AIRE

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Alianza de la Izquierda Republicana de España (AIRE), así se llama el nuevo proyecto político que analizaremos en esta columna.

Primero, mi opinión general sobre AIRE: se trata de una excelente noticia para los que, como quien escribe, se sienten abandonados por los partidos y sindicatos de la izquierda parlamentaria.

Segundo, creo que, por desgracia, AIRE no ha sido capaz (hasta ahora) de incorporar a su programa un punto fundamental: la recuperación de la soberanía monetaria española.

A continuación, intentaré explicar estos dos puntos para exponer las que a mi juicio son la fortaleza y la debilidad del proyecto de AIRE.

AIRE es una excelente iniciativa porque pretende corregir las dos políticas que están acabando con la izquierda española. Esas políticas son las políticas identitarias territoriales y de género.

Tradicionalmente, el discurso de la derecha se basaba en la desigualdad entre clases sociales y la igualdad entre territorios. Por eso defiende propuestas económicas cuyos beneficiarios pertenecen claramente a las clases más acomodadas a la vez que desmantela servicios públicos fundamentales como la sanidad, la educación, la enseñanza, las pensiones y el acceso a la vivienda. No obstante, también la derecha ha cambiado su discurso desde que José María Aznar renovara el Concierto Económico vasco mediante la Ley Orgánica 4/2002. Desde entonces, la fiscalidad del País Vasco concede beneficios fiscales a los ciudadanos de dicha comunidad autónoma que no son aplicables en el resto del Estado y con ello introduce desigualdades, no solo de clase, sino también territoriales.

Tradicionalmente, la postura de la izquierda era la defensa de la igualdad entre clases sociales y por ende la igualdad entre territorios. Sin embargo, la izquierda posmoderna actual ha cambiado su discurso y ha caído en una contradicción evidente, ya que dice defender la igualdad entre clases sociales a la vez que defiende la diferencia entre territorios. Esto es simplemente imposible. Sin igualdad entre territorios no es posible la igualdad entre las clases sociales. Esto resultaba evidente en la izquierda tradicional, y sin embargo ahora la izquierda posmoderna no solo acepta medidas socialmente injustas como el Concierto Económico vasco, sino que además no tiene reparos en aceptar todos los discursos de los nacionalismos periféricos. La motivación de estos nacionalismos no es la defensa de unos derechos lingüísticos y culturales que, como no puede ser de otra manera, ya están protegidos por el marco jurídico actual, sino el puro egoísmo: las regiones ricas no quieren compartir sus recursos con las regiones pobres. Esa es la razón por la cual los nacionalistas catalanes y vascos quieren abandonar España. Según su visión, el resto de España está compuesto de pueblos atrasados muy inferiores a ellos que disfrutan de unos servicios sociales pagados por los impuestos recaudados en sus territorios. Por tanto, si no pertenecieran a España, esos impuestos destinados al resto del Estado se quedarían dentro de sus fronteras y se convertirían en países ricos como los centroeuropeos. Esta visión no es solo racista, insolidaria y egoísta, también es rotundamente falsa, ya que los impuestos no financian el gasto de los Estados, y además es incompatible con los valores de la izquierda. Sin embargo, la izquierda posmoderna ha claudicado ante este discurso, que es similar al que sostiene la Liga Norte italiana o el Movimiento Nación Camba de Liberación en Bolivia.

Lo mismo ocurre con las políticas identitarias de género. La izquierda posmoderna ha cambiado clase por género y ha dejado de defender los pilares básicos de la izquierda: el pleno empleo garantizado y permanente, la garantía a todo ciudadano de comida, alojamiento, vestido, servicios sanitarios y educación, el acceso a pensiones y subsidios, y la garantía de estándares laborales dignos. En su lugar, la izquierda posmoderna ha optado por un discurso que confunde razones objetivas (de clase) con razones subjetivas (de género). Lo importante ya no son los intereses de clase que unen a todos los que viven de su trabajo, sino los intereses subjetivos de la sexualidad que nos diferencian. Tradicionalmente, la lucha de la izquierda por la igualdad incluía la igualdad entre sexos y entre preferencias sexuales, ya que, como en el caso territorial, se entendía que la igualdad entre clases no era posible sin la igualdad entre sexos y preferencias sexuales. Por tanto, la igualdad entre sexos se entendía como una extensión de la igualdad entre clases sociales y se defendía que cuestiones como las preferencias sexuales se debían encuadrar en el lugar que les corresponde, es decir, el ámbito privado de cada uno. Dicho ámbito privado, en el que cada uno hacemos lo que nos place en la intimidad de nuestras alcobas, no debía inmiscuirse en el ámbito público. Lo público debía orientarse a la mejora de las condiciones de vida objetivas de la clase trabajadora, independientemente del origen, raza, sexo, religión o preferencia sexual de los componentes individuales de dicha clase trabajadora. Esta diferenciación entre cuestiones objetivas y subjetivas se ha perdido. Ahora la izquierda posmoderna no es capaz de ver más allá de sus próstatas y de sus ovarios mientras los estándares de vida de la mayoría trabajadora empeoran día a día.

