Nunca como el año que fue

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Supongo que muchas habréis vivido esta situación con familiares, amigos, parejas, en la que se habla de distintos períodos de la historia, en nuestro país o en otra parte del mundo, y algún hombre comenta que le habría encantado vivir en tal o cual época. O imaginan que disponen de una máquina del tiempo, y piensan a dónde y cuándo querrían ir, a vivir momentos históricos que les apasionan o tiempos que consideran mejores. ¿Alguna vez os habéis embarcado en esa aventura imaginaria? He de confesaros que yo no. Porque, salvo que la máquina del tiempo o la fantasía incluyan un cambio (real) de sexo, cualquier tiempo pasado fue peor para las mujeres. Salvo quizá el anterior al neolítico, y no me veo teniendo que cazar mamuts. Me veo siendo puramente una mercancía, con mi condición humana muy cuestionada si no negada, propiedad de un padre, de un hermano, de un marido. Pariendo y criando hijos, sin acceso a educación ni a ningún poder, ni siquiera sobre mí misma. Es cierto que nadie se imagina yendo al pasado como esclavo o agricultor pobre que trabaja de sol a sol sin salir de la miseria. Todos se imaginan reyes, grandes guerreros, aventureros con fortuna, pero a nosotras nos da igual la clase social, hemos sido en todas mercancía sin voluntad, esclavas del hombre que nos tocara. Para nosotras toda vuelta al pasado significa retroceder en derechos y libertades, nada hay para nosotras allí (salvo en países concretos en momentos concretos de la historia, como por ejemplo las mujeres en Irán ahora y hace 50 años). 

¿Os hacéis así una idea de la mierda de vida que hemos vivido las mujeres desde hace diez mil años? ¿Nos hacemos así una idea de todo lo que se ha luchado y conseguido desde hace trescientos?

He querido compartir esta reflexión precisamente en estos días en que todas hacemos balance del año que termina porque, no podemos negarlo, ha sido un año nefasto para las mujeres en este país. Cien mujeres asesinadas, decenas de violaciones brutales, grupales, a mujeres y niñas, violencia vicaria, maltrato, y una ley que ilegaliza el feminismo convirtiendo una de las principales herramientas de nuestra opresión, el género, en un estado legal voluntario y definitorio de nuestra vida. 

Ambas reflexiones son ciertas, necesarias y complementarias. Porque no podemos bajar jamás la guardia ni aflojar la lucha, porque como ya nos avisó Simone y sin citarla exactamente, basta cualquier excusa, por peregrina que sea, para que vuelvan a recortarnos derechos y libertades (y si no que se lo digan a las estadounidenses). Porque tanto la derecha como la izquierda se dan la mano no solo en considerar secundario cualquier asunto que nos ataña a las mujeres, sino que están deseosos de seguir disponiendo de nuestras vidas como han hecho durante diez siglos. 

Y la fuerza para seguir luchando podemos sacarla en esa mirada atrás a los millones de mujeres que sacrificaron todo para que nosotras estemos mejor, para que no empecemos cada vez desde cero. Porque el feminismo nos salva la vida, literalmente. 

Así que para este año que va a empezar solo puedo desearos feminismo a chorros, en vena, por toneladas, a todas horas y en todas partes. No hay neutralidad posible, el feminismo es el más puro y necesario de los humanismos. Y para las que reniegan de él, solo tengo una cosa que deciros: es cierto que renegáis de las mujeres que han luchado para que tengáis los derechos que tenéis, es cierto que dificultáis el camino de las que vendrán, pero lo peor os lo hacéis a vosotras mismas. Es sobre todo vuestra vida la que destrozáis, y creedme que es algo tristísimo de ver. Por vosotras y por todas seguiremos sin callarnos, seguiremos peleando, para que nos encontréis a vuestro lado cuando nos necesitéis. 

Feliz Año Nuevo Feminista, compañeras, amigas, aliadas, cómplices, luchadoras, MUJERES. 

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