Ayuso la republicana

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En nuestro último artículo mencioné de pasada las palabras de Ayuso sobre el rey y la firma de indultos en la última manifestación de Colón, y les decía que recordaran el asunto porque en próximos artículos volveríamos sobre ello.

En el momento en que las pronunciaba muchos se reían de lo que consideraban un nuevo desliz de la mujer que define la libertad como no encontrate a tu ex en la calle y Madrid como España dentro de España. Pero unos pocos no lo vimos así. Permítanme que les ponga en contexto.

Hace aproximadamente un año las encuestas empezaron a mostrar la preferencia de los españoles por la república. Algunas incluso decían sin tapujos que en caso de referendum un 40,9% votarían a favor de esta forma de gobierno frente un 34,9% que lo harían por la monarquía. Coincidía esto, por cierto, con el momento más bajo en las encuestas de las derechas. Pero de pronto en este último bloque apareció un nuevo rostro. Un rostro al gusto de los que en los últimos tiempos están empezando a despuntar entre los bloques conservadores de todo el mundo. Ya saben: histriónicos, parlanchines y dotados de una prepotencia y arrogancia que los más estúpidos confunden con la valentía. Aquella niña pija colocada por su partido en la presidencia autonómica de Madrid empezaba a deslumbrar con unos «méritos» un tanto curiosos: amenazaba con boicotear toda medida de contención de la pandemia que sufríamos, la utilizaba como pretexto para hacer favores a las constructoras y no perdía ocasión de privatizar todo lo que caía en sus manos, mientras descuidaba los transportes públicos de la comunidad y cerraba centros de atención primaria. De pronto, parafraseando el título del episodio IV de Star Wars, la derecha tenía una nueva esperanza.

Ayuso, como Trump, Johnson o Bolsonaro, daba la impresión de representar un orden nuevo dentro de su opción política y una especie de OPA hostil a a jerarquía caduca de su partido. Como ellos vende como ideas nuevas y revolucionarias los postulados más reaccionarios y regresivos que puedan imaginarse: control sobre inmigrantes y los famosos MENAS —recuerden que en una reunión con Pedro Sánchez sobre la pandemia los culpó de los contagios y pidió más policías para controlarlos—, recortes fiscales que beneficiarán a los de siempre, privatización masiva de servicios públicos, etc. Pero todos ellos lo que venden, curiosamente, es que son valientes y contestatarios contra un orden establecido «progre». Aquí está el punto a dónde quería llegar.

Bueno, la derecha muchas veces vive de esa famosa paradoja de cambiar algo para que todo siga igual. La monarquía en España parece sentenciada. ¿Y si la nueva derecha ayusista ha decidido que lo más fácil de cambiar para que todo siga igual es la monarquía por una república hecha al gusto de la derecha? ¿Es que acaso no ha habido gobiernos de derechas en repúblicas? Todos los peleles de la Operación Cóndor gobernaron repúblicas, todos los países del actual grupo de Visegrado de Europa del Este son repúblicas. Los Estados Unidos se gobiernan en régimen de república y consideran que el Partido Demócrata es de izquierdas. Y aquí en España, desde los tiempos de Aznar el sector más duro de la derecha nunca se ha llevado bien con la Casa Real. La monarquía servía como parapeto de los privilegios que defendían, una vez que no es útil no les importará en absoluto cambiar la institución monárquica por otro refugio. Muy pocos han considerado esa posibilidad, y si sondean la calle y las redes verán que en el sector progresistas muchos se confiesan absolutamente descolocados por este republicanismo conservador. Solo algunas voces de la izquierda parecen haberlo entendido, como Daniel Bernabé, que esta semana nos ofreció este artículo al respecto en Público.

Ayuso no se metió en ningún jardín. Estaba siguiendo unas instrucciones muy claras de los que la manejan, el consejero de hacienda Javier Fernandez-Lasquetty y Blanc y Miguel Ángel Rodríguez, por cierto, dos «aznaristas» de postín, que quieren llevarla a la Moncloa y desplazar a Casado al que consideran inoperante —esto en concreto no seré yo quien les afee la conducta por pensarlo —. La prueba la tienen en que cuando Casado intentó apagar el incendio Ayuso replicó que no rectificaba y que «Casado piensa como yo que el gobierno ha puesto una trampa al rey». Fíjense en esta última frase porque es tan maquiavélica que la mujer que define la libertad como llevar una pulsera donde pone libertad no pudo concebirla. De una tacada ha pasado la pelota al rey, y sobre todo insiste en la única idea que entiende el electorado de la nueva derecha: que Ayuso tiene lo que hay que tener para decir lo que todos pensamos. El efecto empezamos a notarlo los usuarios de Twitter el día 24 cuando el sector de la derecha «ayusista» convirtió en tendencia el hashtag «Felpudo VI».

La monarquía en España está sentenciada. Pero quién lleve el cambio marcará una gran diferencia. Estén atentos porque como la derecha republicana, ya podemos llamarla así, logre colocar a un jefe de Estado a su gusto, el Campechano y el Preparado les parecerán un mal menor. Y encima Ayuso se venderá como quien trajo el cambio.

P.D.: No puedo permanecer impasible cuando ayer mismo una colaboradora de este medio sufrió una agresión a manos de fanáticos trans. Un saludo y mis deseos de pronta recuperación a Laura Strego. Ojalá el peso de la ley caiga sobre esos sujetos.

Captura de pantalla de los usuarios de Twitter seguidores del señuelo de Ayuso.

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