El viernes 13 de octubre ha fallecido la poeta Louise Glück, así lo confirmaron sus editores. Les confieso a todos que cada vez que muere un poeta me ataca un cada vez mayor sentimiento de orfandad, ya que los poetas son los grandes generadores de salvación en un mundo en caída libre, liderado por unos burócratas inútiles y estúpidos.
Louise Glück se destacó por ser autora de una poesía intimista, pero no por ello fuera de la realidad. En sus poemas, nos conjuraba en torno a temas como la pérdida, los traumas suscitados en las relaciones paterno-filiales y, cómo no, la muerte y el desamor.
En 2020, Glück obtuvo el Premio Nobel de Literatura y para ello la Academia Sueca adujo que se lo otorgaba por «su inconfundible voz poética, que con austera belleza hace universal la existencia individual». Ante la inevitabilidad de su muerte, no puedo resistirme a hacerles partícipes del que creo que es uno de sus mejores poemarios, «Averno», que comienza con un enigmático epígrafe describiendo lo que los antiguos romanos entendían por «averno»:
«Averno o lago Avernus es un lago al oeste de Nápoles que los romanos mitificaron como la entrada al inframundo».
En «Averno» aparece un poema profético, en el que puede que, de forma sutilísima, Louise Glück manifestara su preocupación por el hecho de la muerte, la propia y la de sus seres más queridos. Su sentimiento, también, de perplejidad, de escándalo, de angustia ante el horror vacui y la forma de combatirlo:
Este es el momento en que de nuevo ves las bayas rojas de la ceniza del monte y el cielo oscuro las migraciones nocturnas de los pájaros Me entristece pensar qué los muertos no van a verlas: esas cosas de las que dependemos desaparecen. ¿Qué hará entonces el alma para consolarse? Me digo que quizá no necesite ya esos placeres; quizá sencillamente no ser baste por duro que resulte imaginarlo.
Louise Glück es, de igual forma, y a los ojos de todo posible lector, una poeta del cambio radical y del renacimiento surgido de esa transformación, donde el gran salto hacia la esperanza se da desde un abismal sentimiento de pérdida. ¿Y qué es la vida sino un constante sentimiento de pérdida y su postrer consecuencia, el renacimiento?
Por esto mismo, les decía al inicio que todo poeta, a pesar de las incontables pérdidas, es un donante de salvación, un dador, una ofrenda de vida contra toda forma de muerte.
Esto mismo significarán tanto Louise Glück como su poesía, ofertorios de salvación y de eternidad.
Entre el bien y el mal hubo una guerra. Decidimos que el cuerpo fuese el bien. Eso hizo que el mal fuese la muerte, que el alma se volviera completamente en contra de la muerte.
Saludos José Miguel en estos aciagos días en que algunos parecen querer hacer de este mundo un averno.
Aquellos que se dice fueron el pueblo elegido de Dios. Habrá mayor sacrilegio ?