Dinero para principiantes

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“Este pequeño libro ilustrado contiene más sabiduría sobre el dinero que todos los libros de texto del mundo”. Estas palabras son la reacción del afamado economista australiano Steve Keen tras leer el nuevo libro del economista norteamericano Randall Wray Dinero Para Principiantes.

Al final de este artículo se puede visionar la entrevista que le hice a Wray con motivo de la publicación de su libro en español.

Lo más importante de la entrevista es su afirmación de que, aunque el libro toma como ejemplo a EE.UU., todo lo dicho en Dinero Para Principiantes se aplica al dinero de cualquier Estado del mundo.

Tres ejes fundamentales: el dinero como pagaré, la capacidad de todo el mundo de crear dinero si sus pagarés son aceptados y el hecho de que la redención de los pagarés supone su destrucción.

Las fuentes históricas a las que recurre Wray son irrefutables. El dinero nació hace aproximadamente 10.000 años en Babilonia como unidad de medida de las deudas. Asimismo, las deudas se denominaban en la unidad de medida del poder central, que recibe el nombre de moneda. Ese es el origen de la escritura y de los Estados modernos. La moneda del poder central siempre es aceptada porque es lo que el poder central exige como pago de impuestos. El dinero del Estado es lo que se necesita para pagar impuestos. El gobierno no se puede quedar sin él, ya que no se trata más que de apuntes contables en forma de pagarés sin valor intrínseco. Su valor proviene de la necesidad de pagar impuestos. Así es como se redimen las deudas fiscales. El gobierno no necesita recaudar impuestos para gastar porque es el emisor monopolista de la moneda nacional. El gobierno lo que necesita es convertirnos en deudores para que vendamos nuestra fuerza de trabajo en forma de bienes y servicios.

Las consecuencias políticas, económicas, sociales y antropológicas de lo anterior son enormes. El dinero no es una mercancía. Mercancías son las que producimos a cambio del dinero que nos permite redimirnos de nuestras deudas fiscales. El dinero es un pasivo (deuda) de quien lo emite (pagaré). Por eso el dinero de los bancos centrales solo tiene valor cuando lo poseen las familias, las empresas y otros bancos centrales. Dentro del banco central su dinero (la moneda nacional) carece de valor porque es un pasivo fiscal que una vez redimido en forma de pago de impuestos es destruido.

La mayor parte del dinero es creado por los bancos comerciales cuando conceden créditos en forma de depósitos denominados en la unidad de cuenta del banco central. El gasto público y los créditos bancarios crean dinero, los impuestos lo destruyen.

“¿Qué podemos hacer para cambiar las cosas? En primer lugar, debemos rechazar la analogía del presupuesto doméstico: el presupuesto del gobierno no se parece en nada al de un hogar. El Tío Sam [el gobierno] emite la moneda; nosotros la utilizamos. Los gastos del Tío Sam son nuestros ingresos. Su déficit es nuestro ahorro. El Tío Sam siempre puede permitirse ayudarnos a vivir lo mejor posible. Una vez entendido esto, todo lo que necesitamos es ponernos de acuerdo sobre las políticas que harían falta para cumplir nuestros objetivos.”

Con estas palabras Wray destruye el mito neoclásico por excelencia: la creencia de que el gobierno necesita recaudar impuestos para poder gastar. Esta falacia se llama neoliberalismo. Una vez comprendida y desterrada se abre ante nosotros un horizonte de bienestar. En el caso de España, alcanzar ese horizonte supone recuperar nuestra soberanía monetaria. Los países monetariamente soberanos (la mayoría) ya tienen eso ganado.

“La verdad es que el gobierno se enfrenta a limitaciones políticas. Se enfrenta a limitaciones de recursos. Se enfrenta a limitaciones tecnológicas. Pero no se enfrenta, no puede enfrentarse, a limitaciones financieras. Todo lo que es factible es financieramente asequible.”

Esta declaración es poderosísima. Comprenderla en todo su alcance nos libera. Gracias a Dinero Para Principiantes el lector, tras tan solo 150 páginas ilustradas y sin tropezarse ni con jergas especializadas ni con matemáticas complejas, tiene acceso a un conocimiento mucho mayor que la inmensa mayoría de los políticos, analistas y economistas de la corriente dominante.

Si usted quiere adentrarse en la Economía con mayúsculas, empiece por este libro. Su mensaje pertenece al subsuelo sobre el que se cimentan todas las economías monetarias de producción actuales. Después de leerlo nada será lo mismo.

Euro delendus est.

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