Consenso de la moneda moderna

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El pie para escribir este artículo me lo ha vuelto a dar un hecho luctuoso, la muerte a los 83 años del economista británico John Williamson, pero es que, como decía Max Planck, hay veces que la ciencia parece avanzar de funeral en funeral.

Williamson se hizo famoso por acuñar en 1989 el término consenso de Washington, un compendio de 10 puntos en los que recogía la postura común defendida por el gobierno de EE.UU., el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en materia de política económica. Con el tiempo, esos 10 puntos se convirtieron en pilares fundamentales del neoliberalismo y de la corriente principal de la economía.

A continuación, enfrento los 10 diez puntos del consenso de Washington a lo que denomino el consenso de la moneda moderna. A mi juicio, dichas alternativas son la refutación más avanzada que ofrece la ciencia económica al consenso de Washington.

 Consenso de WashingtonConsenso de la moneda moderna
1Todo déficit fiscal es contraproducenteEl déficit fiscal correcto es el que permite el pleno empleo de los recursos y la estabilidad de precios
2Reducción del gasto público y de la presión fiscalSi existe desempleo o recursos ociosos no se debe reducir el gasto público. El aumento de la presión fiscal está justificado si existen presiones inflacionarias
3Ampliación de la bases impositivas y moderación de los tipos impositivos marginalesDisminución de los gravámenes sobre las actividades productivas y sobre las rentas del trabajo. La presión fiscal debe recaer sobre todo en las actividades especulativas
4Sustitución de los déficits públicos por políticas de tipos de interés positivosPolíticas de tipos de interés del 0% permanente
5Políticas de tipos de cambio encaminadas a controlar la inflación y el aumento de las exportacionesPolíticas de tipos de cambio flotantes
6Apertura de los mercados internos a las importacionesCapacidad de los Estados para llevar a cabo políticas de sustitución de importaciones si así lo consideran necesario
7Intervención de capitales extranjeros en sectores económicos estratégicos mediante la inversión extranjera directaEl mantenimiento de los sectores económicos estratégicos no debe depender de inversiones de empresas extranjeras
8Privatización de empresas públicasEl tamaño del sector público debe ser decidido por los gobiernos como medio para conseguir sus objetivos sociales
9Desregulación de los mercadosFuerte regulación pública sobre el mercado laboral, los servicios esenciales, el sector financiero y la banca
10Protección de los derechos de propiedadCapacidad de los gobiernos de recuperar el control público de cualquier recurso nacional

Un punto fundamental en el que existe un consenso dentro de la teoría monetaria moderna es que los Estados solo se deben endeudar en su propia moneda. De esta manera, la deuda pública siempre es sostenible y los Estados evitan la insolvencia involuntaria. En ese contexto, tal y como dice el economista australiano Steve Keen y a diferencia de lo defendido por el consenso de Washington, no es la deuda pública, sino la deuda privada la que amenaza la prosperidad y la sostenibilidad de las naciones. Por eso, la espina dorsal del consenso de la moneda moderna es el hecho de que los países monetariamente soberanos eligen su nivel de desempleo, ya que, haciendo uso de su soberanía monetaria, siempre pueden gastar lo suficiente como para contratar a toda la mano de obra desempleada mediante un plan de trabajo garantizado basado en las reservas de estabilización de empleo. Este esquema permite alcanzar el pleno empleo sin inflación. Por consiguiente, el nivel del déficit público correcto según la teoría monetaria moderna es el que permite el pleno empleo sin inflación.

De esta manera, la teoría monetaria moderna redefine la función de los impuestos y de la deuda pública. La teoría monetaria moderna defiende que los impuestos no financian el gasto público, sino que tienen una triple función: dar valor al dinero, modular las presiones inflacionarias y la incentivación de las actividades económicas.

Por una parte, el consenso de Washington conecta el gasto público a la recaudación de impuestos y a la emisión de deuda, y por otra conecta la reducción del déficit público con un menor gasto público en vez de con un aumento de los impuestos. Esto se tradujo en el abandono de una práctica que hasta la aplicación del consenso de Washington había sido de uso común, la financiación monetaria directa. Mediante esta financiación, los gobiernos gastaban sin emitir ningún título de deuda, sino mediante transferencias desde el banco central hacia el Tesoro y hacia cuentas bancarias de particulares. El consenso de Washington acabó con esto y desde entonces los gobiernos gastan comprando títulos de deuda de bancos privados sujetos a intereses porque supuestamente esto induce a los gobiernos a gastar de manera responsable. Lo que la teoría monetaria moderna propone es recuperar el uso de la financiación monetaria directa.

