La Rebelión de las Mindundis

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Es una verdad incuestionable que el Movimiento Feminista de este país está vivo y fuerte. Precisamente por eso, hay quienes, por intereses ajenos al Movimiento Feminista, no paran de generar tensión en su seno para romperlo y disolverlo. Hablan de unos supuestos debates abiertos en el seno del Movimiento Feminista, pero es completamente falaz decir tal cosa.

Nunca han existido varios feminismos, sí diversas corrientes, pero ninguna de ellas va contra los principios básicos y fundacionales del Feminismo.

Nunca ha habido debate en torno a la prostitución, el Feminismo nació, es y será abolicionista de la prostitución.

La tomadura de pelo es tal que hace falta decir que si alguna manifestación, comportamiento, teoría o lo que fuere es misógina, por supuesto que no es Feminista. La misoginia es y será lo contrario al Feminismo.

El dislate que vivimos es tan grande, que hay quienes se dicen feministas pero defienden posturas contrarias a los principios feministas. Estas personas, diversas y variopintas, sin embargo comparten lenguaje y terminan repitiendo muchas veces la misma frase, como si así consiguieran tener la razón. El argumento más esgrimido es el de estar contra el Feminismo “hegemónico”. Lo dicen quienes ostentan un ministerio, escriben en El País, tienen espacios de radio y televisión y transmiten el pensamiento hegemónico de verdad: el neoliberalismo, el individualismo atroz y la falsa idea de la meritocracia del sueño americano. Gramsci, autor que acuñó el término de “pensamiento hegemónico”, caería fulminado de un infarto al ver cómo se tergiversa su obra y su pensamiento. Lo mismo que le pasaría a Beauovoir, que no tendría tierra para esconderse al comprobar la burda tergiversación que se hace en la actualidad de una de sus frases. Frase que se corta siempre de forma malintencionada y que, además, para entenderla es necesario leer todo su libro (por lo menos ese libro) y que tiene más de 800 páginas.

En definitiva, quienes ostentan el poder real y gozan de los altavoces que el sistema pone a su alcance, acusan a las feministas de que nosotras representamos el Feminismo hegemónico. Ojalá y alguna vez el Feminismo hubiera sido o fuera hegemónico, porque eso significaría que nos hemos hecho con el poder y hemos podido legislar para corregir la opresión que padecemos las mujeres desde hace milenios. Ojalá, insisto y eso fuera verdad. De momento, la realidad demuestra que no lo es y que son, precisamente, quienes vierten tales acusaciones las personas que están trabajando junto al sistema neoliberal para desarticular al Feminismo (teoría filosófica, política y ética que alimenta un movimiento social y político que pone en tela de juicio el sistema en su totalidad).

Ya sé que se dicen feministas, pero una cosa es lo que alguien dice ser y otra lo que es. Por cierto, muy acorde todo esto con la más virulenta reacción que actualmente estamos vivimos. Porque sí, estamos dentro de la Cuarta Ola y por eso la reacción también se ha organizado. La carcundia se ha modernizado y ahora se presenta con apariencias de marketing diferente, pero sigue siendo el pasado, lo caduco, lo rancio.

La derecha de toda la vida, hoy también más virulenta y más descarnada que nunca y que en España se ha canalizado en el partido del diccionario, está encantadísima con esa otra carcundia con muchos colorines y mucha purpurina porque ambas se alían para atacar a las Feministas. Siempre se ha dicho que nada une más que un enemigo común. Si las Feministas estamos en la diana de la derecha de siempre y de la nueva, ¿no será porque somos nosotras las que sí somos incómodas para el sistema y lo queremos subvertir por completo?

Que el sistema es poderoso y listo y se camufla para aparentar ser otra cosa y engañar a incautos e incautas es una estrategia muy vieja y muy eficaz. La guerra la están ganando los de siempre y por goleada. No obstante, las mujeres llevamos siglos desarrollando la resiliencia y somos muchas, la mitad de la población, por eso quizá todavía haya esperanza.

De hecho, hasta a mí, que suele fallarme eso del optimismo de la voluntad (volviendo a Gramsci), se me han renovado las fuerzas este fin de semana y he vuelto a ver algo de luz. No soy ingenua, sé que esto va para largo y hace falta fortalecer el ánimo, pero la rebelión de las mindundis ya está en marcha y eso me satisface y alienta para seguir en la lucha.

