El feminismo no pide paso, abre puertas

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No necesitamos invitación para entrar, este mundo también es nuestra casa

La vergüenza, la reputación, la culpa, el miedo… Son piedras en la mochila con la que cargan las espaldas de las mujeres. Las religiones extendidas en nuestras culturas tienen mucho que ver en la naturalización de esa pesada carga que nos limita y nos condiciona. Un lastre que nos obliga a dar pasos cortos, lentos y nos impide avanzar. Las feministas caminamos sin ese plomo de equipaje. Y eso nos salva la vida. Porque hay piedras tan pesadas que te pueden aplastar. Pero también nos vuelve peligrosas para aquellos que estaban muy cómodos ocupando y repartiendo los espacios a los que, con una mochila llena de piedras, no habíamos podido llegar. Y se resisten, porque compartir el espacio es renunciar a privilegios.

Siempre ha sido así y en esta cuarta ola así sigue ocurriendo. Primero nos ignoraron; pero somos tantas y gritamos tan fuerte que eso cada vez es más difícil. Más tarde se rieron de nosotras; intentaron ridiculizar la defensa de las tesis feministas, tachándolas de obsoletas frente a sus posmodernidades; para hacernos sentir desfasadas, para avergonzarnos; pero las feministas hace ya mucho que hemos perdido la vergüenza. Luego nos tacharon de blancas burguesas, de tránsfobas, de putófobas… Pero a las feministas no nos importa la reputación. Después pretendieron hacernos sentir malas mujeres, insolidarias; por no respetar los deseos de aquellas que dicen elegir libremente su explotación; pero las feministas ya no creemos en la culpa. Entonces intentaron asustarnos; con denuncias judiciales, con amenazas y agresiones; pero las feministas no tenemos miedo.

La censura, el último recurso

La palabra poder, procede del latín potere y a su vez del latín posse, que significa «ser capaz de». Las mujeres ya hemos demostrado empíricamente ser capaces de todo; no tenemos nada que demostrar. Sin embargo, seguimos sin tener poder. No «somos capaces de» acabar con la desigualdad sexual, la explotación ni las violencias que sufrimos. ¿Por qué?

La respuesta nos la da otra de las múltiples definiciones de «poder»: el dominio de los espacios. Los espacios siguen estando colonizados por el patriarcado. Quien domina el espacio, tiene el poder de repartirlo según sus propios intereses. Por eso, las feministas somos continuamente censuradas. Ni el miedo, ni la culpa, ni la vergüenza impiden nuestra resistencia a la desigualdad impuesta. Esa resistencia se retroalimenta con la historia de cada una de nosotras, convirtiendo a las víctimas en activistas (de ahí la fuerza del movimiento #MeToo). Y hace que la jerarquía sexual se tambalee. Por todo ello, el último recurso que les queda es la censura.

¿Censura en un país democrático? ¿Democracia sin libertad de expresión? No, claro que no. En una democracia radical sería imposible censurar a las feministas; pero en estos trampantojos de democracia que consienten la subordinación de la mitad de la población a la otra mitad, todo es posible. Las falsas denuncias por delito de odio que las feministas sufrimos cada día en Twitter son solo un pequeño ejemplo de su desesperación por callarnos (y de su ineficacia).

El esfuerzo que tenemos que hacer las mujeres para superar las trabas de la división patriarcal de los espacios públicos, es descomunal. A la división sexual del trabajo (tanto horizontal como vertical), se suman el paro y la precariedad, que nos condena a la exclusión social. Por si fuera poco, ahora llega una pandemia que agudiza los problemas que ahondan la exclusión y el confinamiento de las mujeres.

Si hay algo que supera a toda esa dificultad, es la necesidad. Por eso, porque urge, en estos momentos en los que tan complicado resulta, vengo a pediros que toméis los espacios. Todos los posibles. Que la censura al feminismo tenga un efecto Streisand. Frente a sus relatos, nuestras realidades. No esperemos a que los colonos nos cedan un terreno que también es nuestro. El feminismo no pide paso, abre puertas. No necesitamos invitación para entrar, este mundo también es nuestra casa. Toma la iniciativa, toma la palabra, toma tu espacio.

«Nadie en el mundo, nadie en la historia, ha conseguido nunca su libertad apelando al sentido común de sus opresores»

Assata Shakur, Pantera Negra


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