¿Seguimos debatiendo qué es ser mujer? ¿Existen las mujeres?

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Los discursos suelen aguantarlo todo, pero la realidad es tozuda y termina por imponerse. Vivimos tiempos tan complejos que parece mentira que en pleno siglo XXI puedan mantenerse, sin sonrojarse, ideas tan caducas y rancias como esas que hablan de “almas de mujer» encerradas en cuerpos “equivocados”. Quién nos iba a decir que Platón estaría tan de moda hoy en día. Lástima que no sea por su teoría del bien común, sino por algo tan mitológico e irracional como que el cuerpo es la cárcel del alma.

No obstante, estos discursos tan trasnochados se revisten de palabras nuevas (si son neologismos mejor, porque cuando hablamos en inglés siempre parece que decimos cosas muy interesantes) para aparentar ser ideas muy alternativas y rompedoras, cuando en realidad son más viejas que el hilo negro. Y aquí andamos, intentando dar respuesta a qué es ser mujer en estos tiempos tan nuevos y tan avanzados.

Hay quien cree que el Feminismo ha intentado dar respuesta a esa “compleja” pregunta de qué es ser mujer. Pero hete aquí que NO, que las autoras feministas no reflexionaron sobre ello, más bien han reflexionado sobre por qué el hecho de nacer mujeres nos hacía tener que demostrar todo el rato igual valía, igual capacidad, igual mérito y hasta igual condición de humanidad que los varones. En definitiva, la existencia de las mujeres nunca ha estado en duda, lo que ha estado en duda (y sigue estando porque seguimos viviendo un sistema patriarcal) es que las mujeres podamos disfrutar de los mismos derechos que los varones. Bien es verdad que en el “avanzadísimo” primer mundo ya casi nadie se atreve a sostener, al menos en teoría, que las mujeres no tengamos que tener iguales derechos. Pero como las palabras se las lleva el viento, hasta en el primer mundo los datos siguen demostrando que la desigualdad existe, porque nuestro sistema genera una desigualdad estructural que oprime a las mujeres.

Esa ha sido, es y será la lucha feminista: acabar con esa desigualdad estructural, esto es, derribar al patriarcado. Mientras la realidad sea como es y no como debiera ser, será necesario intervenir políticamente en ella para ir haciendo el mundo cada vez más justo y la justicia sin condiciones de igualdad de partida es impensable e imposible de facto. Por ello, no es que las mujeres tengamos unos derechos por ser mujeres, es que se nos han negado esos derechos por nacer mujeres. Es decir, y para que quede claro de una vez: El mundo es machista y como las mujeres sufrimos desigualdad estructural, opresión, son necesarias políticas públicas de acción positiva hacia las mujeres. No son leyes para darnos más derechos, son leyes que posibilitan que podamos ejercer los mismos derechos que los varones. A ver si empezamos a hablar con propiedad y sabemos de lo que estamos hablando. Que no es que las mujeres tengamos derechos por serlo, al revés, hay leyes que permiten que podamos ejercer los mismos derechos, a los que no llegamos por la desigualdad de la que partimos.

Quiero pararme un poquito aquí. Ojo a lo que acabo de decir. No es verdad que las mujeres tengamos unos derechos por el hecho de ser mujeres, no. Eso es lo que quiere hacer creer la ultraderecha y por eso todo el rato hablan del feminismo como una ideología que privilegia a las mujeres. No voy a perder tiempo en desmontar estos argumentos – ¿recuerdan lo de “feminazi?” -, como no lo voy a perder en desmontar el nuevo ataque que sufrimos actualmente las feministas – “eres “terf”, que es el nuevo feminazi, por cierto”-.

Las feministas llevamos siglos sufriendo insultos, acosos, vejaciones, ostracismo por alzar nuestra voz y decir algo tan revolucionario y radical como que las mujeres somos personas. Pero seguiremos diciéndolo y para ello tendremos que seguir enfrentándonos al poder patriarcal: ostentado por el machismo de siempre y por el neomachismo de purpurina de los nuevos tiempos. El viejo y el antiguo comparten dos cosas: la misoginia y el acoso a las mujeres feministas que no callan ante esa misoginia.

Esto quiero que quede muy claro. Ahora a todo se le da la vuelta y por eso espero expresarme bien. Se lee en twitter que somos las feministas las que vamos de la mano de la ultraderecha, cuando en verdad es el generismo (la religión de lo queer) quien comparte discurso con la ultraderecha. Defender que hay mentes de hombre y de mujer es lo que ha hecho el machismo de toda la vida. Por eso, nadie que sea feminista puede aceptar esa idea de cuerpos equivocados. ¿Existen las almas? ¿Somos ángeles?

