8M ¡Manos en alto! ¡Esto es una vulva!

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Por Sonia Mauriz Pereira

Este viernes es 8M y hace unos años yo estaría emocionada. Tendría una cita inexcusable y mucha actividad. Y ya no voy. Y ya no participo en la organización. Me quité de la foto.

El fin de semana anterior al 8M habría sido la manifestación previa en alguna de las capitales gallegas, histórica la de Vigo 2018 con 15.000 personas, tengo muchos recuerdos de Ourense 2019 y grande el momento en 2020 en Verín, gritándole a Feijóo que no iba a cerrar el paritorio de Verín.

Meses antes ya las compañeras organizábamos actos como ponerles mandiles a las estatuas de hombres de la ciudad, eventos con obras de teatro, dinámicas para reflexionar juntas, ciclos de cine con debate… Lo recuerdo con cariño, las redes que se tejieron, las risas, las charlas, el aprender de las mayores y la energía de las jóvenes.

Un compromiso importante en la organización 8M es que los hombres no organizan, ni acceden a las asambleas, lo que fomentaba un ambiente de colaboración de mujeres acostumbradas a silenciarse ante ellos, cuando monopolizan el debate, las acciones e imponen su voz.

Mujeres que muchas veces vienen de historias duras, que no creen ya en ellas mismas y encuentran un lugar donde importan e importa su aportación, desde la que hace una tortilla para vender tapas, a la que se planta delante de miles de personas a leer un manifiesto o hacer de tesorera.

Muchos se enfadan por no estar, pero el feminismo es esto: recuperarnos, emanciparnos y visibilizarnos. Y ellos aprender a no protagonizar, no imponer, no acallar.

Comenzaban las tareas de organización desde diciembre, cada una aportando su ilusión, sus capacidades, su tiempo, su energía y sus recursos. Se organizaba en clave de país en toda Galicia. Galegas 8M proporcionaba el diseño de cartaces, los lemas, los manifiestos… La imagen «corporativa», vaya. En asamblea con representantes de todas las localidades se definían y se votaba. Estábamos unidas, unidas éramos fuertes. Nos emocionaba ver las calles llenas de gente y gritábamos a una.

En 2018, por el 8M en Vigo, por ejemplo, salieron 45.000 personas, en 2019 llegaron a ser 105.000, en 2023 15.000 personas. Y es la ciudad más grande de Galicia con mayor zona de influencia.

La página web de Galegas 8M reza desde 2022 que la organización del día pasaba a las comarcas y localidades. ¿Qué ha pasado? ¿Nadie desde ningún medio de comunicación o partido va a señalar el elefante en medio de la habitación?

Si es obvio que las demandas feministas no han sido resueltas, se grita a los cuatro vientos que España es un estado a la vanguardia feminista (desde partidos que se autonombran nuestros portavoces) y que su población está más concienciada que nunca ¿Cómo es que el día de reivindicación de la mujer trabajadora se ha vuelto a la pasividad, a la inacción?

Todas sabemos qué pasó. El queer pasó, la violencia que nunca habíamos vivido en nuestros espacios pasó.

De pronto a la cabeza de algunas localidades aparecían personas que no dudaban en atacar a mujeres en asambleas, incluso a echarlas con la complicidad de las compañeras. La socialización masculina les parece reprobable; en teoría, cuando la ven en directo con la debida caracterización, no la reconocen. En medio de las manifestaciones se recriminaba utilizar lemas tan antiguos como «Polla violadora a la licuadora», pedir investigación en endometriosis, reclamar el aborto como derecho o alzar las manos en el símbolo de la vulva.

Una vez más se nos reclama y supuestamente desde nuestro movimiento, que silenciemos nuestras voces y no reclamemos nuestros cuerpos. Llegaban videos de varias localidades donde las compañeras eran acosadas, insultadas, agredidas e incluso perseguidas o se intentaba echarlas de la manifestación. Vulnerando el derecho a la integridad física, a manifestación, a libre circulación y a libertad de pensamiento y expresión. Desde grupos que hacen cánticos a la empatía y a unos derechos humanos inventados.

Durante los primeros momentos, se hicieron llamamientos al diálogo, sé de compañeras que lo intentaron y volvieron abrumadas de violencia y manipulación. Muchas empezaron a retirarse discretamente, por miedo a ser agredidas, por cansancio, por pérdida de ilusión, por no sentirse ya representadas por los lemas y mucho menos por lo que se les pedía callar. Desde Galegas 8M llegaba en 2022 la comunicación de que la organización pasaba a ser local por cansancio. Lo real es que cada vez contaban con menos efectivos. Era obvio que las asociaciones tradicionales perdían mujeres.

Al mismo tiempo, desde 2019 y especialmente en 2020, las asociaciones abolicionistas nacían con fuerza en muchas localidades de todo el Estado y se unían en plataformas como el Movimiento Feminista, La Fuerza de las Mujeres, Contraborrado o Plataforma Feminista Radical Galega. Nos dolió irnos de asociaciones y la ruptura con compañeras. Incluso ver a alguna acusar a antiguas camaradas de odio. Alguien con quien codo con codo habías compartido manis y muchas horas de trabajo e ilusión. Espero que les compensen sus nuevos jefes… perdón, compañeros.

