Kafkabonos

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“Pero entonces pareció tomar conciencia de con quién estaba hablando y preguntó asombrada qué hacía K allí, por qué no se había ido ya hacía tiempo.” – El Castillo, Franz Kafka

Una de las principales características de los relatos de Franz Kafka es la atmósfera onírica propia de las pesadillas que los envuelve. En muchas ocasiones, el protagonista se ve inmerso en un problema de tintes burocráticos que no sabe identificar bien, pero en el que se ha metido voluntariamente y del que luego no sabe salir pese a que la solución es muy sencilla: marcharse. Sin embargo, el protagonista no se va, aunque casi siempre hay un momento de lucidez en el que se plantea abiertamente esta solución, y la trama suele acabar en tragedia.

Estoy convencido de que si Franz Kafka hubiera presenciado las medidas económicas tomadas por la Unión Europea para hacer frente a la crisis del coronavirus nos habría regalado una obra maestra de la literatura de terror.

Cuando el 20 de marzo de 2020 se suspendió el límite del 3% de déficit público impuesto por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) se abrió una oportunidad ante el Gobierno de España, incurrir en todos los gastos vía déficit necesarios para hacer frente a la crisis. Esta es la receta que todos los países han aplicado siempre que se han visto en situaciones de una gravedad excepcional como una pandemia o una guerra. EE.UU. por ejemplo tuvo un déficit del 26,9% del PIB en 1943 para hacer frente a los gastos derivados de la Segunda Guerra Mundial. Un nivel de déficit similar sería el adecuado en estos momentos, ya que la crisis del coronavirus va a acarrear unos daños económicos comparables a los de una contienda bélica. Por eso Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno de España, pidió la puesta en marcha de un Plan Marshall europeo.

Sin embargo, tanto el Gobierno de España como el resto de gobiernos del sur de Europa desaprovecharon esta oportunidad. En su lugar, se enfrascaron en una pelea kafkiana contra los gobiernos del norte de Europa y la situación desembocó en un enfrentamiento que el economista español Stuart Medina describió en su libro El Leviatán desencadenado como PIIGS (pig en inglés es cerdo) contra HÖGS (hog en inglés es marrano) [Portugal Italy Ireland Grece Spain vs Holland Österreich Germany Suomi].

El motivo de la disputa fue el empeño del sur de Europa por conseguir la emisión de coronabonos, también llamados eurobonos, así como el acceso incondicional a los fondos del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE).

Los elementos del relato kafkiano que es la Unión Europea estaban servidos.

La solución evidente y correcta, el gasto vía déficit de los países del sur de Europa, ha sido desechada. La superación del límite del 3% de déficit se va a producir de todas maneras, pero las principales razones van a ser el hundimiento de la recaudación de impuestos derivado de la recesión y el aumento del gasto público que conllevan los estabilizadores automáticos como el pago de las prestaciones por desempleo. Las absurdas reglas de gasto impuestas por la UE hacen que a ojos de los gobiernos del sur de Europa el gasto vía déficit sea muy poco atractivo, primero porque todo hace indicar que el límite del 3% de déficit, así como las limitaciones de endeudamiento, van a volver a entrar en vigor inmediatamente después de superada la pandemia y segundo porque las reglas de gasto de la UE hacen que incurrir en grandes déficits sea complicado, ya que el artículo 123 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea dice lo siguiente:

“1. Queda prohibida la autorización de descubiertos o la concesión de cualquier otro tipo de créditos por el Banco Central Europeo y por los bancos centrales de los Estados miembros, denominados en lo sucesivo bancos centrales nacionales, en favor de instituciones, órganos u organismos de la Unión, Gobiernos centrales, autoridades regionales o locales u otras autoridades públicas, organismos de Derecho público o empresas públicas de los Estados miembros, así como la adquisición directa a los mismos de instrumentos de deuda por el Banco Central Europeo o los bancos centrales nacionales.”

