó no están en su lista de problemas. Pero es que tampoco menciona el feminicidio, los accidentes laborales, las pensiones, el laicismo, la reforma laboral, la ley de Seguridad ciudadana, la forma del Estado -republicano o monárquico-, la corrupción, el cambio climático, la homofobia, el racismo, la reforma fiscal, los desahucios, la vivienda, la pobreza severa de casi un 20 % de la población… Y así una clamorosa ausencia de preocupaciones sobre las que en su momento construyó su discurso político. Por no mencionar, no dice ni media de la malhadada Ley Trans y la supuesta ausencia de Derechos Humanos que los Trans sufren. Con la turra que ha dado con esa historia.

Su preocupación se reduce a satisfacer a esos “ecosistemas mediáticos vasco y catalán” y a los poderes políticos y económicos que están detrás de ellos como medio de asegurar su proyección personal, y de la que no ha tardado en sacar fruto con sus colaboraciones en la UOC, Ara y Gara -de momento, y a la espera de La Vanguardia o El Correo del Pueblo Vasco-. Eso sí, sin desdeñar la recién comenzada en CTXT y La Ser (Espacio Ágora de Hora 25), aunque estas últimas estén en ese territorio origen de todo el mal del “Estado español”: Madrid.

Y no critico que se busque la vida tras dejar el Gobierno, sino qué problemas señala en su primera intervención pública, tan alejados de los que realmente quitan el sueño a quienes mal viven con una pensión contributiva, tienen un trabajo temporal o un familiar discapacitado al que atender sin ayudas públicas, por escasas o inalcanzables por la burocracia.

Su campo de preocupaciones pasan por los que la actualidad mediática señale en los medios, especialmente en los “ecosistemas mediáticos vasco y catalán”, que ya hay que ser cursi para llamarlos así, pero después de leer a su defensor Antonio Maestre refiriéndose a una columna de opinión como “espacio privilegiado de expresión mediática” uno ya se espera cualquier cosa; pero a lo que iba, que las preocupaciones de Pablo Iglesias coinciden con las de los ciudadanos en nada y menos.

Tras leerle su artículo en Ara se ve que su enfoque es de la política “prêt-à-porter”. Lo que se lleve ese día en los medios de los “ecosistemas mediáticos vasco y catalán” será lo que guíe su pluma. Y esos ecosistemas están residenciados en las sedes de los partidos políticos de la derecha nacionalista, que según sople el viento serán independentistas, federalistas, soberanistas o autonomistas, irán a misa en Montserrat o bailarán un aurresku a la Virgen de Begoña. Pablo Iglesias se ha convertido en un “mandao” cuya tarea hoy será decirnos lo obvio y que hasta que él no lo ha dicho no habíamos caído en la cuenta: Que el PP y Vox posiblemente van a ganar en unas próximas elecciones. Obviando que una gran parte de responsabilidad de esa victoria de la derecha se la debemos a él y a la absurda política de anuncios grandilocuentes de dominar a las energéticas, derogar reformas, abaratar alquileres, evitar desahucios y tantas otras que al final se han quedado en batucadas, agresiones a feministas, tirar ladrillos rosas y mucho aplauso a estrambóticos sujetos en premios Feroz. De todo eso se ha olvidado como causa del triunfo de la derecha. Y la solución es “aumentar (la) su colaboración y compartir espacios de reflexión estratégica”. Para mear y no echar gota.

Pablo Iglesias vive en otro mundo y no es el de los españoles y españolas de a pie. En su frigorífico no hay eco. Come tres veces al día.

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