Navidades inconscientes e infantilizadas

1

Lidia Falcón, presidenta del Partido Feminista de España

Si ya siempre las fiestas de Navidad están organizadas para mantener la sociedad de consumo y reducir a la población a una masa de seguidores de las consignas de la publicidad del Capital, estas de 2023 baten todos los records de estulticia y aborregamiento.

 Las calles del centro de Madrid, atascadas de personas que no huyen de bombardeos ni de incendios, pero se empujan y pisotean con obstinación, para avanzar unos pasos con el importante fin de entrar en algún centro comercial en el que comprar miles de objetos que no necesitan, son imágenes que ilustrarán la peripecia de nuestro tiempo para sorpresa y disfrute de historiadores varios, dentro de un siglo.  

Las feministas no conseguimos tanta asistencia cuando convocamos manifestaciones contra los asesinatos de mujeres y niños que han ensangrentado nuestro país este fatídico año, ni en solidaridad con Palestina que va sumando miles de cadáveres de mujeres y niños en ese genocidio de Israel contra los que considera sus enemigos, que están desarmados, son débiles, y están enfermos y heridos.

La sociedad española ha caído bajo el hechizo de las compras, las fiestas, las comidas y las borracheras, que organizan y promocionan las empresas, las instituciones políticas y religiosas, los gobiernos, los Ayuntamientos, las asociaciones de los barrios y las familias. Miles de millones de bombillas iluminan las ciudades y los pueblos, ante la admiración y el entusiasmo de sus vecinos, que no saben que las pagan ellos además del recibo de la electricidad. El mantra repetido de “la conservación del medio ambiente” es una ridícula consigna de la que nadie hace caso.

Mientras una clase media -esa “peste de occidente” que llamaba Hanna Arendt- medio pobretona, sin ideales ni futuro, se gasta la paga de Navidad en comidas que les proporcionará una gastritis, al menos, el titular de El País del 19 diciembre dice: “Las neveras vacías tras las tasas de pobreza infantil”.

Somos el país de la Unión Europea que tiene la mayor tasa de paro laboral, de abandono escolar, de pobreza infantil, de bajo nivel en capacidad lectora, matemáticas y ciencia, de subempleo de graduados y licenciados- alcanzamos el número más alto de emigración de jóvenes con diversos estudios. Y sumamos unas cifras inaceptables de maltrato machista y feminicidios e infanticidios.  

Se compran prendas de ropa que no se necesitan y que acaban, a miles de toneladas, en el desierto de Atacama en Chile; se compran entusiasmados móviles y ordenadores de última generación, el mejor, hoy, cuesta 2.300 euros, que consumen millones de litros de agua, cuando la sequía nos está desertizando, y que se le entregan a los niños de ¡dos años! para hacerlos nuevos zombies del sistema.  

En definitiva el capitalismo ha alcanzado sus últimos objetivos: no sólo apropiarse de las riquezas de la tierra y de los seres humanos, a costa de esclavitud, invasiones, guerras, expolios, masacres y explotación humana, sino lo más infame de todo: convencer a las masas de que no hay alternativa. Con la consigna de que la libertad permite a todos los individuos alcanzar sus objetivos -recuérdese la consigna de que “cualquiera puede ser Presidente de los Estados Unidos”-, son capaces de seguir votando a los partidos de derecha y hasta fascistas, creyendo que les salvarán de la mediocridad y la miseria en que la socialdemocracia los mantiene.

Y mientras se entusiasman comprando y bebiendo para celebrar la Navidad.

1 COMENTARIO

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.