Este artículo, epítome del neoliberalismo en estado puro, impide que los bancos centrales cumplan con la labor para la que fueron creados, es decir, financiar a los gobiernos. Hasta 1992, año en el que este artículo entró en vigor, los gobiernos de la actual Zona Euro tenían una cuenta en sus respectivos bancos centrales correspondiente a los tesoros públicos mediante las cuales gastaban. Este gasto lo realizaban en moneda nacional y sin preocuparse por los descubiertos, ya que los bancos nacionales permitían dichos descubiertos en el caso de no tener los fondos suficientes en la cuenta del Tesoro. Esto se llama financiación monetaria directa. De esta manera, la soberanía monetaria hacía imposible que los países fueran insolventes en su propia moneda, ya que toda deuda contraída en moneda nacional siempre era pagable. El euro convirtió a los estados de la Zona Euro en potencialmente insolventes, de ahí los problemas con la prima de riesgo de hace unos años. Además, para poder gastar ahora los estados se ven obligados a emitir deuda que debe ser comprada por bancos privados, de manera que se arrebata a los bancos centrales su capacidad para crear dinero y se concede esta capacidad en exclusiva a los bancos privados. La diferencia es que el dinero creado por los bancos privados va acompañado de deuda en forma de tipos de interés que los gobiernos tienen que devolver a los bancos privados. Por tanto, la prohibición de la financiación monetaria directa no es más que un mecanismo para que los bancos privados ganen dinero gracias al gasto público. Además, y este es principal problema actualmente de los gobiernos del sur de Europa, los títulos de deuda emitidos por los gobiernos no son fácilmente vendibles a la banca privada, ya que esta exige primas de riesgo cada vez más elevadas cuando percibe que aumenta la probabilidad de impago por parte de los gobiernos. Por estas razones, el gasto vía déficit de los estados se ve dificultado en gran medida.

Para evitar estos problemas derivados de los mecanismos neoliberales de la Unión Europea, los gobiernos PIIGS optaron por defender la solución kafkiana, es decir, la emisión por parte del Banco Central Europeo (BCE) de coronabonos, que bien podrían recibir el nombre de Kafkabonos, para que la deuda contraída por el gasto derivado de la lucha contra el coronavirus se mutualice (es decir, se reparta) entre todos los estados miembros de la UE. Los HÖGS, por supuesto, se opusieron rotundamente. Ellos no iban a financiar la deuda en la que los PIIGS tienen que incurrir para luchar contra una pandemia que está acabando con la vida de decenas de miles de personas. Por tanto, la pesadilla de este relato tenía que tomar otro giro dramático más, y así fue como apareció en escena el MEDE y la triple red de seguridad.

La propuesta de Pedro Sánchez de poner en marcha un Plan Marshall europeo no se llegó ni a discutir porque Alemania hizo que se cayera de la mesa antes incluso de empezar las negociaciones. Sin embargo, el acuerdo final entre PIIGS y HÖGS establece que: el Banco Europeo de Inversiones creará un fondo de garantías para préstamos a empresas de 200.000 millones de euros, los estados podrán acceder a 100.000 millones más en forma de préstamos para proteger el empleo y se concederán ayudas MEDE a los estados de hasta un total del 2% de su PIB.

Como se verá, la única medida de gasto efectivo es la tercera, las otras dos son líneas de préstamo y avales para reforzar iniciativas que el Gobierno de España ya ha puesto en práctica y que han conducido a los autónomos y a las pequeñas empresas a sumergirse en complejísimos embrollos burocráticos necesarios para acceder a préstamos en condiciones leoninas. Por su parte, la tercera medida, en vez de reflejar cifras como las alcanzadas en las guerras de entre el 20 y el 30% del PIB, prevé ayudas que serán de un máximo del 2% del PIB. Esta cifra es absolutamente ridícula por insuficiente. No obstante, el acceso a los fondos MEDE solo será incondicional mientras dure la alarma sanitaria. Después cualquier uso de dichos fondos conllevará una obligación de pago de deuda similar a la del rescate de la economía española mediante fondos MEDE en 2012. Hay que recordar que el rescate mediante el mecanismo MEDE de 2012, que todavía no hemos acabado de pagar, fue la causa de gran parte de los recortes en la sanidad española y que fue de 100.000 millones de euros. Esta vez los fondos MEDE serán como máximo de solo 24.000 millones de euros, lo cual indica que para la UE rescatar al sector financiero es mucho más importante que salvar vidas afectadas por el coronavirus. Además hay un dato que convierte este relato en verdaderamente estremecedor porque ¿de dónde proceden los fondos MEDE que van a recibir los PIIGS? De los propios PIIGS. Es cierto que el 26,94% proviene de Alemania, pero es que el 17,78% proviene de Italia y el 11,82% de España. Holanda y Austria, los dos países HÖGS que más se opusieron a la emisión de coronabonos, solo aportan el 5,67% y el 2,76% respectivamente.

