Hace unos días encontré un artículo publicado en una Web llamada Psicología y Mente con el siguiente título, “Postfeminismo: qué es y qué aporta a la cuestión de género”, y, tras leer ese título, me planteé si valdría la pena emplear un tiempo que no me sobra en leer la misma confusión terminológica de siempre y la previsible ceguera conceptual habitual, porque como psicóloga sanitaria y como feminista radical ya en el título considero muy poco precisa la expresión “cuestión de género”, cuando el género constituye la elaboración e imposición de moldes comportamentales (es importante recordar que el comportamiento incluye pensamiento, emoción y conducta) desconectados de la realidad humana inherente a mujeres y hombres, cuya finalidad es el control social y la explotación en todas sus variantes. Pero resultó que sí que valía la pena porque ha dado lugar a este artículo.
Primero creo que es importante centrar cronológica y conceptualmente el posfeminismo, que engloba una serie de postulados agrupados entorno a una única obra desarrollada siguiendo directrices Posestructuralistas, posestructuralismo que encaja dentro de la corriente de pensamiento denominada Posmodernidad, que surge a mediados del siglo XX y conecta con movimientos artísticos, culturales, literarios y filosóficos, y ahora voy a explicar dos de las características principales del pensamiento posmoderno:
- El giro lingüístico: el lenguaje moldea nuestro pensamiento, como no puede haber pensamiento sin lenguaje, es el lenguaje el que crea la realidad.
- La verdad como perspectiva: la verdad no es algo universal, depende de la perspectiva/contexto. No tenemos acceso a la realidad, a la forma en que son las cosas, sino solamente a lo que nos parece a nosotras/os.
Por eso el Postestructuralismo, movimiento filosófico que surge a partir de la 2ª mitad del siglo XX, pone el foco en la subjetividad y en cómo construimos significado,y relativiza la forma consensuada de conocer el mundo y cuestiona que la realidad sea algo objetivo que existe fuera de nuestra mente y sea independiente de nuestra actividad social, a la vez que se aleja del esencialismo. Lo que ahora llamamos corrientes o movimientos negacionistas tienen su origen aquí.
Judith Butler es una filósofa posestructuralista y publica “El género en disputa” en 1990, para ella tanto el sexo como el género son creaciones discursivas establecidas por una heteronormatividad binaria, y establece que sexo, género y deseo son construcciones culturales. El posfeminismo arrancaría a finales del siglo XX y los inicios del XXI, y me sumo a lo expuesto por Isis Giraldo en su artículo publicado en la revista “Debate Feminista” cuando describe así al posfeminismo: “el potencial teórico del término posfeminismo sólo se pone de manifiesto si se entiende como un régimen de subjetividad femenina de proyección global, intrínsecamente conectado con el capitalismo y el ethos neoliberal, que incorpora feminidad espectacular e hipersexualización, pone la “colonialidad del género” en acción y, en vez de desestabilizarlo, refuerza el patriarcado”.
Y ahora voy a comentar algunos párrafos del artículo que pretende exponer las “aportaciones” del posfeminismo:
- ”¿Qué es lo que hace que alguien sea considerada como “mujer”? ¿Es el cuerpo sexuado? Luchando en nombre de “la mujer”, ¿hemos reificado las mismas estructuras binarias que nos han oprimido? Si el género es un constructo social, ¿quién puede ser mujer? y ¿cómo?”
- “El postestructuralismo, y con él el posfeminismo, reaccionan ante el binarismo estructuralista y ponen en juego la experiencia subjetiva. El sistema binarista sexo-género se había asentado en la heterosexualidad como práctica normativa”.
- ”Con el posfeminismo terminan de destaparse la multiplicidad de significantes que hacen que no haya unicidad en el “ser mujer”, y tampoco en el “ser hombre”, ser “femenina/o”, ser “masculino/a”, etc. El posfeminismo transforma esto en una lucha por la libertad para elegir una identidad, transformarla o experimentarla, y hacer reconocer el propio deseo”.
Como partimos del planteamiento de que no hay realidad sino lo que a mí me dé la gana, pues puedo negar la realidad biológica de que existen hombres y mujeres, y la realidad social de que el género es una construcción patriarcal, que surge del único modelo de socialización conocido hasta ahora, que es el androcéntrico, que nunca ha sido, y sigue sin serlo, un modelo de socialización igualitario, y que se impone sobre mujeres y hombres a través de roles y estereotipos de género, es decir, a través de patrones comportamentales masculinos y femeninos, que sitúan al hombre y lo masculino como poseedor y dominante, y a la mujer y lo masculino como dependiente y subordinada.
Y afirmo y afirmaré siempre que no es precisamente España país para posfeminismos, porque no soy la única mujer española que sabe que en las arengas que José Antonio hacía a los jóvenes falangistas les decía que a las novias había que respeterlas hasta el matrimonio, porque para el desfogue estaban las otras; y el amado líder falangista podía decir esto porque en el imaginario social la respuesta sexual humana es masculina, la femenina está latente hasta que la reclama el hombre y para que responda en el momento que él quiera, de la manera que quiera y puesta en práctica por quien él quiera, y para muestra la obediencia sexual institucionalizada de forma pública en la prostitución y la pornografía, y de forma privada a través de la obediencia sexual matrimonial.