Da la impresión que AIRE ha comprendido los males de clase, territoriales y de género que azotan a la izquierda española. Por tanto, desde aquí mi aplauso a voces extraordinariamente brillantes como las de Guillermo del Valle* y Paula Fraga que, bien desde las filas de AIRE como en el primer caso, bien desde posiciones cercanas como en el segundo, están introduciendo este tipo de ideas tan necesarias para la imprescindible regeneración de la izquierda española.

Hasta aquí la fortaleza de AIRE. Ahora me centraré en su debilidad.

Las políticas de clase que defiende AIRE no son posibles dentro del euro, pero AIRE no plantea la recuperación de la soberanía monetaria. He aquí su principal debilidad. En lo macroeconómico, el discurso de sus dirigentes, con la excepción de los pertenecientes a Somos España que sí que están a favor de la salida del euro, es muy similar al de los partidos del arco parlamentario, ya que cae de pleno en lo que podríamos denominar la falacia de Robin Hood. Según esta falacia, el papel de los Estados debe ser recaudar impuestos de los contribuyentes más adinerados para luego poder gastar en los más necesitados, es decir, que como si de Robin Hood se tratara, el Estado debe quitarle el dinero a los ricos para dárselo a los pobres.

Este discurso basado en la falacia de Robin Hood es un discurso perdedor cuyo principal valedor es la derecha, ya que da pie a los partidos conservadores a decir que oponerse a los intereses de las clases más adineradas es oponerse a los intereses de los contribuyentes que pagan el gasto corriente de los Estados. Sin dichos contribuyentes no habría gasto público ni servicios sociales, por tanto el Estado debe velar por los intereses de los contribuyente más adinerados para que puedan seguir pagando los impuestos de los que depende el resto de la población. Si los ricos lo pagan todo, ¿a santo de qué hay que dejar de primar sus intereses? Según esta lógica, defender los intereses de los ricos es la manera correcta de defender los intereses de los pobres.

La historia nos demuestra que en este esquema es la izquierda la que acaba perdiendo. Por tanto, es necesario que la izquierda abandone este modelo perdedor y plantee un modelo alternativo acorde con las evidencias que brinda la ciencia económica. Los impuestos no financian nada. Los Estados gastan mediante tecleos informáticos en sus bancos centrales. Dichos tecleos hacen variar los saldos de las cuentas bancarias del resto de la economía de manera que el gasto público equivale al ahorro privado. Los impuestos no financian este gasto, los impuestos cumplen una triple función: dar valor al dinero, modular las presiones inflacionarias e incentivar las diferentes actividades económicas.

Esto se entiende perfectamente si nos hacemos la siguiente pregunta: ¿De dónde sale el dinero que utilizan los contribuyentes para pagar impuestos? La respuesta es, obviamente, el Banco Central. Por consiguiente, los impuestos no pueden financiar el gasto público porque el gasto público precede a la recaudación de impuestos (el Estado tiene que gastar antes de poder recaudar). El dinero no proviene de las empresas ni de las familias, el único emisor de dinero es el Banco Central y, al no tratarse de una mercancía, el Estado nunca puede quedarse sin su propio dinero. Por consiguiente, los países monetariamente soberanos no pueden caer en la insolvencia involuntaria.

Esto significa que una condición sine qua non para poder llevar a cabo un programa político como el que plantea AIRE pasa irremediablemente por la recuperación de la soberanía monetaria y la salida del euro.