Pero con la misma fuerza y mucha más rabia nos reorganizamos y desde entonces me encuentro cada día con nuevas asociaciones en muchas localidades y muchas mujeres con ganas de luchar.

Queda el 8M.

¿Qué hacemos con el 8M?

¿Lo abandonamos y nos rendimos ante la colonización de otros movimientos? Cada vez se ve menos morado en las manifestaciones.

El arcoíris lo ha tapado y llevar los colores sufragistas es una ofensa.

Reivindicar nuestros cuerpos es una ofensa.

Reivindicarnos a nosotras mismas es una ofensa.

Reivindicar nuestra libertad es una ofensa.

Reivindicar una habitación propia es una ofensa.

De un día para la lucha hemos pasado a un festival donde cuál ejército coreano de carnaval van pasando los diferentes partidos y sindicatos con sus estandartes. Los señores en sus pancartas se sienten César pasando el Rubicón, están con las feministas, son grandes, merecen protagonizar. Seguro que ayudan en casa.

Los políticos, parte del gobierno, también asisten como las autoridades del pueblo a pasear a los santos, deben dar el punto institucional, aunque lo obvio es que las manifestaciones son para demandar a las administraciones, así que supongo van a gritarse a sí mismos. En coherencia deberían fustigarse e ir diciendo «Por mi culpa, por mi gran culpa». Y el resto de la comitiva a mí me recuerda a cuando fui a ver» 300″, que mi amiga, al ver al ejército persa, dijo que parecía el carnaval de Tenerife. Mucha escenografía, bailes… Y en algunos puntos, las mujeres que en el medio de esta escena propia de un Bosco cutre intentan mantener con dignidad el feminismo gritando lo realmente importante» Que no estamos todas».

Yo no puedo decir que hacer o qué no hacer.

Desde hace dos años en Madrid se sale, por separado, la romería institucional del 8M, por un lado, y el feminismo con banderas verdes, por otro. En otras localidades hay bloques verdes que a veces se integran dentro de la manifestación institucional. Pero incluso hay mujeres asustadas por llevar el color verde sufragista. Esto debería hacer reflexionar a los violentos y a las autoridades.

Nadie en ejercicio de su libertad debería de tener miedo a expresar sus opiniones y a manifestarse por ellas.

Eso se había acabado en el 75.

Comprendo a las que todavía quieren luchar por el 8M y a las que no.

Quedan de antiguos espacios compartidos, grupos donde a veces se habla de lo común y hace poco una compañera manifestaba que echaba de menos las acciones previas al 8M, el trabajo juntas, todo lo construido unidas. Yo también. Y me da muchísima tristeza ver las ruinas de lo que fue y mucho más de lo que pudo ser. Me parece imperdonable haber destruido una fuerza tan imparable como éramos por no entender que nos es ajeno y que nos es propio. Cómo los intereses del capital y partidos sin escrúpulos por un voto, por liderar cruzadas mesiánicas, pudieron ser peores que el Covid infiltrándose entre nosotras.

Queda enfrentar que de este punto no se vuelve.

Asumir que no estamos desunidas si no que se separó la paja del grano y que estamos todas las que somos y no eran todas las que estaban.

Que quizá veamos, como vemos a menudo, a mujeres abrir los ojos, el punto de inflexión que llamamos peaktrans y que una vez sucede no tiene marcha atrás. Seguir organizándonos, cogiendo fuerzas, nuestros cimientos son fuertes porque nuestro marco teórico es sólido, son un caballo de Troya, pero nosotras tuvimos a muchas Casandras y, como somos mujeres, las escuchamos, no nos cogieron tan desprevenidas y no son tantas las ruinas.

Está bien sentir nostalgia y a todas nos gustaría revivir ese 2018, ese 2019. Pero tenemos la responsabilidad del presente y del futuro y un pasado de 300 años. Saldremos de esta, el 8M es un día, es una herramienta, aunque nos la roben, aunque el capital la fagocite y sea parte de las campañas políticas. Por encima de todo ello, el feminismo existía antes y existirá después, ojalá que hasta el día que no haga falta, como otra herramienta que es.

Como el grano útil que somos encontraremos cómo crecer y dónde.

Aunque nos encierren a todas, será esa cárcel un gran sitio donde estar.

Así que compañeras que cada una decida su 8M, yo sé que todas lo haremos pensando en colectivo, aunque tomemos diferentes opciones, unas ir, otras no y otras ir separadas. En realidad estaremos juntas y unidas. Mientras nosotras lo sepamos los de fuera para traer tabaco.

Recordad, parafraseando a Virginia Woolf, que no hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedan imponer a la libertad de nuestras mentes.

Ser mujer no es un sentimiento.

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