Disciplina social

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Bueno, pues parece que después de haber «derrotado» al virus en mayo, toca volver a la casilla de salida con otro estado de alarma y un confinamiento sui generis, que viene mediatizado por el respeto a la temporada alta (turística y comercial) de invierno, la ausencia de nuevas medidas de auxilio a la clase obrera y con la oligarquía empresarial peleándose por el bote que supone las ayudas de la Unión Europea, esas que eran «históricas» y que no se pueden gastar ni en sanidad, ni educación ni en nacionalizar Endesa. Histórico, pero poco.

Cuando le han preguntado a Mr Mocos, entre que se ha quedado mirando al techo, se ha sacado un cerillo de la oreja, ha cogido la tabla de surf y se ha dado un paseo en globo con Calleja, pues poco menos que ha dicho que esto es un castigo divino, porque con las fronteras abiertas en verano para los turistas europeos, los colegios abiertos en septiembre, la vuelta al trabajo, el colapso de la atención primaria, el transporte publico igual de precario que en febrero, las Comunidades Autónomas contratando a Ferrovial (o a nadie) para el rastreo del virus, millones de euros comprometidos con las infructuosas vacunas inglesas y alemanas (porque para eso esta la UE, para matarnos de asco salvando a los monopolios europeos cuando la competencia viene de Rusia o China), con ese panorama, quién carajo podría imaginarse que se iba a repetir el mismo fenómeno que en febrero. Solo un hechicero con una bola de cristal. No.

Para rematar el cuadro, el Presidente Sanchez pide disciplina social de nuevo y prepararse para los sacrificios. Parece que habéis sido poco disciplinados. Yo diría que mas bien lo contrario, el mensaje de que era un deber patriótico salir a la calle a tomarse algo en una terracita, quizá se ha seguido demasiado al pie de letra. Aplaudir el turismo internacional como algo heroico, no ha prevenido de los contagios que venían, sin control, de Centroeuropa y Reino Unido. Vaciar los centros de salud, para blindar los hospitales tampoco ha dado grandes resultados. No tener mecanismos para pesquisar, aislar y hacerle el seguimiento a los casos positivos tampoco debe de tener nada que ver con todo ello. Lo que seguro que si presenta buenos resultados son las cuentas de beneficios de Barceló, Meliá o Riu, por no hablar de las miles de empresas que se han quitado marrones de en medio a base de ERTEs.

Pero, el problema son los chavales con la botellona, las reuniones familiares en los cumpleaños, los puretas que quedan los lunes para jugar una pachanga, los que no se ponen la mascarilla, los okupas, las vacaciones del Vicepresidente Moños o que al Sevilla le falta un 9 en condiciones. O por lo menos eso es lo que lleva viendo servidor en la prensa desde verano.

Mientras que el gobierno neoliberal y oposición neoliberal culpabilizan a los trabajadores de sus propios errores, los responsables de la gestión de la crisis (técnicos y políticos) escurren el bulto de sus groseros y trágicos errores. No sea que alguien recuerde que han puesto la economía por delante de la salud de las personas, tal y como dicen los medios que han hecho parias políticos como Boris Johnson o el propio demonio Donald Trump.

Mañana empieza el estado de alarma 2.0, tocará hacer nuevos sacrificios y esfuerzos. No se preocupen que la ex-izquierda posmoderna vela por nosotros. Esta tan preocupada como Fernando Simón, el trolero que se encaja cada mes 9000 pavos y que es icono pop e ídolo de los progres. Garzón ha anunciado ya que nos sube los impuestos indirectos a los currelas (pero es por nuestra salud). Otro trilero que tal baila, total si esto de lo que va es de unos y otros (empresarios, banqueros y sus dóciles representantes políticos) se puedan permitir el lujo de vivir en un chalet de potentado a costa del sudor y de la sangre de gente como tú, como yo.

Y mientras ellos se lo pasan pipa, a la clase obrera cada vez le queda menos, y aunque hagan pactos en el Congreso para no insultarse (y a eso lo llamen «defender la democracia») el monstruo ultra sigue creciendo y creciendo y empieza a acojonar un poquillo.

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