En la actualidad, España usa una moneda que no emite. Por tanto, no es un país soberano y sí que corre el peligro de caer en la insolvencia involuntaria, ya que España está sujeta a las reglas de gasto de la UE. Dichas reglas, recogidas en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) y en los diferentes tratados, imponen límites de déficit que impiden llevar a cabo el gasto público necesario para implementar las propuestas de AIRE. Además, es esta arbitraria y reaccionaria vinculación entre recaudación y capacidad de gasto impuesta por las reglas de la UE sobre la que se fundamenta el Concierto Económico vasco. Según los tratados y el PEC, los Estados de la UE no pueden superar el 3% de déficit. Por tanto, los Estados se ven forzados a vincular recaudación y gasto y por eso el Concierto Económico vasco discrimina a unos ciudadanos frente a otros. Es decir, el injusto sistema tributario autonómico español que, con toda razón, critica AIRE es consecuencia de las restricciones impuestas por la UE a los déficits públicos. Desvinculemos recaudación y gasto saliéndonos del euro y el Concierto Económico vasco (que debe ser derogado) perderá toda efectividad.

Como he dicho anteriormente, la experiencia nos indica que la vinculación entre recaudación y gasto de la falacia de Robin Hood beneficia a la derecha. Eso hace que muchas personas de izquierda en Cataluña y el País Vasco vean a España como un país irreformable en el que siempre son los intereses de la Corona y de la oligarquía los que prevalecen. Si gane quien gane las elecciones, la Corona y los intereses de los oligarcas son intocables, ¿para qué queremos a España? Esta es la pregunta que se hacen muchas personas de izquierda en el País Vasco y en Cataluña y es la pregunta que AIRE tiene que responder. En mi opinión, la respuesta para incorporar a esas personas de izquierda a un proyecto unitario español debe pasar por una Ley de Claridad y por hacer de la República un objetivo inalienable, pero también por acabar con la camisa de fuerza económica que la UE impone sobre España y que no permite llevar a cabo las medidas económicas necesarias para garantizar el bienestar de todos. La UE es una cárcel, la Corona y la oligarquía sus carceleros.

Esta cuestión ha sido exhaustivamente estudiada por la teoría monetaria moderna, una escuela económica que cuenta con una importante implantación en España gracias a economistas como Stuart Medina Miltimore, Jorge Amar y asociaciones como RedMMT. La idea es simple: el déficit público correcto es aquel que permite el pleno empleo sin inflación. Dicho nivel de déficit se alcanza mediante los planes de trabajo garantizado basados en las reservas de estabilización de empleo. Solo mediante ese déficit es posible la reindustrialización y la reconstrucción del estado social en España. La Unión Europea y el euro están diseñados para que los países netamente importadores como los del sur de Europa no puedan incurrir en dichos déficits y no se conviertan en países competidores de los países de Centroeuropa. Por eso la incorporación de España a la Unión Europea vino precedida de una desindustrialización forzada que ha relegado a nuestro país a ser el burdel de Europa. La producción industrial en el norte, la farra en el sur, así se divide la Unión Europea. La posibilidad de hacer de la UE una zona monetaria óptima es una quimera y las consecuencias derivadas de la pertenencia de España a la UE y al euro son absolutamente distópicas.

Solo la teoría monetaria moderna le ofrece a AIRE la posibilidad de conformar un programa económico acorde con su programa político. Asimismo, la teoría monetaria moderna le ofrece a AIRE un plan de salida del euro viable que ha sido concienzudamente estudiado y diseñado por los mejores economistas de la actualidad. Por tanto, no caben excusas para no plantear la salida del euro. La teoría monetaria moderna ya ha resuelto la cuestión y nos indica la manera correcta de salir del euro sin causar desequilibrios económicos y mejorando la situación económica actual.

La cuestión es: ¿recogerá AIRE la propuesta ganadora de la teoría monetaria moderna o se convertirá en otro proyecto de izquierda fallido?

Yo confío en los líderes de AIRE. Su programa político cimentado sobre la teoría monetaria moderna sería imparable.

Euro delendus est


* Nota aclaratoria: tras la publicación de este artículo, Guillermo del Valle me expresó su interés en que su nombre no apareciera como representante de AIRE, sino como director de eljacobino.es. Según sus palabras, Guillermo del Valle es miembro del consejo político provisional de AIRE, pero él solo representa a El Jacobino, un think tank cercano a AIRE.

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