La propuesta de política fiscal de la teoría monetaria moderna no va encaminada a disminuir el déficit público, sino a modular las presiones inflacionarias. Esto significa que la recaudación de impuestos podría realizarse mediante un solo impuesto a la propiedad de la tierra y a los bienes inmuebles como propone Warren Mosler en su libro “Economía de la Divisa Blanda”. Con ello los impuestos cumplirían los tres cometidos señalados anteriormente, no se inmiscuirían en los procesos productivos, se eliminarían en gran medida los impuestos indirectos y se evitaría la especulación inmobiliaria.

Lo anterior significa que el consenso dentro del campo de la teoría monetaria moderna es que las políticas públicas deben hacer hincapié en las políticas fiscales porque son mucho más eficaces que las políticas monetarias defendidas por el consenso de Washington. La teoría monetaria moderna plantea la política económica como un trilema, ya que, en palabras de Randall Wray en su obra “Teoría Monetaria Moderna”, “un país solo puede elegir dos de entre tres políticas diferentes: mantener un tipo de cambio fijo, mantener un tipo de interés fijo o permitir el libre movimiento de capitales”. El consenso entre las filas de la teoría monetaria moderna es que los gobiernos no deben optar por tipos de cambio fijos, sino dejar que fluctúen, pero a su vez deben mantener un tipo de interés fijo del 0% e imponer controles de capitales si la especulación con divisas extranjeras y la fuga de capitales se convierten en factores de desestabilización.

Contrariamente a lo defendido por el consenso de Washington, los tipos de interés los decide el Banco Central. Como ya hemos dicho que los Estados no necesitan emitir ningún tipo de deuda para financiar el gasto público, los tipos de interés deben ser del 0% permanente. Los intentos de controlar la inflación mediante tipos de interés altos han demostrado ser un método ineficaz y contraproducente que solo beneficia a las clases rentistas.

El consenso de Washington también defiende las estrategias de crecimiento basadas en las exportaciones. Con ello confunde los intereses nacionales con los intereses de las élites exportadoras. Lo cierto es que para las economías nacionales las exportaciones son un gasto de recursos y las importaciones un ingreso de recursos. Por consiguiente, la única razón por la cual las exportaciones son deseables es porque permiten aumentar las importaciones, pero no por ello deben convertirse en la estrategia de crecimiento de los países. El objetivo de los gobiernos debe ser que la producción nacional se consuma lo más posible dentro del país, no que sean países extranjeros los que disfruten de la producción nacional. Esto también significa que las políticas de sustitución de importaciones como las defendidas por el economista mexicano Arturo Huerta son una herramienta perfectamente legítima para evitar la dependencia de inversiones extranjeras y reforzar la soberanía nacional.

Lo anterior es compatible con la existencia de grandes sectores públicos compuestos por empresas que pueden garantizar su eficacia y buen funcionamiento mediante controles de eficiencia y calidad externos si así se desea. Nada justifica que la privatización de empresas públicas sea un fin en sí mismo ni que la desregularización de los mercados implique un mayor bienestar social. Antes al contrario, el consenso de la teoría monetaria moderna sostiene que el mercado laboral debe estar regulado por planes de trabajo garantizado públicos basados en las reservas de estabilización de empleo, que es responsabilidad de los gobiernos garantizar los servicios esenciales y que los sectores financieros deben tener un tamaño muy reducido y estar sujetos a fuertes regulaciones que impidan la aparición de prácticas especulativas.

Por consiguiente, tampoco está justificado el último punto del consenso de Washington, según el cual los sectores públicos, a diferencia de los privados, no deben ser protegidos. Según el consenso de Washington, las empresas públicas, una vez privatizadas, deben convertirse en intocables. Nada justifica esta postura y según el consenso de la moneda moderna es perfectamente razonable optar por renacionalizaciones de empresas si así lo exige una mejor defensa de los intereses nacionales.

Tras más de 30 años de prevalencia del consenso de Washington, el mundo ha visto cómo sus recetas han ido minando progresivamente los estándares de vida y laborales de los trabajadores de todo el mundo. Esta depauperación de la mayoría ha ido acompañada de grandes crisis económicas y de un enriquecimiento sin precedentes de las élites financieras. Pese a ello, la interpretación más extrema del consenso de Washington está más viva que nunca en los tratados de la Unión Europea. En ellos se recogen posturas que solo la extrema derecha norteamericana defiende y que todavía no ha podido imponer en su país. Por tanto, los organismos reaccionarios regidos por el consenso de Washington como la Unión Europea deben ser abandonados.

Euro delendus est

3 COMENTARIOS

  1. […] todas las restricciones de su gasto son restricciones políticas autoimpuestas. Si se abandona la errónea idea de que el Estado tiene que recaudar impuestos para financiar el gasto público, todo encaja, la melancolía desaparece y la recuperación de la soberanía monetaria española se […]

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