La hoguera de las banalidades

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Por Sonia Mauriz Pereira

En pleno justificado enfado feminista vemos al guapérrimo presidente Pedro Sánchez, porque guapo es, (hay que preguntarle cómo compagina paternidad y trabajo para mantenerse así) muy ufano él declarando que para representar al estado en un evento Internacional y con erario público, le parece fantástico el tema «Zorra». (Para esto nos da igual Yakarta, Estambul, las sentencias que declaran la palabra una agresión machista…)

Porque el feminismo es «justo y divertido«. En verano allá por junio de 2023 opinaba de las políticas «feministas»de Irene Montero que había «hombres de entre 40-50 años que han visto en algunas ocasiones que algunos discursos han sido incómodos hacia ellos». Uniendo la línea de puntos está claro. Sánchez quiere un feminismo «divertido» que no incomode a sus amigos.

Y es verdad que a los señores les encanta llamar zorras a las mujeres.

Como siempre que el feminismo reclama su derecho a definirse por sí mismo y no a ser una máscara que cualquiera puede colocarse sin reflexión y un cambio profundo, han salido en hordas los «Yo te explico nena». Se ve que capitaneados por el propio presidente se han venido aún más arriba de lo normal.

En concreto los eurofans que cumpliendo la estereotipia (muy transgresores) son de una orientación sexual concreta, se están llevando una sorpresa monumental porque les estamos diciendo que ni compañeros, ni portavoces feministas, ni les vamos a permitir explicarnos cuando debemos enfadarnos. El machoexplicador lo es sea cual sea su orientación sexual.

Pero lo que yo vengo hoy a contar es que me da vergüenza. Que no sé con qué cara podemos presentarnos ante las generaciones pasadas que lucharon por nuestra libertad. Por la real. Por la que hace que yo hoy esté aquí escribiendo mi opinión sin miedo a un paredón y no tenga una jornada laboral de 15 h. 

Estos días se prepara en mi ciudad, Ferrol, un homenaje a represaliados de Franco, uno de ellos Moncho Reboiras que dijo «Y qué más da que nos maten si dejamos simiente de vencer». (Lo dijo en gallego pero traduzco)

Pues Moncho, fillo, la simiente nos salió mala porque de gritos de revolución usan «Zorra y maricón», barricadas no hacen que se les estropean las uñas, huelgas laborales tampoco porque son creadores de contenido y de teoría política y dicen cosas como «marxismo con perspectiva de género». «Si no puedo bailar no es mi revolución«, frase que no dijo Emma Goldman, es una de esas frases sin sentido que agradan tanto a la banalización de los movimientos sociales. Ni el cuartel de Moncada ni el Palacio de Invierno se tomaron a ritmo de bachata y contoneo de caderas.

En el 72 en Ferrol murieron dos obreros en una manifestación tiroteados por la policía, la huelga de Vigo y Ferrol duró 15 días, en 1970 hubo 1.595 huelgas. Mujeres y hombres fueron arrestados, se mantenían con cajas de resistencia a las que la población donaba comida o lo que pudiera. (Claro, para Netflix no daban)

He tenido la suerte, el honor de dar la mano a aquellas mujeres y a aquellos hombres que no dieron el brazo a torcer ni cuando vieron caer a sus compañeros. He escuchado a históricas como Sari Alabau contar cómo ese día al ver lo que había pasado decidió quedarse aquí y participar en la lucha obrera aunque le costó la cárcel y no poder ejercer de profesora. Me da vergüenza que tengan que ver un 8M de bailecitos y coreos.

Que casi 50 años más tarde vean reducida toda su lucha a generaciones de primer mundistas cuyos problemas son sus pronombres, que hayamos bajado la cabeza ante reformas laborales que nos han hecho retroceder décadas en derechos, que las cosas más meridianas que se daban por superadas como que era evidente que el machismo mata y que ser mujer es un factor de riesgo se ‘resignifiquen’ y el victimario a golpe de registro pueda ser víctima.

Me da vergüenza que nos vean clamar por trabajo y techo tecleando muy fuerte en redes gente como Manola (mujer del 72), que tenía a la guardia civil día sí, día no aporreando su puerta para que delatara a su marido, con 2 bebés en casa. Que ha ayudado a organizar más movilizaciones que cualquier sindicato.

