Lo de Rocío

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Creo que todas tenemos claro que Telecinco, y Mediaset en general, es uno de los medios de comunicación más amarillistas y de menor calidad en contenidos de este país. Si ya hacemos el balance desde una perspectiva estrictamente feminista, el resultado es demoledor: machismo, estereotipos sexistas, y hasta agresiones en directo.

Y, paradojas de la vida, es desde este infumable medio desde donde se está haciendo el mayor alegato que yo he visto contra todo tipo de violencia machista. Pero no es la primera vez que sucede, hagamos memoria. Ana Orantes no fue a dar testimonio de su vida a La Clave de Balbín o a un documental de La2. Ana Orantes fue donde pudo, a un programa de testimonios de Canal Sur, morralla televisiva que estaba muy de moda en aquella época. Sabía que, después de toda una vida de maltrato, su ya exmarido la iba a asesinar. Y nos hizo el mayor regalo, nos enseñó con su testimonio lo que eran los malos tratos, la violencia machista más cruda, y supuso un antes y un después en un país que la veía como algo privado, pasional, algo hasta normal en lo que no había que meterse.

Cuarenta y cuatro años después, con Rocío Carrasco estamos viviendo algo similar. El país está descubriendo lo que son y suponen la violencia psicológica y la violencia vicaria. El efecto devastador que tienen en las mujeres y en los niños que la sufren. Rocío cuenta su vida, su experiencia, sus sentimientos, y lo hace con pruebas, con papeles y por las peculiaridades de su vida, con la en este caso bendita hemeroteca. Y mientras lo hace, miles de mujeres se descubren en ella, ponen nombre a lo que están viviendo, o a lo que han vivido. Muchas están pidiendo por fin ayuda. Para mí eso vale más que cualquier consideración sobre la cadena o sus programas.

Por supuesto, no podía dejar de mencionar el otro pilar fundamental en esta historia, que es Ana Bernal-Triviño, la mujer que explica a la perfección los mecanismos del maltrato machista, los porqués y los cómos, desde un impecable feminismo.

Todo un país está descubriendo la parte más oculta del maltrato. Y también que las víctimas no tienen que ser perfectas, que ni siquiera tienen que caernos bien para serlo, para poder contar su sufrimiento ni para encontrar justicia.

Todo suma. Sin el incansable trabajo de tantas feministas esto no habría sido posible, pero tampoco sin Ana Orantes o Rocío Carrasco, sin mujeres que un día dan un paso al frente y cuentan lo que les pasa, da igual dónde o cómo. Celebremos, pues, que en mitad de ese pozo de machismo que es esa cadena haya aparecido un faro feminista. Porque el feminismo es para todas, y tenemos que conseguir que esté presente en todas partes y llegue a todas las mujeres.

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