Los avances de la Oficina de Procesos Electorales del Perú, con casi el total de votos escrutados, dejan un resultado de los comicios peruanos muy repartido y en el que parecen tomar ventaja de cara a la segunda vuelta dos opciones de un cariz totalmente opuesto: la propuesta del partido Perú Libre, liderada por el sindicalista y docente Pedro Castillo, y la de Fuerza Popular, con la hija del dictador Fujimori, Keiko, a la cabeza. Un 19 y un 13 por ciento de los votos respectivamente les avalan en la primera vuelta, seguidos de cerca por las opciones que tras las encuestas esperaban mejores resultados. Todo indica que el descontento por la desastrosa gestión de las autoridades en cuanto a la pandemia, que ha situado al país en los primeros puestos de los datos de mortandad (sumado a los continuos escándalos políticos como el reciente «vacunagate» en el que el ex presidente y unos 400 altos funcionarios y familiares, y hasta el nuncio del Vaticano en Lima, se inyectaron en secreto las vacunas recibidas desde China como parte del acuerdo de colaboración con las fases experimentales de Sinopharm en el país andino), ha terminado por dar un sorprendente vuelco a los sondeos.
A la espera de los acuerdos que ambos partidos puedan efectuar para postularse como candidatos a la ronda definitiva, la polarización en el escenario político peruano se antoja interesante, con ambos líderes sosteniendo una pugna de posiciones aparentemente antagónicas. Pedro Castillo es el candidato a la presidencia por Perú Libre, profesor, sindicalista, principal dirigente de las sonadas protestas de la huelga magisterial de 2017. El nuevo logotipo del partido, un lápiz sobre fondo rojo, es un claro guiño a las reivindicaciones de los maestros que durante la huelga plantaron cara al gobierno del PPK llegando a sostener duros enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. En Perú los docentes corren una suerte pareja a los profesionales de la enseñanza de EEUU, es decir, excepto unos pocos privilegiados de la enseñanza privada, la mayoría sobrevive con salarios precarios, especialmente en la enseñanza pública. El cajamarquino Castillo personaliza así la lucha de los trabajadores públicos y representa un importante activo para un partido, Perú Libre, que se define de izquierdas, antiimperialista, antifujimorista y cercano al socialismo democrático, si bien han manifestado en declaraciones durante la campaña que «no se consideran comunistas» y que no ejercerán procesos de expropiación sobre intereses privados.
Su oponente, Keiko Fujimori, hija de Alberto Fujimori, preside el partido Fuerza Popular, tal como sugiere la letra K de color naranja que aparece en su logotipo. Keiko representa a la derecha autoritaria de su padre, la versión conservadora del país y que agradece el supuesto papel de salvador del terrorismo que se atribuye a Fujimori. Los medios nacionales darían como favorita su candidatura en una segunda vuelta que le enfrentase a Castillo, aunque no sería la primera vez que caería derrotada en la vuelta final, situación que sufrió en persona en los dos anteriores comicios nacionales.
En el aspecto de los protagonistas, Castillo tomaría el papel del cambio y del nuevo rostro, cuyo ascenso final ha sido sorpresivo y meteórico. Keiko por su parte representaría el papel de la política con experiencia, del continuismo y la tradición de la historia parlamentaria del país. En cuanto a las propuestas programáticas, Keiko ya ha ofrecido a los demás partidos de derechas peruanos la posibilidad de trabajar conjuntamente bajo el señuelo de «no caer en convertirse en una nueva Venezuela», motivación que sería suficiente para atraer el voto de una población tradicionalmente conservadora. Castillo en cambio simbolizaría el relevo en una larga saga de ex presidentes relacionados con tramas de corrupción, procesos judiciales y encarcelamientos, incluida la propia Keiko, y además la defensa de las raíces profundas nativas y de la gente de las provincias, ajena a la metrópoli limeña.
En los dos meses que restan hasta la decisiva vuelta presidencial, el combate electoral será intenso en un escenario con resultados muy fragmentados pero que necesariamente deberá tender a fundirse en dos, los dos polos de las versiones opuestas e incompatibles de un país que a duras penas trata de sobreponerse a las terribles cifras de víctimas de la pandemia.