Lo anterior significa ni más ni menos que los fondos de ayuda recibidos por el sur de Europa van a ser absolutamente insuficientes para evitar la recesión, que además provienen del propio sur de Europa y que pese a ello los PIIGS van a tener que endeudarse en condiciones muy desfavorables para utilizarlos. Sin embargo, la ministra de economía española, Nadia Calviño, declaró emocionada que se trataba de un gran acuerdo. A esta pesadilla no se le pueden pedir giros más kafkianos.

Ahora bien, como hemos dicho al principio, en los relatos de Kafka siempre hay un destello de lucidez en medio del caos, y en este relato también lo hay. Dicha lucidez proviene del Reino Unido. Allí el gobierno ha decidido recurrir a la financiación monetaria directa para hacer frente a los gastos para luchar contra el coronavirus. Esto significa que el Banco de Inglaterra financiará al Tesoro Británico mediante transferencias de dinero directas no asociadas a la emisión de ningún tipo de deuda y que además permitirá cualquier descubierto en la cuenta del Tesoro.

Se trata tan solo de un destello de lucidez, ya que el Gobierno británico ha declarado que la medida es de carácter temporal y se verá restringida únicamente a los gastos derivados de la lucha contra el coronavirus, pero eso no quita para que sea una medida extraordinariamente positiva, comparada sobre todo con el patético y decadente neoliberalismo pangermánico de la agonizante Unión Europea. La financiación monetaria directa y el control democrático sobre el gasto público que conlleva es parte fundamental de la teoría monetaria moderna. La Unión Europea desprecia profundamente a esta escuela de pensamiento, sin embargo la teoría monetaria moderna parece abrirse camino en el Reino Unido.

Basándome en el destello de lucidez británico voy a acabar este artículo enumerando las medidas que creo que debería tomar el Gobierno de España en lugar de limitarse a esperar a que arrecie la recesión económica y a que se produzca el inevitable próximo enfrentamiento con los HÖGS.

España debería:

  1. Abandonar inmediatamente el euro y la Unión Europea.
  2. Adoptar la financiación monetaria directa de manera permanente.
  3. Aumentar todo lo necesario el gasto sanitario para minimizar el número de muertes por coronavirus.
  4. Prohibir los despidos durante la crisis sanitaria del coronavirus.
  5. Declarar unas vacaciones fiscales para todas las empresas españolas mientras dure la crisis por el coronavirus de manera que las empresas se vean exentas del pago de impuestos.
  6. Pagar el salario de todos los trabajadores de las empresas que han tenido que suspender sus actividades por culpa del coronavirus hasta un máximo de los 2.000€ mensuales.
  7. Conceder una ayuda inmediata e incondicional a los trabajadores autónomos y a las empresas de menos de 10 trabajadores que se hayan visto afectados en sus actividades por el coronavirus equivalente a 5.000€ en moneda nacional.

Estas medidas harían que la economía española se recuperara lo antes posible de la crisis económica generada por el coronavirus. Los déficits públicos entonces sí que se acercarían a valores similares a los de una guerra. De esta manera el relato kafkiano de la pandemia no acabaría en tragedia.

Euro delendus est.

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