El último baile

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Vale que el título no es muy original. Vale que desde que tengo uso de razón hay gente que afirma esto, pero parece que esta vez sí no es la definitiva se acerca bastante.

El PCA, organización andaluza del Partido Comunista de España celebra en estos momentos su XIII congreso. A pesar de un continuado descenso es su afiliación, la Organización andaluza del PCE sigue siendo la principal estructura, en cuanto número de militantes y actividad, tanto del PCE como de aquellos que se reclaman del comunismo en España.

Se celebra el citado XIII congreso en uno de los momentos de menos actividad política de la organización en el pasado reciente. Es verdad que el impacto de la pandemia mundial afecta, pero tampoco es menos cierto que el ultimo ciclo electoral, las expectativas levantadas por el XX Congreso del PCE y las difíciles relaciones con Podemos ha dejado a buena parte de la militancia entre exhausta, aturdida y atónita.

El XX Congreso del PCE supuso un auténtico hito en la historia reciente del partido, comparable con la escisión carrillista que acabaría con buena parte de la militancia en el PSOE y con otra parte nada desdeñable en su casa, la creación de Izquierda Unida o la posterior crisis de la «Nueva Izquierda» donde otro buen grupo de militantes y dirigentes acabarían, de nuevo, en el PSOE.

El XX Congreso, fue un congreso anormal, donde militantes y cuadros del PCE hicieron un fuerte ejercicio de autocrítica sobre la actividad y la línea ideológica del partido durante los 40 años de democracia borbónica. Fíjense si fue anormal, que tuvo que realizarse en dos tandas donde se discutieron cosas prácticamente similares. La militancia y buena parte de los cuadros medios no podían seguir repitiendo los mismos rituales que definen la vida interna de la organización en torno a sus relaciones con IU (referente electoral de la misma), CCOO (referente sindical) y el PSOE, socio de gobierno o enemigo a batir según el ciclo que toque.

El 15M, el surgimiento de Podemos, pero sobre todo las experiencias de las Marchas por la Dignidad y los recortes por imperativo legal del Gobierno PSOE-IU en Andalucía habían puesto en rojo todas las luces de alarma. Si se seguía con lo mismo, la organización desparecería subsumida a IU y relegada a un papel de tercer orden, como adorno épico de una socialdemocracia renovada, pero a la vez las experiencias concretas de movilización y lucha decían que había espacio para hacer otra cosa.

De aquel congreso salió la recuperación del leninismo, la caracterización de la UE como ente imperialista irreformable, la necesidad de superar IU (que para algunos es disolverla y para otros es recuperar su esencia original) o recuperar la organización comunista en los centros de trabajo. El PCE pretendía salir de su segunda clandestinidad, autoimpuesta, recuperando todas sus competencias de partido político de pleno derecho, renegaba del institucionalismo y de los pactos de estado con la socialdemocracia y apostaba por una revolución democrática, por una República con soberanía y democracia plenas, frente al modelo de la monarquía neoliberal corrupta anclada en la UE y el euro, un instrumento imperialista de dominación económica que había que abandonar. Fíjense como se puso la cosa, que incluso se hablo de contactar con otras organizaciones comunistas, una cosa que es casi pecado.

Sucede que una cosa es declarar algo, otra aprobarlo y otra cosa diferente hacerlo. Al XX Congreso de avance leninista y orientación revolucionaria, le iba a llegar pronto su Termidor contrarrevolucionario. En Mundo Obrero, órgano de expresión del PCE, se cuestionaban abiertamente los acuerdos del congreso. En IU, los dirigentes del PCE no ponían en funcionamiento la política aprobada, la unidad popular para la ruptura democrática desde la movilización se quedó en conformar listas unitarias con el partido europeísta Podemos y comenzaba un paulatino abandono, de los por aquel entonces aún pujantes espacios de movilización social contra la crisis del capitalismo.

Y es que claro, recuperar las competencias, no tenía que ser sinónimo de ponerlas en funcionamiento, como afirmaban sin rubor algunos dirigentes partidarios. Tampoco era necesario poner en práctica los acuerdos, porque algunos eran muy polémicos y no se iban a entender, y bueno ahí tienen ustedes a sus ilustrísimos ministros, ejerciendo una suerte de republicanismo light (con monarca), saludando los giros históricos sin precedentes de la imperialista e irreformable UE (que ahora te pide cuentas en forma de otro ajuste y saqueo) o con la cara a los vientos de cambio que llegan junto a los drones y las bombas del inclusivo y respetuoso con el medio ambiente Presidente Biden.