Yo soy una mindundi y así me autodenomino y aunque hay quien ya me ha echado en cara que eso de diferenciar entre mindundis y referentas es muy poco horizontal, voy a seguir usando el término porque me gusta y porque creo que es efectivo. Yo no soy anarquista, aunque he aprendido mucho de ellas y de ellos, así que lo de la horizontalidad no me va mucho. Siempre he defendido que son necesarias las organizaciones, porque las voluntades flaquean y son las organizaciones las que mantienen la llama puesto que agrupan individualidades dándoles más fuerza. A pesar de reconocer la importancia crucial de las organizaciones, también reconozco que peco de ácrata y eso de la militancia es algo que me cuesta llevar a cabo. Asumo por ello la pega, aunque también reivindico lo necesarias que son las voces que van por libre para mantener viva la crítica y forzar la autocrítica de las organizaciones. En definitiva, todos y todas somos necesarias y cada cual cumple un papel y, por supuesto, en momentos en los que hay que parar hechos que ya están aquí, es imprescindible la unión y la acción concreta.

Por ello, como el ataque que podemos sufrir las mujeres (y la sociedad en general porque lo que se propone es un disparate inmenso) es evidente y está aquí, necesitamos responder de manera cohesionada y YA.

Es un ataque a la lucha feminista centenaria porque los conceptos que se pretenden introducir en la legislación por el Ministerio de Igualdad (flaco favor le hacen al nombre quienes hoy ostentan los cargos ministeriales) son tan antifeministas que pretenden convertir en identidad lo que en verdad es la opresión que sufrimos las mujeres. Son, además, tan irracionales que pretenden basar la legislación (derecho positivo) en sentimientos, deseos, esencias o vete tú a saber qué entelequias metafísicas de quienes niegan lo más básico de todo: la realidad.

Esta es la razón por la que hago una llamada a la cohesión, a aparcar las diferencias (que las hay porque somos un movimiento vivo), a olvidar incluso recelos personales, porque lo que nos jugamos es muchísimo, nuestra realidad como mujeres y toda la legislación (poca, pero la hay) que garantiza acciones positivas hacia nosotras para compensar la desigualdad de la que partimos.

Las mindundis lo hemos entendido y hemos aparcado los diferentes niveles de análisis en los que nos encontramos y las diferentes estrategias que cada grupo considera como más eficaz. Nos hemos planteado un único objetivo: frenar toda legislación que quiera introducirse que contemple la “identidad de género” o que pretenda borrar la categoría Mujer del vocabulario jurídico. Somos muchas, muchas más de las que se ven, porque nos han tenido amordazadas y calladas con los insultos y los ataques, pero al vernos juntas nos hemos sentido fuertes  y esto, señores y señoras, es imparable. Por supuesto, tendríamos mucha más fuerza si nuestras referentas se unieran para liderarnos, porque todo el mundo sabe que algo que pueda decir una de ellas tendrá mucho más alcance que algo que pueda decir La Pedroche, es decir, yo. No todas querrán sumarse, es evidente, pero como mindundis nuestra tarea es presionar para se posicionen sin tibiezas y cuantas más lo hagan, mucho mejor para todas las mujeres. También hay que decir que ellas nos enseñaron a no pedir permiso a nadie y menos a tener que esperarlo, así que, quien se sume, será bienvenida, pero seguiremos con o sin ellas y con o sin alguna de nostras. Todas sabremos qué debemos hacer, las mindundis y las referentas.

Interpelamos también a las diputadas, para que sean valientes y se posicionen, porque son ellas quienes llevan nuestra voz al parlamento y quienes ostentan el poder legislativo. Es de sobra conocida la historia de Clara Campoamor, que antepuso sus principios feministas y se saltó la disciplina de voto para defender el sufragio para las mujeres. Gracias a ella, hoy todas podemos votar. Ojalá y sea Clara Campoamor vuestro modelo y no Victoria Kent.

Y como estamos hablando del derecho a votar, también diré que es un derecho en manos de la ciudadanía, que son los partidos políticos quienes se tienen que ganar la confianza de las y los votantes y no al revés. Lo digo porque tengo claro que si esta legislación termina aprobándose, ningún partido que haya votado a favor o se haya abstenido, contará con mi voto. De suceder así, no seré yo, ni las miles de mujeres que no votaremos, las responsables del triunfo de la derecha (que siempre gana cuando sube la abstención) sino los partidos de izquierda que, en ese caso, habrían abandonado a las mujeres (la mitad de la  población).

Diputados y diputadas, ustedes sabrán, avisamos y quien avisa no es traidorA.

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