El Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, el general José Manuel Santiago, ha desatado hoy una cascada de polémicas tras declarar en la rueda de prensa de hoy para el seguimiento de la pandemia que la policía trabaja en minimizar el clima contrario a la gestión del Gobierno y en la lucha contra los bulos que se difunden por las redes sociales.
Su superior, el ministro de Interior, Grande Marlaska, se ha aprestado en dar capotazo a las declaraciones del Jefe de la Benemérita y ha afirmado que se ha tratado de un lapsus. El ministro ha negado que las fuerzas de seguridad tengan ese cometido entre sus tareas.
Las palabras del general han provocado un auténtico escándalo en la derecha española. Portavoces de PP o VOX se han apresurado a expresar en sus redes sociales el enojo por lo que consideran «una prueba de la capacidad del Gobierno para corromper las instituciones» (Cayetana Álvarez de Toledo) o incluso el comienzo de «un golpe de Estado» (Abascal). Esta última barbaridad ha llegado a ser tendencia en Twitter.
Resulta paradójico que la derecha nacional, que padece de miopía severa cuando se trata de golpes de Estado reales como el recientemente sufrido en Bolivia o en los casos de injerencias flagrantes como el caso de Venezuela (y por supuesto el ejemplo propio del alzamiento fascista del 36) recurra a semejantes términos a la hora de realizar la oposición pertinente a la gestión del ejecutivo de Sánchez.
Se da la circunstancia de que hace sólo unos días se conocía que la Junta de Andalucía, gobernada por el triunvirato de los partidos reaccionarios, compraba artículos elogiosos que alabaran su gestión regional frente al coronavirus aunque exagerasen o falsearan los datos.
Más allá de la legítima y oportuna crítica a la acción del Gobierno, es evidente que existe en los representantes conservadores una voluntad de enfangar el debate político y rebajarlo a un nivel que raya lo execrable. Es sabido que la derecha no se caracteriza precisamente por el razonamiento en el desarrollo de su argumentario político, pero en los últimos tiempos se está encargando de generar en la población más desprovista de información, o menos rigurosa en contrastar los datos, toda una realidad paralela donde el bulo y la fantasía más retrógrada son moneda común.