Judith Butler puede desarrollar todos los discursos que quiera desde su subjetividad por su desconocimiento de la teoría política feminista, que tiene sus primeras representantes en la Ilustración y, por tanto, en el Racionalismo, y que desde sus inicios reclama Igualdad y Justicia Social, que no son posibles por la imposición normativa de los roles y estereotipos de género. (Pregunta: ¿Por qué ha sido sustituida la terminología roles y estereotipos de género, que describe la funcionalidad del concepto Género, por “sistema binarista sexo-género”, que es una falacia argumentativa? Porque el objetivo del neolenguaje es la realidad alternativa, es decir, aparentar veracidad a través del uso de vocabulario pero no de conceptos).
Pero estos postulados que aparentan veracidad, no van a madurar en un país que cuenta con un Movimiento Feminista, que durante el gobierno de la II República, consiguió que las mujeres alcanzaran el estatus de ciudadanas con plenos derechos, a las que se les iba a facilitar el acceso a la educación y a la formación, para que pudieran participar en igualdad de condiciones en la sociedad en que vivían.
Para el posfeminismo no será un referente pero sí lo es para el Movimiento Feminista español la Agrupación de Mujeres Libres de la CNT, que llegó a contar con 21.000 mujeres afiliadas, y se consolidó como una asociación sólo de mujeres tras comprobar que los compañeros luchaban contra la explotación capitalista, pero que la opresión patriarcal no les molestaba lo más mínimo, de hecho les recriminaron duramente que ellos abusaran sexualmente de las mujeres en situación de desamparo social, de la misma manera que abusaban los patrones, los señoritos, los terratenientes o el casero, y tras comprobar que no había ninguna “fluidez” en los roles y estereotipos de género, lideraron esta Agrupación para trabajar con eficacia en pro de: guarderías y comedores populares; el acceso a la educación de mujeres y niñas, que debía ser mixta porque la educación segregada fomentaba la desigualdad y la dependencia económica de las mujeres, además de incluir la educación sexual; el acceso libre a métodos anticonceptivos y la despenalización del aborto; denunciaban el control dentro de la propia pareja y desde el propio Estado y la Iglesia católica, y reivindicaban el amor libre frente al modelo tradicional de familia porque se asentaba en la subordinación de las mujeres; reivindicaron la abolición de la prostitución e impulsaron los liberatorios de prostitución para atender de forma integral a las mujeres prostituidas, proporcionándoles alojamiento y sustento, así como atención médica y psicológica, y defendían sus derechos, pero no como “trabajadoras sexuales” sino como mujeres damnificadas por un sistema de explotación socioeconómica y patriarcal, a las que un gobierno progresista debía garantizar el acceso a la educación y formación que haría posible su reinserción sociolaboral. Por eso la represión sobre ellas durante y acabada la guerra fue brutal, porque representaban un doble peligro al denunciar tanto el modelo de socialización androcéntrico como su aplicación en la estructura socioeconómica capitalista: luchaban por la emancipación de la clase obrera, y por la emancipación de las mujeres a través de la liberación del género.
Ni sobre los posestructuralistas ni sobre Judith Butler cayeron 40 largos, dolorosos y asfixiantes años de opresión patriarcal y socioeconómica, pero sobre las mujeres españolas sí, y es un ejemplo que hasta 1963 no desapareciera del Código Penal el derecho del marido a matar a su mujer adúltera, o que hasta 1970 no desapareciera del Código Civil el derecho del padre a dar en adopción a sus hijos sin el consentimiento de la madre. Pero los cambios legislativos deben ir acompañados de cambios en los imaginarios sociales, y para los sucesivos gobiernos que hemos tenido hasta ahora no ha sido una prioridad fomentar la coeducación, y que la alta Academia, la producción cultural y los medios de comunicación ejercieran una labor pedagógica en pro de la Igualdad y la justicia social.
El número de denuncias por violencia de género, los asesinatos machistas, las agresiones sexuales, el consumo de pornografía y prostitución utilizando prácticas cada vez más violentas aumentan de manera alarmante, y el Movimiento Feminista denuncia, se moviliza y explica que es prioritario cambiar el modelo de socialización patriarcal que genera estos comportamientos machistas, que se adquieren a través de los roles y estereotipos de género. Por eso el Front Abolicionista-PV además de presentar una PNL en Corts Valencianes CONTRA LA EXPLOTACIÓN SEXUAL, “que surge de la imperiosa necesidad de poner fin a ésta forma extrema de violencia contra las mujeres, que es la prostitución, y al marco de impunidad de la que goza la lucrativa industria de la explotación sexual de las mujeres”, pidió y sigue pidiendo la retirada de la Guía “Els nostres cossos, els nostres drets” editada por la Consellería de Educación, Investigación, Cultura y Deporte de la Generalitat Valenciana, porque está diseñada siguiendo los postulados posfeministas que he denunciado en este artículo, cargados de subjetividad y relativismo científico y moral, y por eso presentan la pornografía, el “trabajo sexual”, la “asistencia sexual” y los vientres de alquiler como elecciones y opciones personales que mujeres y hombres desarrollarían desde posiciones sociales equivalentes, y desarrollando conductas igualitarias y recíprocas.
En memoria de las luchadoras Feministas represaliadas, condenadas al ostracismo y al exilio, y asesinadas y enterradas en cunetas, alzo mi voz para afirmar que este país, modelo de ideario feminista y progresista durante un gobierno de coalición integrado por partidos de izquierda durante nuestra II República, no es país para posfeminismo.