Rubén Sánchez
Y tú, ¿qué haces cuando ves que alguien saca a su perro a la calle y no se toma la más mínima molestia en recoger su mierda? ¿Te quedas callado a la espera de la poco probable posibilidad de que alguna de las muchas veces que se repita la escena, un policía local sea testigo y le ponga una multa? ¿Te da vergüenza llamar la atención a ese incívico vecino y ponerle la cara colorada?
Quizás pienses que tampoco es para tanto. Que es normal que haya gente así y que tenemos que resignarnos, en silencio. Quizás no te acuerdes del tiempo que tardaste en limpiar la mierda de tus zapatos la última vez que pisaste una. Ni de lo mal que olía tu coche aquel día sin que supieras por qué, hasta que te diste cuenta. Total, esa ha sido tu peor experiencia con la mierda. Tú nunca has resbalado con una, cayéndote al suelo y rompiéndote el coxis.
Pero en realidad, tanto si la ves como si la pisas o resbalas con ella, la mierda siempre te afecta. En mayor o menor medida. Te afecta a ti, me afecta a mí y nos afecta a todos. Porque no es de recibo que tengamos que resignarnos a vivir en ciudades con las calles de llenas de mierda.
Con los bulos pasa lo mismo. Quizás pienses que no te corresponde a ti hacer nada contra ellos. Que ya hará algo la víctima de esa mentira que te ha enviado tu cuñado por WhatsApp, que ha comentado algún influencer en un red social o que has visto en la tele. Porque total, tú sabes que es un bulo. Y seguro que el aludido, habitualmente un político, acabará llevando a los tribunales al bulero y a su medio de desinformación.
Pero no. El bulo, igual que la mierda del perro del vecino, también te afecta a ti. Porque cuanto más se viralizan los bulos, más gente se los cree. Y a base de viralizar bulos se logra acabar con gobiernos y llevar al poder a auténticos delincuentes.
Desde hace una década, yo mismo vengo siendo víctima de una larguísima lista de bulos. Bulos creados contra mí con el objetivo de hundir mi reputación y con ello la de FACUA. Y no, por muchas veces que he llevado a los tribunales con éxito a los responsables de esas mentiras, ni mi reputación ni la de FACUA la han salvado esas sentencias. Lo ha hecho la gente que cuando alguien hacía alusión a esas informaciones que pretendían difamarnos se ha tomado la molestia de contestar desmontando los bulos y a sus autores, desde antes incluso de que yo interpusiese mis demandas. Las sentencias han ayudado mucho, por supuesto. Pero la lucha contra esas campañas de difamación ha sido un trabajo colectivo. Un trabajo en el que se han implicado miles de personas. A todas, por supuesto, les doy las gracias.
Porque combatir los bulos es responsabilidad de todos. No basta con no difundirlos. Como no basta con no ensuciar nuestras calles con la mierda de nuestros perros. Hace falta que todos hagamos el esfuerzo de apuntar con nuestro dedo a aquellos que lo están llenando todo de mierda. A aquéllos que pudren el ecosistema informativo con fake news cuyo objetivo es destruir personas, organizaciones, partidos políticos y gobiernos.
Soy Rubén Sánchez y en ocasiones veo fraudes.
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Editorial del episodio 38 del pódcast En Ocasiones Veo Fraudes