La denuncia sobre Israel ante la Corte Internacional de Justicia de la Haya presentada por Sudáfrica, el país que sufrió y superó el apartheid, puede significar un enorme símbolo para todos los países. El «patrón de conducta genocida» en la Franja de Gaza con «asesinatos en masa» -expresiones literales de la denuncia- no ha podido ser ocultado en su inmensa iniquidad y el bloque hegemónico occidental es señalado ante el mundo por el olvidado Sur y por quienes conocen en sus propias carnes lo que es la opresión y el odio de aquellos que se creen tan superiores como para arrogarse la potestad de decidir sobre la vida y la muerte de inocentes.
Los matices de la acusación alcanzan niveles de paradoja que dan una idea del cinismo imperialista del bloque atlántico. Baste pensar que la denuncia de Sudáfrica implica que Israel haya violado la Convención para la Prevención de Genocidios, tratado creado tras el Holocausto en el que los nazis exterminaron a 6 millones de judíos europeos.
El relato occidental, que ya la mayoría de los pueblos empiezan a ver en su verdadero rostro falaz y no paran de producirse manifestaciones masivas en todas partes del planeta, queda además tocado y hundido después que Sudáfrica haya puesto por escrito en su denuncia que ni siquiera los actos del 7 de octubre justifican la cruel desproporción de la respuesta.
La demanda sudafricana detalla los horrores perpetrados por los sionistas: Sudáfrica reconoce que los actos genocidas y las omisiones del Estado de Israel inevitablemente forman parte de un continuo de actos ilegales perpetrados contra el pueblo de Palestina desde 1948. De esta forma literal se presentaba el acto jurídico ante la corte internacional. Seguidamente se especifica que esos actos deben entenderse en un proceso de 75 años de apartheid y 56 de ocupación, además de los 16 de cerco a Gaza.
«Un silencioso asesinato de personas» especifica el texto, en referencia a esas décadas iniciales, cuestión que lógicamente abunda en su expresividad cuando son comentados los terribles sucesos que contemplamos en la actualidad.
247 palestinos son asesinados cada día -explicó una de las juristas sudafricanas-, literalmente volados en pedazos, 48 madres asesinadas cada día y 117 niños en el mismo intervalo de tiempo, todo ello mientras se bombardean hospitales o lugares que fueron convenidos como refugios seguros para civiles.
Sudáfrica no duda en llamar por su nombre a la cobardía del país que posee uno de los ejércitos más poderosos del mundo, «carácter genocida, ya que se cometen con la intención específica requerida ( dolus specialis ) de destruir a los palestinos en Gaza como parte del grupo nacional, racial y étnico palestino más amplio».
Lógicamente, tanto Israel como EEUU ejercerán sus poderes para bloquear la continuidad de esta iniciativa, ante la que la mayoría de países miembros y afines a la alianza atlántica miran para otro lado (sin contar las de otras potencias que aprecian como irrelevantes las decisiones de este tribunal pues han sufrido en otras ocasiones acusaciones por supuestos actos de mucha menor gravedad).
Parte así de uno de los actores llamados a dirigir un nuevo orden mundial, cuya legitimidad histórica además le avala, la que puede ser la partida hacia el desenmascaramiento de la brutalidad imperialista del bloque hegemónico occidental, que ve como su relato cada vez huele más a podrido.