La disonancia entre lo que se dice y lo que se hace, en cualquier ámbito de la vida, suele durar poco tiempo. No es sostenible. Y en esa tarea de revertir los acuerdos del XX Congreso andan muchos en el PCE y el PCA desde hace tiempo. Después de la algarada, que «el orden reine en Berlín», que este caso son las sedes y los grupos parlamentarios.

En este contexto, la dirección actual del PCA encabezada por Ernesto Alba, presenta una propuesta de regresión en la actividad, la organización y el horizonte político al que se aspira al conjunto del Partido.

En lo político, se apuesta por supeditarlo todo a los pactos «de progreso» con el PSOE, incluso se afirma que la actividad en los frentes de lucha debe acompasarse con este hecho. De igual forma, se apuesta por mantener intacta la figura de la actual IU y su unidad de destino con Podemos. El PCA se queda por tanto, supeditado a una estructura de capas de cebolla, sin capacidad para desarrollarse. De esta forma, la actividad electoral vuelve a ser el centro de la actividad de la organización, tras el fiasco de Adelante Andalucía, la apuesta es cómo se recompone una plataforma electoral similar (lo que llaman, el Sujeto Político Andaluz).

Organizativamente, una vez desechada cualquier idea de «superar IU», se apuesta por desarrollar en paralelo un nuevo modelo de organizativo que no tiene como objetivo organizar a los militantes en sus centros de trabajo, en su lugar se apuesta por organizarlos en compartimentos estanco amplios. Estos compartimentos se parecen mucho a las actuales áreas y redes de IU. Es difícil que las dos cosas convivan de manera útil y eficaz.

Y todo esto para qué, para centrar el trabajo del PCA en el movimiento obrero (sinónimo de CCOO), el feminismo y el movimiento vecinal. Desaparece de las prioridades en la actividad partidista la solidaridad internacional o la República.

Es decir, que como con el Carrillo original, se apuesta por aquello en donde se puede edificar una gran casa común de la izquierda: el sindicalismo de concertación social y los pactos de progreso con el PSOE, en este caso para parar al fascismo de VOX. Y se desechan aquellas cosas que puedan generar algún tipo de fricción o contradicción con estos: a saber la República, la Solidaridad Internacional, el desarrollo del Partido en los centros de trabajo y estudio o la personalidad política propia para desarrollar iniciativas en el marco de la instituciones, porque ciertamente, nos podemos volver locos y pedir la salida da la UE y del euro o podemos pensar que es infame compartir gabinete con quienes justifican los genocidios del imperialismo en Palestina o Colombia, y claro, eso es mal.

Pueden preguntarse cómo se justifica este giro, y ciertamente hay poco más de que la cosa esta muy mal, que es verdad. Tampoco parece que repetir el camino que nos trajo hasta aquí sea la solución, pero mas allá de eso, lo que aprendemos de este tipo de propuesta es que cuando a leninismo se le quita su fondo ideológico y su orientación política revolucionaria, solo queda un fetiche organizativo, que se puede usar para casi cualquier cosa. En la forma Lenin, en el fondo Carillo.

Ciertamente si esta línea política se abre paso, volveremos a la casilla de salida. No deja de ser curioso que aquellos que alcanzaron puestos de dirección criticando, con acierto, a Llamazares, Valderas o Centella, ahora copian sus ideas. Y más allá de que eso a mí me provoque cierta risa, una vuelta del PCA a las catacumbas de su «segunda clandestinidad» supondrá que este sea su ultimo baile.

Por eso, con mucha reticencia y aunque me ha provocado un disgusto he participado en mi núcleo de base dando mi opinión y haciendo mis enmiendas. No sé si llegarán lejos, lo dudo.

De igual forma, porque a las ideas les dan vida las personas, voy a apoyar a Miguel Ángel Bustamante como candidato a Secretario General del PCA. Se puede tener un partido serio, disciplinado y que se respete a sí mismo y a sus acuerdos.

Decían por ahí, medio en guasa, medio en serio, que el PCE (y por tanto el PCA) es el partido donde hay más comunistas infiltrados. Sería una pena que este fuera su último baile. Evítenlo que todavía se puede.

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Ángel Sánchez
Ángel Sánchez (1978). Cursó estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla, donde se enroló en el movimiento estudiantil contestario y en los movimientos de solidaridad internacionalista. Militante del PCE, ha ostentado responsabilidades en las direcciones locales y provinciales durante la última década. Cree firmemente en que los trabajadores necesitan más militantes y menos activistas. Más organización y menos postureo electorero.

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