Las feministas siempre hemos denunciado que el hecho de tener un cuerpo u otro no incapacitaba para el ejercicio de la ciudadanía. Las feministas siempre hemos defendido que no había conductas de varones y mujeres que no se debieran a las diferentes educaciones recibidas y, por tanto, que todas las personas, con la instrucción adecuada, podrían llegar a desarrollar las mismas capacidades, conductas y formas de ser. En definitiva, decía Sylvia Plath que “haber nacido mujer es mi mayor tragedia” y el feminismo siempre ha luchado para que eso no pasara más, para que naciéramos como naciéramos, nuestra vida no se viera condicionada nada más que por nuestra propia voluntad y entendimiento. Por tanto, cuando me preguntan en las redes que por qué me opongo a la ley de autodeterminación del género o al concepto de identidad de género; cuando me preguntan que cómo puedo decir que reconocer esos supuestos derechos al colectivo trans puede borrar a las mujeres; cuando, en definitiva, me dicen que cómo soy tan “mala” que me niego al reconocimiento de Derechos Humanos a las personas trans, siempre contesto lo mismo: ¿me pueden especificar, en realidad, qué derecho se supone que les niego a estas personas cuando no acepto que ser mujer sea un sentimiento, un deseo, una personalidad, una forma de vestir o una manera de comportarse? ¿Existe el derecho a ser mujer o se nace siendo mujer?

Nos hemos liado tanto con el lenguaje que confundimos la realidad con los derechos. NO existe un derecho a ser mujer o ser varón, SE ES. Se es muchas más cosas, por supuesto, porque los seres humanos somos complejos y es difícil definirnos. Pero la dificultad de la definición está en qué nos hace humanos, no en si nuestros cuerpos son de machos o de hembras, que eso es fácil de saber porque se observa.

Ahora bien, como no somos animales, como somos seres humanos (personas) no cuenta solo nuestra biología, aunque la tenemos y no podemos negarla ni obviarla. Como personas, somos seres biográficos, que nos vamos haciendo con el transcurso de nuestra vida y de nuestras decisiones. En este sentido, lo que sí debe pasar es que todas las personas (al margen de su sexo, color de piel, orientación sexual, religión, ideología, etc, etc,) tengan las mismas oportunidades para poder ejercer sus derechos. ¿Han leído que me haya referido al género en alguna de esas consideraciones? No, porque no puedo aceptar que el género sea una característica a respetar, porque el género es el entramado simbólico y cultural que impone formas de ser diferentes a los varones y las mujeres y, como feminista y persona de bien, me niego a aceptar convertir en una identidad (algo así como una esencia) aquello por lo cual se nos oprime a las mujeres y que llevamos más de tres siglos intentando abolir.

Así pues, por más que me quieran hacer responsable hasta de la muerte de Manolete por ser feminista, contra viento y marea seguiré luchando para erradicar una lacra social que ha costado la vida de más de mil mujeres en nuestro país desde que llevamos el registro de las víctimas de la violencia machista. Y esta violencia es la ejercida por varones hacia mujeres, por el mero hecho de ser mujeres.

 ¿Significa eso que las mujeres no somos violentas? Por supuesto que podemos llegar a serlo, incluso malvadas. Pero la lucha contra esos actos violentos ejercidos por mujeres será otra, porque la causa de esa maldad no reside en el sexo con el que nacimos. Ahora bien, sí podemos ser víctimas de la violencia machista por ser mujeres, porque el sistema ha normalizado una serie de conductas que no son normales, por más habituales que sean. ¿Comprenden que, si ahora ser mujer o varón, depende de la sola autoafirmación expresa de serlo la lucha contra el patriarcado, que nos oprime por nacer mujeres y tener capacidad reproductiva, es inviable? Porque no es que las mujeres seamos nuestros genitales, pero por tenerlos y nacer con ellos, el patriarcado nos ha subyugado para controlar nuestra capacidad reproductiva. ¿Cuál creen que es el origen del patriarcado? ¿Han leído a Gerda Lerner? Pues ya va siendo hora de que la vayan leyendo, a ella y a otras muchísimas mujeres que han dicho y dicen cosas muy interesantes que se quieren silenciar u ocultar.

Por favor, no se dejen engañar. No somos las feministas quienes nos oponemos al avance y a la mejora de la vida de las personas. Nunca lo hemos hecho y seguimos sin hacerlo. Las feministas seguimos luchando por hacer del mundo un lugar mejor para las mujeres y para toda la humanidad, porque como decía Elisabet Cady Stanton, líder sufragista estadounidense: “La prolongada esclavitud de las mujeres es la página más negra en la historia humana”.

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