Razones para la huelga educativa del 4M en Andalucía

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El próximo 4 de marzo, huelga general educativa en Andalucía. Profesorado, alumnado, personal de administración y servicios y familias estamos llamados a unirnos y clamar en favor de la escuela pública. A la que el trifachito, y antes el PSOE, llevan años esquilmando en favor de la privada subvencionada, que es como deberíamos llamar a la escuela concertada. Las cosas, por su nombre.

De hecho, estos apologetas de la libertad de elección son liberales pero están sostenidos por las administraciones, un oxímoron muy descriptivo de su tremenda caradura. Como la de esos políticos que desde sus puestos públicos elegidos públicamente para gestionar lo público se afanan en cargarse lo público y en cagarse en lo público desde dentro, con todo el descaro, que ya ni con hipocresía.

Como descarado es el nuevo decreto de escolarización promovido por nuestro más grosero consejero, que sin disimulo alguno establece “la máxima puntuación por el criterio de proximidad al centro del domicilio familiar o del lugar de trabajo en, al menos, un centro de cada tipo” (aunque sea un privado mantenido mucho más lejano). O que las zonas de escolarización sean delimitadas por cada delegación, unilateralmente, lo que viene a ser dar vía libre con el tiempo a la creación de facto de distritos únicos en cada municipio, el sueño dorado de la derecha. Lo que viene a ser una verdadera bestialidad, que solo hay que ver lo que ha pasado en Madrid.

Pero todo esto viene de mucho más lejos y la huelga no debe quedarse en señalar solamente este decretazo, el último movimiento de ficha neoliberal: más bien debe ser la oportunidad para protestar contra la propia existencia de la escuela privada subvencionada, la misma que también podemos llamar «escuela mimada», expresión también muy descriptiva que ya he usado alguna vez.

La mimada, esa a la que, tras años de expolio, le preocupa que la brusca crisis de natalidad iniciada el año 2008 —oh, casualidad, a la vez que se inició la crisis económica de la que áun no hemos salido— le pudiese repercutir un mínimo soplo. Que para ahogarse ya está la pública, claro; y los liberalistos, que son muy cucos, no dudan, ya hemos visto, de las virtudes del intervencionismo para estas cosas, miren por dónde.

Todo esto viene de largo, insisto. Ochocientas unidades públicas han sido eliminadas los últimos dos años mientras se mimaba a la mimada, y digo solo esto por no escarbar más, pero podría. De momento, la escabechina ha ocurrido en Infantil y Primaria, pero esperaos a lo que viene ahora si no lo paramos antes…

De esas ochocientas, unas cuatrocientas fueron cercenadas aún a cuenta del PSOE, ojo, el mismo partido que tiene una ministra en el Ministerio de Educación, ministerio que prepara una «NEOLOMLOE» en la, desde luego, nadie atentará contra la tan sacrosanta y tan mal llamada libertad de elección, por más poses teatrales que nos hayan querido vender. Y con UP mirando para entonces a otro lado. Hasta las casas de apuestas le tienen más miedo a Garzón —lo que ya es decir, y capten mi ironía— que la privada subvencionada a Celaá…

Un decreto de escolarización que apostase por la calidad educativa, por el empleo, por la verdadera igualdad de elección, habría apostado por bajar la ratio y mantener así las aulas que ya tienen la soga al cuello. Al contrario, es otro descaro comprobar cómo interesa por supuesto mantenerla bien alta, para bien de quienes especulan con el alumnado a través de cuotas ilegales para sus padres, convertidos en clientes debidamente filtrados por su capacidad económica.

Pero Imbroda, el de “la pública debe dejar de mirar de reojo a la concertada”, tiene clarísimo cuál es el cometido de su cargo. De hecho, el cofundador del instituto privado MEDAC, ese que se publicita subrayando las bondades de una ratio de quince alumnos, se ha pasado el año entero tomándose más fotos con sus amiguetes empresarios que reuniéndose con la comunidad educativa. Y se ha pasado todo el año anunciando medidas neoliberalizadoras desde instituciones privadas, con toda la desfachatez. Y con la fachatez de fondo del veto parental, a propósito, sin aprobarlo pero sin desaprobarlo, que al margen de alimento para trogloditas siempre ha sido mera publicidad encubierta, o descubierta, de la escuela privada subvencionada.

Y mientras seguimos desviando fondos a la segregadora, otro posible nombre, seguiremos con centros con todo tipo de problemas infraestructurales, con ordenadores rotos o vetustos, saunas en vez de aulas, la de música sin instrumentos musicales, laboratorios con extintores caducados, comedores externalizados sirviendo mierda… Y peor aún, con plantillas tremendamente inestables, con carencias flagrantes en personal de pedagogía terapéutica, con alumnado desatendido no por falta de vocación ni por otras cortinas de humo.

Y con una pública, poco a poco, así convertida en gueto contenedor de clases bajas con el único objetivo de que estas nunca entren en la mimada elitista y sigan siendo bajas. Y así, de esta manera, seguir engrosando los trabajos precarios que sustentan el mismo liberalismo que provocó la bajada de la natalidad, el mismo que se está cargando el planeta, el mismo que sustenta la privada subvencionada, mimada y segregadora.

Vayamos a la huelga, el 4M, y a las diversas manifestaciones convocadas, y que se oiga bien alto y claro nuestro grito de repulsa ante el constante apuñalamiento de aquello que, precisamente, debería ser uno de los bienes más preciados y orgullosamente cuidados de cualquier sociedad que aspire ser una igualitaria, unida, libre: la educación pública.

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