Con qué cara amigues del perreo como reivindicación le decís a Fina Varela que estuvo en la cárcel por manifestarse que eso va a hacer temblar el sistema. «Un día mi marido me dijo que se tenía que ir a echar unas octavillas. Le dije: “Lo siento, pero yo también”. Me preguntó que qué hacíamos con el niño y le contesté: «lo siento, pero te lo quedas tú, y me fui». «Te consideraban el comodín, ellos militaban, pero nosotras también». Ole sus ovarios cuando dentro del furgón, un policía dijo que le pegaría un tiro y Fina respondió: «¡Pero qué valiente eres!». En sus propias palabras, sabían que un día podían salir y no volver.

Y a mí criada en una ciudad obrera, que durante mi infancia en los 80 vi arder neumáticos a la entrada de la ciudad, que vi volar piedras, la ciudad cerrada a cal y canto, los piquetes, las fotos de mi padre fotógrafo de prensa, él mismo tirado en el suelo para esquivar adoquines… a mí me cae la cara de vergüenza.

«Porque fueron somos» le encanta decir a Podemos y a los pseudo marxistas de triangulito rojo (nunca tanto la estupidez hizo el favor de señalizarse) pero lo real es que fueron pero no somos. Las generaciones más estudiadas, con más recursos para la educación debaten horas en Twitter sobre el sexo de los ángeles, sobre qué debe empoderar a mujeres aunque ellas no quieran, sobre que el consentimiento está por encima del deseo (cómodo para los amigos de Sánchez), mientras nuestros abuelos con tres años en una escuela republicana ya sabían que el tema es «Existe un sujeto político que consciente de sí mismo y su opresión (no el que le diga otro y mucho menos el opresor) debe luchar por su emancipación». Esto es conciencia de clase. Y nadie más que ese sujeto está calificado para definirse a sí mismo y cómo llevar a cabo su lucha. Léase lucha obrera, anti racismo o feminismo. (No hay más opresiones aunque inventéis mil géneros, trescientas banderas y cinco mil siglas) 

Así que Pedro Sánchez, eurofans, hombres en general, solo nosotras decidimos que es feminismo, quiénes somos y cómo reivindicamos.

El 8M, a dos días del 10 de marzo, día de la clase obrera gallega  en honor a los caídos en el 72, es un día de reivindicación, vamos a gritar por nuestras caídas e igual que a nadie en el homenaje a los represaliados pensaría en contonear el trasero, disfrazarse y bailar o como ya hay propuestas de cantar «Zorra», o ir a un homenaje a Lorca y cantar «Maricón de España», es obvio que debemos guardar el mismo respeto y la misma ira porque ya no están con nosotras. Y gritar muy alto sus nombres 

El feminismo no es divertido señor presidente, no es cómodo. Ni para sus amigos, ni para nosotras.

Para una feminista es tomar conciencia de un rol social que debido a su sexo jamás le dejara ser libre, es darse cuenta de que hasta los seres más queridos la han educado, la han guiado para no ser ella misma, es romper entornos, es mirar a tu pareja y no verlo compañero, es no volver a disfrutar del arte, del cine nunca más igual, es notarte siempre invitada en un mundo no organizado para ti, es ver caer mujeres todas las semanas.

«A cada minuto, de cada semana

Nos roban amigas, nos matan hermanas

Destrozan sus cuerpos, los desaparecen

No olvide sus nombres, por favor, señor presidente»

( Canción sin miedo)

Se me cae la cara de vergüenza de no poder ser porque fueron, de devolverles algo de su lucha, que puedan morir sabiendo que queda simiente de vencer.vDe decirles a las mujeres del «Yo también aborté» que queda algo de ellas en nosotras, valientes cuando esa frase no era un hashtag de tu nick anónimo, era una pancarta y una foto en prensa, donde te reconocía tu familia o la policía de lo social.

No reconozco la lucha en esta hoguera de banalidades donde se pierde constantemente el contenido de las reivindicaciones en favor de la mascarada. Donde incluso me explican personas que no han defendido más derecho que a la leche de soja que es que no estoy entendiendo que el contenido no importa, que puedo cambiarlo yo individualmente y ya está.

Y a demanda.

En la sociedad de la escenografía la lucha es un género artístico más.

Y el «Hasta la victoria siempre«se alcanza cuando mi estética gana a la tuya.

Se me cae la cara de vergüenza.

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