A veces llegamos tarde. Es algo innato en el ser humano, por muy pre puntual que uno sea, hay momentos en los que las circunstancias, los errores o la desidia nos retrasan. Inevitable en muchos aspectos. Yo mismo estoy comentando con cierta demora esta serie. El caso es que a veces, aunque lo sepamos, dejamos que pase, aunque nos hayan llegado avisos, informes, estudios al respecto. Aunque lo veamos a diario, preferimos no mirar, no le damos valor, creemos que tenemos tiempo. Pero no siempre es así y entonces, es cuando los problemas vienen de golpe, como plantea El Colapso.
L’Effondrement, en francés original, es un thriller distópico que emitió Canal+ en diciembre de 2019, creada por el grupo Les Parasites y que en España pudo verse en Filmin. Jérémy Bernard, Guillaume Desjardins y Bastien Ughetto (antiguos compañeros de la Escuela Internacional de Creación Audiovisual y Realización de Saint-Denis), son los realizadores, directores y guionistas, que brillan en esta producción. Si bien no les gusta hacerlo, pues el sello tiene un trasfondo político que, en cierto modo, le frena.
La serie consta de 8 capítulos auto conclusivos de unos 20 minutos de duración, que nos sumergen en una distopía caótica, en la cual, ha sucedido un colapso que tiene que ver con la energía (no especifica cual, aunque toca varias) y la emergencia climática. Nos lleva por lugares tan comunes como un supermercado o una gasolinera y toca diferentes clases sociales, las cuales tienen una perspectiva diferente ante los sucesos. Con ellos vemos el componente humano de este tipo de catástrofes.
Los capítulos nos van situando cronológicamente alejándose del día 0 del colapso en los siete primeros capítulos y el último, los sitúa unos días antes de que suceda. En esta ocasión, no hablaré del elenco en profundidad, pues todos están muy naturales y sinceros.
Hablaré de la producción, porque es lo verdaderamente destacable. Todos los capítulos están rodados a modo de plano secuencia, lo que aporta un realismo que nos incluye directamente en la acción. Para quien no sepa qué es un plano secuencia, se trata de un plano sin cortes (o al menos, que no parece que haya cortes), como en la mítica persecución en el campo de Huracán, que juega contra el Racing Club de Avellaneda, de la película El secreto de sus ojos, la película Birdman o 1917.
El plano secuencia es, según muchos directores, el que más acerca a una acción pues “la vida es un gran plano secuencia”. Y esto saben explotarlo al máximo, pues, a diferencia de otras grabaciones del estilo, es muy difícil saber si hay cortes (que parece algo inevitable) o dónde se han realizado en cada capítulo. Está realizado de forma magistral.
Lo mejor, la capacidad de la serie para que pensemos en algo más que probable, su verdad, horrible y sin piedad, que a la vez es bella e inspiradora.
Lo peor, no hay atisbo de evitabilidad. Sin embargo, este es a la vez su gran acierto, no es pesimismo, es realismo en sí.
Cuando vemos series de este tipo, estando además en medio de una pandemia que parece no tener fin, el mundo se nos cae encima. Porque esa es la realidad, fuera de lo que estamos viviendo con la pandemia, el mundo se nos cae literalmente encima. Nuestro planeta finito, de recursos limitados, lleva tiempo empezando a zarandearse, para quitarnos del medio.
Los negacionistas del cambio climático toman fenómenos como el temporal Filomena para decir que no existe tal crisis. Siendo este, como otros temporales, consecuencias de la misma. La supuesta recuperación de la calidad del aire en el confinamiento ya ha pasado. No nos queremos dar cuenta, miramos otro lado y eso trae consecuencias. A la pregunta a los directores de que si creían el colapso que describen es inevitable, la respuesta fue sí:
“Prever el colapso no es ser pesimista, es ver las cosas como son, la situación ecológica cada vez más grave a la que no responde ninguna acción a gran escala.»
Porque el individuo no es el culpable, son las transnacionales y el sistema de producción capitalista, del crecimiento económico infinito, en un planeta que tiene recursos que no lo son.
Y no hay acciones globales efectivas y menos si los gigantes de la contaminación se niegan a participar, anteponiendo sus intereses financieros a una respuesta responsable, por el bien común.
Esperemos que esta vez no lleguemos tan tarde, pero pinta mal.