La victoria que hay detrás de una moción pérdida

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Ha terminado el circo. Y como era más que previsible, la moción de censura auspiciada por VOX no ha logrado sacar a la izquierda del gobierno. Fracaso está siendo la palabra más repetida en las tertulias de radio y televisión, por esos comentaristas que lo mismo un día se hacen expertos en geopolítica que al otro son eruditos epidemiólogos de toda la vida. Los medios progresistas lo tienen claro, y algunos hasta alaban la supuesta valentía de Casado por desmarcarse de la extrema derecha, mientras que en el otro lado, los conservadores en su mayoría llaman a la unidad de la derecha. Y aunque es como si cada uno hubiera visto un debate distinto, casi todos coinciden en algo: VOX ha perdido el norte y ha sido derrotado. Y mientras ellos se esmeran en explicar el porqué, Santiago Abascal se sonríe, satisfecho.

Y el tipo tiene sus razones, no crean. Porque evidentemente las matemáticas son claras, y los 52 votos a favor de su iniciativa suponen pasar a la Historia como la moción de censura con menor apoyo de la democracia, sí. Pero el problema es que en política esos cálculos simplistas no valen, ya que uno más uno no da siempre dos. Así que habría que analizar tal vez mejor los objetivos que VOX pretendía con una moción que se sabía desde un principio que iba a perder, y a partir de ahí valorar el éxito o la derrota de la iniciativa más allá de los números.

Porque acusar a la extrema derecha de torpeza en sus estrategias tendría que hacer sonrojar a cualquiera de vergüenza, tan sólo viendo el impresionante crecimiento que ha experimentado una organización hasta hace poco marginal, y que por supuesto encuentra enemigos en la izquierda, pero también en una derecha con tentáculos en todos los grandes medios de comunicación del país. Minusvalorar al adversario no es nunca una buena idea, sobre todo cuando todo indica que ellos siguen fortaleciéndose cada día más. Y claro, luego llegan los llantos.

Y es que VOX nunca tomó esta moción de censura como otra cosa que como un recurso de acumulación de fuerzas. Y vaya si lo han conseguido. En primer lugar, para los suyos, tomando la iniciativa como azote del gobierno desde la derecha mientras el PP de Casado todavía está decidiendo qué quiere ser de mayor. Pero además de ello -y esto es lo verdaderamente peligroso- colocándose de frente al resto de partidos ocupando un espacio antisistema en un momento de desafección total a la clase política.Y por supuesto que VOX no es antisistema, sino más bien un recurso del propio sistema como última opción para mantener el orden si fuese necesario. Pero eso no importa porque lo parecen. Y ellos lo saben y lo aprovechan para intentar ganar fuerza en las capas populares que, en su mayoría, siguen dándole la espalda.

VOX necesita urgentemente infiltrarse en los barrios obreros, y aunque el clasismo de sus dirigentes lo hagan complicado, han empezado a hacer guiños a esos votantes tradicionalmente posicionados en la izquierda, pero que cada vez se sienten más abandonados por unos políticos, que bien les engañan, o bien centran sus propuestas en discursos identitarios de minorías que de poco sirven cuando no tienes cómo pagar el pan de tus hijos.

Decía Lenin que para que una revolución triunfara tenían que coincidir factores objetivos y subjetivos, siendo los primeros producto del empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora y los segundos de que hubiera una fuerza capaz de dirigir el descontento hacia un cambio. Yo creo firmemente que esa teoría es aplicable también a los procesos contrarrevolucionarios, y que VOX está intentando convertirse en ese factor subjetivo que nos llevará a la reacción, algo complicado todavía, pero a lo que ayuda sin duda la desesperación de una mayoría social harta de un sistema que les está robando todo.

VOX, inteligentemente ha sabido escoger bien el camino, y a pesar de no tener destacados oradores, ni implantación alguna en los barrios obreros, va abriendo poco a poco un camino favorable hacia ellos, colocándose una vez más como los representantes de la antipolítica en un país harto de políticos, y que señala enemigos -reales o imaginarios- a los que culpar de todos los males del país.

Pueden pasar todavía muchas cosas, pero el futuro que se está dibujando les viene de cara, y de seguir empeorando la situación, los poderes económicos no dudarán en darles su apoyo para garantizar su preeminencia en caso de conflicto social. Así que lo mismo en vez de reírnos de la extrema derecha tendríamos que empezar a tomar conciencia de que el monstruo está creciendo delante de nuestras propias narices, amenazando con devorarlo todo en cuanto le den la mínima ocasión.

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